CIUDAD DEL VATICANO, 25 marzo 2002 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha denunciado ante la Comisión para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas nuevas formas del racismo, como son la eugenesia y la intolerancia con los inmigrantes que, sin embargo, enriquecen la economía de países ricos.
El arzobispo Diarmuid Martin, observador permanente del Vaticano ante la sede de la ONU en Ginebra, presentó su reivindicación al intervenir ante la Sesión anual de la Comisión de los Derechos Humanos, que se celebra en Ginebra del 18 de marzo al 26 de abril.
«La comunidad científica debería ser especialmente vigilante para asegurar que el progreso de la medicina y de la biotecnología se use para beneficio de toda la familia humana y nunca en desventaja de los vulnerables o con intenciones racistas latentes», afirmó el prelado.
«La tentación de la eugenesia es todavía latente, especialmente si predominan poderosos intereses comerciales», añadió
Los inmigrantes, los más «vulnerables»
En la lucha contra el racismo, la Santa Sede señaló como «grupo particularmente vulnerable», los inmigrantes.
«El aumento de la movilidad de la gente requiere cada vez más apertura a los demás», explicó monseñor Martin, cuya intervención ha sido publicada este lunes por la Sala de Prensa de la Santa Sede.
«Es paradójico que los inmigrantes y sus familias sean expuestos hoy a la intolerancia racial, incluso en situaciones en las que se reconoce que ofrecen una contribución insustituible al progreso económico de los países a los que se han transferido», explicó el prelado.
«Una comunidad globalizada debe desarrollar una imagen positiva de la migración –exigió–. Intentos de utilizar la ansiedad y la alarma contra los inmigrantes, como un arma de estrategia política a corto plazo, no pueden ser aceptados».
El racismo, «bancarrota moral»
El representante de la Santa Sede definió el racismo como una «bancarrota moral» (la expresión la pronunció Juan Pablo II en 1995 en Johannesburg refiriéndose al apartheid sudafricano), que hay que superar con «solidaridad y el reconocimiento de la unidad esencial de la familia humana».
Tras los atentados terroristas del 11 de septiembre, monseñor Martin aclaró que la «lucha contra el terrorismo es por definición una lucha a favor de la ley, a favor de las relaciones entre personas y naciones, basada en el respeto de la dignidad de cada persona humana y de sus derechos fundamentales».
En este contexto, el representante papal presentó ante la Comisión el «Decálogo por la paz» que compartieron los líderes de las religiones en la Jornada de oración que se celebró el 24 de enero en asís.
En aquel documento, aclaró, se afirma que «la violencia y el terrorismo son inaceptables por el espíritu de la religión» y que el camino a recorrer debe ser «un diálogo paciente» para descubrir que «encontrarse con la diversidad de los demás puede ser una oportunidad para un mayor entendimiento recíproco».