«La gente toma más tiempo para visitar las capillas, para participar en los servicios religiosos, para hablar con los capellanes», constata el padre John Jamnicky, coordinador del Apostolado de Movilidad Humana de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, en declaraciones a la agencia CNS.
En el Aeropuerto Nacional Reagan de Washington, cerrado tras los atentados terroristas hasta el 4 de octubre y reabierto totalmente a mediados de abril, la gente que asiste a la misa de los domingos con frecuencia no cabe en la capilla y en la sala contigua, según el padre Jamnicky.
Pero en otros aeropuertos, donde las capillas y los servicios religiosos se encuentran tras los puestos de control de la policía, los pasajeros y los profesionales de las compañías aéreas tienen problemas para ir a misa o para pedir consejo a un capellán.