CIUDAD DEL VATICANO, 31 marzo 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II presidió y celebró personalmente en la noche de este sábado la «madre de todas las vigilias» del año litúrgico, durante la que bautizó a nueve personas.
El pontífice, en mejor forma que durante el Viacrucis del Viernes Santo, no tomó en cuenta los consejos de los médicos, que en días pasados le habían pedido ahorrar energías y, en la noche de la Resurrección, no delegó en un cardenal la celebración eucarística.
Esta noche, recordó durante su homilía explicando la importancia que para él revestía, «une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino».
«Esta es la noche por excelencia de la fe y de la esperanza –añadió–. Mientras todo está sumido en la oscuridad, Dios –la Luz– vela. Con Él velan todos los que confían y esperan en Él».
Recordó también que era la noche «por excelencia» de María. «Mientras se apagan las últimas luces del sábado y el fruto de tu vientre reposa en la tierra, tu corazón también vela –dijo dirigiéndose a la madre de Jesús–. Tu fe y tu esperanza miran hacia delante».
«Madre, haz que también velemos en el silencio de la noche, creyendo y esperando en la palabra del Señor. Así encontraremos, en la plenitud de la luz y de la vida, a Cristo», concluyó.
Durante la vigilia, que duró tres horas, el Papa bautizó a siete adultos: cinco mujeres (dos albanesas, una italiana, una japonesa y una china), dos hombres (un polaco y un congoleño) y dos niños.
El obispo de Roma no celebró en el altar de la confesión de Bernini. Para evitar sus escalones, se colocó un altar provisional más bajo.