San Pío de Pietrelcina, «modelo de espiritualidad y humanidad»

Juan Pablo II recuerda la herencia del capuchino de los estigmas

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 junio 2002 (ZENIT.org).- 24 horas después de su canonización, Juan Pablo II propuso este lunes a san Pío de Pietrelcina como «modelo de espiritualidad y humanidad» para los hombres y mujeres de hoy.

Al encontrarse con miles peregrinos que vinieron a Roma para participar en el acontecimiento, el pontífice repasó en la Sala de Audiencias Generales del Vaticano las lecciones de vida que dejó el fraile capuchino de los estigmas (1887-1968).

Ha sido el santo número 462 proclamado en este pontificado y uno de los que más amor suscitan en los cinco continentes.

El Santuario de San Giovanni Rotondo (en el sur de Italia, donde vivía el padre Pío), con más de 6 millones de peregrinos al año es ya el tercero en número de visitas de la Iglesia católica, después de Guadalupe y del Vaticano.

«¿Cuál es el secreto de tanta admiración y amor por este nuevo santo?», preguntó el Papa. «Es ante todo un «fraile del pueblo», tradicional característica de los capuchinos. Es, además, un santo taumaturgo, como lo testimonian los acontecimientos extraordinarios que llenaron su vida. Pero, sobre todo, es un religioso sinceramente enamorado de Cristo crucificado».

«Participó en el misterio de la Cruz de manera incluso física en el curso de su vida», reconoció el Papa.
El padre Pío recorrió este camino «en profunda comunión con la Iglesia», aclaró el pontífice. «No detuvieron esta actitud de filial obediencia momentáneas incomprensiones con una u otra autoridad eclesial».

El padre Pío tuvo que sufrir de hecho investigaciones y restricciones en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, impuestas por el Santo Oficio, a causa de falsas acusaciones de personas que veían con recelo el extraordinario impacto que ejercía sobre la gente.

En particular, propuso su ejemplo como modelo para todo sacerdote. «¡La misa del Padre Pío!», recordó el Papa, quien le visitó en 1947 y se confesó con él en San Giovanni Rotondo, cuando no era más que un joven sacerdote polaco.

«La santa misa era el corazón y la fuente de toda su espiritualidad», recordó.

«San Pío de Pietrelcina –concluyó– se presenta ante todos –sacerdotes, religiosos y laicos– como un testigo creíble de Cristo y de su Evangelio. Su ejemplo e intercesión alientan a cada uno a vivir un amor cada vez mayor a Dios y a la concreta solidaridad con el prójimo, en especial con el más necesitado».

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ZENIT Staff

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