ROMA, 12 septiembre 2002 (ZENIT.org).- El próximo 20 de octubre, Juan Pablo II proclamará beatos a dos jóvenes de la etnia acholi, radicada en el norte de Uganda, catequistas, que dieron la vida por su fe.
Es un gran acontecimiento para los cristianos de esta etnia, que viven en una zona en la que ahora campa la feroz guerrilla del Ejército de Resistencia del Señor (LRA), secuestrando a sus hijos y convirtiéndolos en soldados a la fuerza.
Daudi (David) Okelo, de entre 16 y 18 años, y Jildo Irwa, de entre 12 y 14, fueron martirizados a golpes de lanza y cuchilladas en Palamuku, cerca de Paimol, aldea de Uganda del norte, en la cuenca del Alto Nilo. Era el año 1918.
Habían sido arrastrados entrambos fuera de la cabaña que les daba cobijo por dos jefecillos del lugar, tras pedirles que dejaran de enseñar el Evangelio.
Los cristianos del lugar, acabada la furia homicida, no olvidaron a sus heroicos catequistas. El lugar del martirio, Palamuku, fue llamado desde entonces Wi-Polo («En el cielo») para recordar el premio de los dos adolescentes.
El domingo 20 de octubre, Juan Pablo II, reconocerá a los dos jóvenes ugandeses como modelos de fidelidad a la llamada cristiana.
Uganda tiene ya una gloriosa historia de martirio. Pablo VI proclamó, en 1969, en Namugongo, a los primeros 27 mártires del país africano que perdieron la vida un siglo antes.
Antes de ir a Paimol, David Okelo y Jildo Irwa fueron interrogados por el superior misionero, el padre Cesare Gambaretto: «¿Y si os matan?», les preguntó. «Iremos al cielo. Antonio ya está allí ¿verdad?», respondió David, aludiendo a otro catequista.
Viendo al misionero perplejo y preocupado, Jildo añadió: «No padre, no tenga miedo, Jesús y María están con nosotros».
Hoy, confirmados también por su fe en Cristo, de los casi 24 millones de ugandeses, más del 70% son cristianos.