CIUDAD DEL VATICANO, 12 junio 2002 (ZENIT.org).- Para comprender en plenitud el dolor y el sufrimiento es necesario verlos con los ojos de Dios, asegura Juan Pablo II.
En el encuentro que mantuvo en la audiencia general de este miércoles con unos ocho mil peregrinos, el pontífice aclaró en su comentario del Salmo 91: «El sufrimiento humano debe ser considerado en la perspectiva de la eternidad».
El pontífice continuó de este modo, en la Sala de Audiencias Generales del Vaticano, la serie de meditaciones que viene ofreciendo desde el año pasado sobre los salmos y cánticos del Antiguo Testamento, que han pasado a formar parte de la oración diaria de los cristianos.
El Salmo 91, que comentó en esta ocasión, presenta dos figuras contrapuestas: el justo y el impío. Este último, constata el salmista, parece germinar como la hierba; sin embargo, será destruido.
«En el origen de este final catastrófico se encuentra el mal profundo que se apodera de la mente y del corazón del perverso», aclaró el pontífice.
«El ignorante no lo entiende ni el necio se da cuenta», añadió citando el salmo, que no duda en utilizar adjetivos que denotan «la brutalidad, la ceguera, la cerrazón de quien cree obrar el mal en la faz de la tierra sin que tenga consecuencias morales, pensando que Dios está ausente o es indiferente».
«El que ora, sin embargo, tiene la certeza de que el Señor aparecerá antes o después en el horizonte para hacer justicia y doblegar la arrogancia del insensato».
Por eso, explicó Juan Pablo II, «sólo se puede comprender en profundidad bajo la luz divina el bien y el mal, la justicia y la perversión».
«El Salmo 91 es, por lo tanto, un himno optimista», concluyó. «Celebra la confianza en Dios que es manantial de serenidad y de paz, incluso cuando se asiste al aparente éxito del impío».
En la audiencia de este miércoles destacaron por su entusiasmo dos mil peregrinos polacos. Procedente de Inglaterra participó también un grupo de anglicanos y, de Japón, una representación del Movimiento Budista Rissho Kosei-kai.