ROMA, 19 junio 2002 (ZENIT.org).- En los últimos meses, se multiplican las iniciativas culturales para recordar la figura de Li Madou (el sabio de Occidente) como todavía hoy se llama en China al misionero jesuita Matteo Ricci, nacido en Italia en 1552.
Llegó a Pekín en 1601, acogido con todos los honores en la corte imperial, tratando de abrir una vía nueva a la inculturación de la fe con muchos siglos de anticipación.
En su ciudad natal, Macerata, en marzo pasado, en la Universidad estatal se ha abierto el Instituto Matteo Ricci que se une a otras cinco instituciones llamadas así en el mundo (San Francisco, Taipei, Macao, Pekín y París). Entre sus fines está el diálogo entre Occidente y Oriente.
Los primeros frutos del instituto son dos monumentales publicaciones que recogen la obra fundamental histórico-científica de Matteo Ricci, quien escribió obras de matemática, filosofía y muchas otras ramas del saber.
Por otra parte, desde Taiwán llega la noticia de que sido completado, tras 52 años de intenso trabajo, el «Gran diccionario enciclopédico franco-chino Ricci», fruto de la colaboración entre los institutos de Taipei y París, con nueve mil páginas y miles de términos de 180 ramas del saber, desde la astronomía al budismo y desde la medicina a las finanzas.
Para seguir las huellas de Ricci, pionero de los intercambios culturales entre Occidente y Oriente, se moverá este verano un pequeño grupo de viajeros-peregrinos. La agencia Brevivet, en colaboración con el Centro Misionero diocesano de Brescia, llevará a los participantes a algunas de las localidades más significativas de la historia religiosa de China.
El viaje culminará en Pekín, donde la tumba de Matteo Ricci es todavía visitada tanto por los chinos creyentes como por los no creyentes.