NUEVA YORK, 25 marzo 2002 (ZENIT.org).- En una carta distribuida en todas las parroquias de la diócesis este Domingo de Ramos, el cardenal Edward M. Egan de Nueva York ha explicado su postura ante las críticas sobre su gestión de casos de abuso sexual a niños por parte de sacerdotes cuando era obispo de Bridgeport.
En su carta, distribuida a las 413 parroquias, leída en las misas de la tarde, el cardenal afirma su firme postura contra todo tipo de abusos, asegurando que si se produjera un caso en la diócesis, el autor será separado del ministerio pastoral.
El cardenal subraya que los explosivos titulares de las últimas semanas han llamado la atención sobre el abuso de un pequeño número de miembros del clero mientras que, indica, «la gran mayoría de nuestros buenos y entregados sacerdotes, que hacen un espléndido trabajo cada día, han encontrado su reputación injustamente ensombrecida por los terribles delitos de unos pocos».
El cardenal afirma que, en el caso de cualquier acusación informará a las autoridades si las víctimas no se oponen a ello e invita a cualquiera que tenga conocimiento de un caso a hacer lo mismo inmediatamente.
En este sentido, indica que la política de la arquidiócesis de Nueva York esta investigando todas las denuncias para responder al denunciante y también al sacerdote.
Afirma asimismo que la arquidiócesis ofrecerá a quien hace la acusación asistencia médica, psicológica y espiritual y, si el caso lo requiere, ayuda económica «en el espíritu de la caridad cristiana».
El cardenal responde a un artículo de un diario de Hartford que le acusaba de no haber gestionado bien casos de abuso sexual cuando fue obispo de Bridgeport.
En primer lugar, aclara, los abusos denunciados en esa diócesis ocurrieron antes de su nombramiento como obispo de Bridgeport.
En segundo lugar, informa que, en cada caso, envió al sacerdote acusado a una de las más prominentes instituciones psiquiátricas del país para su evaluación.
Si las conclusiones eran favorables, era devuelto al ministerio, en algunos casos con restricciones, siendo particularmente cuidadosos. Si no eran favorables, se le suspendía del ejercicio del ministerio sacerdotal.
En tercer lugar, constata el cardenal, en todos los casos se trató de demandantes ya adultos, representados por abogados, que buscaban resarcimientos económicos de la diócesis.
Se dio mucha publicidad a estos casos, destaca Egan; ahora bien, ningún representante de la diócesis hizo nada para desanimar a los demandantes o a sus abogados para que contactaran a las autoridades civiles.
En cuarto lugar, dado que estaban representados por consejeros legales, «mi comunicación directa con los demandantes fue excluida», explica el cardenal Egan, quien había querido hablar personalmente con los interesados para ofrecerles su ayuda.
Por último, afirma, «es mi intención mantener a la gente de la archidiócesis informada respecto a esta materia según lo requiera la situación».
El arzobispo de Nueva York concluye su mensaje con la promesa de comprometerse «total e incondicionalmente a proteger a nuestros niños del cualquier clase de abuso».
«Mi clero, constituido por hombres buenos y santos, estará unido conmigo en este objetivo. Como dije al comienzo de esta semana, nuestros niños serán protegidos siempre y en esto la archidiócesis de Nueva York estará siempre vigilante», asegura.