CASTEL GANDOLFO, 29 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II pidió este domingo a los creyentes que encomienden la paz del mundo rezando el Rosario y anunció que pronto publicará un documento para ayudar a redescubrir la belleza de esta oración.

Al encontrarse a mediodía con varios miles de peregrinos en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, el Papa recordó en medio de las actuales tensiones internacionales que el mes de octubre es tradicionalmente dedicado por la Iglesia a redescubrir el Rosario, «oración tradicional, tan sencilla y al mismo tiempo tan profunda».

Explicó que «el Rosario es un camino de contemplación del rostro de Cristo realizado --por así decir-- con los ojos de María. Por tanto --añadió--, es una oración que, si se arraiga en el corazón mismo del Evangelio, está en plena sintonía con la inspiración del Concilio Vaticano II».

El Rosario, siguió diciendo, está «en perfecta línea con la indicación que he dado en la carta apostólica "Novo millennio ineunte": es necesario que la Iglesia reme "mar adentro" en el nuevo milenio, recomenzando por la contemplación del rostro de Cristo».

«Deseo encomendar a la oración del Rosario una vez más la gran causa de la paz --dijo por tanto--. Estamos ante una situación internacional llena de tensiones, en ocasiones incandescentes».

«En algunos puntos del mundo, en los que el enfrentamiento es más fuerte --pienso en particular en la martirizada tierra de Cristo-- se puede constatar que de poco sirven los intentos de la política --siempre necesarios--, si los ánimos permanecen exacerbados y no son capaces de una nueva mirada de corazón para retomar con esperanza el diálogo», constató el sucesor de Pedro.

«Ahora bien, ¿quién puede infundir estos sentimientos? ¿No es acaso Dios? --preguntó--. Es más necesario que nunca que se eleve a Él desde todo el mundo la invocación por la paz».

«Precisamente en esta perspectiva, el Rosario se revela una oración particularmente indicada --recalcó--. Construye la paz, pues al mismo tiempo que hace un llamamiento a la gracia de Dios, siembra también en quien lo reza esa semilla de bien, de la que se pueden esperar los frutos de justicia y de solidaridad en el vida personal y comunitaria».

Y concluyó diciendo: «¡Cuánta paz se aseguraría en las relaciones familiares, si se retomara el rezo del Santo Rosario en familia!».