CASTEL GANDOLFO, 15 septiembre 2002 (ZENIT.org).- La primera tarea del obispo en la Iglesia católica consiste en promover la comunión con el resto del episcopado en torno al Papa, recordó Juan Pablo II este sábado al recibir a un grupo de obispos del norte de Brasil, con quienes trazó el perfil del obispo hoy.
«La nota distintiva de vuestra misión de pastores del pueblo que se os ha confiado debe ser, ante todo, ser promotores y modelos de comunión», afirmó el Papa al encontrarse con el tercer grupo de prelados del país con el mayor número de católicos del mundo en su visita quinquenal «ad limina» a Roma.
«Así como la Iglesia es una, también el episcopado es uno solo», siguió diciendo el pontífice citando la doctrina del Concilio Vaticano II. Y añadió, «el Papa, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo visible de unidad, así de los obispos como de la multitud de los fieles» («Lumen Gentium», 23).
«Por este motivo, la unión colegial del episcopado entre sí es uno de los elementos constitutivos de la unidad de la Iglesia», añadió.
«Esta unión entre los obispos es particularmente necesaria en nuestros días — siguió afirmando–, dado que las iniciativas pastorales tienen múltiples formas y trascienden los límites de la propia diócesis».
Por eso, pidió que la comunión se concrete «en una cooperación pastoral en programas y proyectos comunes, en los temas de mayor relieve, en particular en los que se refieren a los pobres», explicó haciendo referencia a la dura situación que atraviesan las poblaciones amazónicas a las que atienden algunos de los obispos que estaban presentes en el encuentro.
El Papa trazó así un interesante perfil del obispo hoy: «las comunidades eclesiales necesitan pastores que sean hombres de fe y que estén unidos entre sí, que sean capaces de afrontar los desafíos de una sociedad cada vez más propensa a la secularización y al consumismo».
Subrayó dos obstáculos para la evangelización que experimentan en estos momentos Brasil y otros países latinoamericanos: «la falta de un vigor vivencial y eclesial de la fe y la indiferencia ante los valores religiosos»; así como «la presencia de las sectas y de los nuevos grupos pseudo-religiosos, cuya expansión tiene lugar también en ambientes tradicionalmente católicos».
Ante esta realidad, el Papa exigió «un profundo estudio para descubrir los motivos por los que numerosos católicos abandonan la Iglesia».