BUENOS AIRES, 29 septiembre 2002 (ZENIT.org).- La Asamblea Plenaria Extraordinaria del episcopado argentino convocada para afrontar la grave crisis que afronta el país concluyó este sábado afirmando que el país no se salvará con nuevas inyecciones de dinero del exterior, sino con auténticas reformas políticas y sociales.
En el mensaje difundido por la agencia AICA, con el título «La Nación que queremos», la Conferencia Episcopal denuncia que Argentina «ha sido convertida en presa de rapiña para algunos».
Según los pastores, «debemos pasar del deseo de ser Nación a construir la Nación que queremos. Por eso es necesario buscar los medios para que todos los ciudadanos del país determinen por consenso qué Nación queremos ser».
«Esto exige –añaden– realizar reformas fundamentales en muchos órdenes de la vida político-social. Si no se llevan adelante las reformas que pide la sociedad, estaremos amenazados de caer en peores frustraciones».
Los obispos señalan que «ni la llegada al país de nuevas sumas de dinero, ni las reformas de las instituciones, ni el recambio político, serán suficientes para construir una nueva Nación. Estas soluciones serán estériles sin una fuerte pasión por desarrollar en cada ciudadano las más valiosas actitudes sociales. Sólo así se podrá transformar la cultura nacional y entretejer un bien común cargado de bondad, verdad y justicia que nos devuelva el gusto de ser argentinos».
«No le tenemos miedo a la verdad –añaden–. Le tememos a nuestra dureza de corazón», y aclaran que «nuestras palabras y acciones no buscan reemplazar a ningún actor ni responsable social o político, a quienes respetamos en el ejercicio de su vocación al servicio del bien común».
Explican que «debemos volver a la raíz del amor que teje la convivencia social», y se preguntan: «¿Queremos elegir nuevamente ser argentinos? ¿Aceptamos asumir con responsabilidad nuestra parte en la reconstrucción de la Nación?».
En otro momento del documento los obispos argentinos llaman a desarrollar «algunos valores indispensables para la vida social».
Frente a «la cultura de la dádiva» se necesita «promover la cultura del trabajo, el espíritu de sacrificio, el empeño perseverante y la creatividad».
Asimismo, «frente a la corrupción y la mentira» , urge «promover el sentido de justicia, el respeto por la ley y la fidelidad a la palabra dada», y ante «la fragmentación social» se debe «promover la reconciliación, el diálogo y la amistad».
«Sólo buenos ciudadanos, que obren con inteligencia, amor y responsabilidad –agregan–, pueden edificar una sociedad y un Estado más justos y solidarios».
Tras afirmar el deseo de transmitir tales valores y actitudes con una «acción pastoral renovada y actualizada», reconocen que «debemos estimular el sentido del bien común para lograr el bien de todos. De un modo preferencial, el bien de las personas más pobres y empobrecidas, sobre todo de los desocupados, excluidos, indigentes y hambrientos. Para reencontrarnos como nación debemos atender a los que más sufren: los mayores sin salud, los adultos sin trabajo, los jóvenes sin educación y sin futuro, y los niños sin alimento».
Para el episcopado, «conocer los valores no es suficiente para reconstruir la Nación. Si la labor educativa de la sociedad y de la Iglesia no pudo hacer surgir una Patria más digna es porque no ha logrado que los valores se encarnen en compromisos cotidianos». Y añaden que «el futuro se construye con la ayuda de Dios y el esfuerzo arduo, frente al facilismo de propuestas demagógicas».
Por último, dedicaron un párrafo al Diálogo Argentino, al que la Iglesia prestó desde principios de año su ámbito espiritual. En tal sentido, sostienen que «nos comprometemos a ayudar a todos, a extender este diálogo a cada rincón del país. Los obispos queremos animar, alentar e iluminar este camino en el cual los laicos cumplirán el importante papel que les corresponde».
El documento fue dado a conocer por la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina en pleno: su presidente, el arzobispo de Paraná, monseñor Estanislao Esteban Karlic; el vicepresidente primero, monseñor Eduardo Vicente Mirás, arzobispo de Rosario; el vicepresidente segundo, cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, y el secretario general, monseñor Guillermo Rodríguez-Melgarejo, obispo auxiliar de Buenos Aires.
Tras la lectura del mensaje y en diálogo con los periodistas, monseñor Karlic manifestó que «no es novedad la profundidad de la crisis» y advirtió que «desgraciadamente la libertad del hombre puede elegir siempre caminos peores. Entonces, si no actuamos conforme a las necesidades y la inteligencia de la condición humana para encontrar caminos nuevos, podemos ir a peores situaciones, no hay duda. Esa posibilidad es real, pero vemos signos de esperanza y sabemos que podemos salir».
«Nuestro mensaje –siguió diciendo– quiere ser sumamente realista y profundamente esperanzador, lo cual significa mucho esfuerzo e inteligencia. La esperanza no es una virtud de la pereza, de la inactividad, sino del trabajo. Debemos ubicarnos en la complejidad de la situación y en la necesidad de soluciones profundamente radicales y humanas. No se soluciona una problemática tan profunda con remedios superficiales; hay que ir a las raíces: el deseo de ser nación, el amor que crea la amistad social».
Por su parte, monseñor Mirás reconoció que el tema de las elecciones se ha convertido en horizonte casi único de la vida política del país, y esto obviamente no es bueno, porque las elecciones son un momento del país. «Pero tenemos la esperanza de que los políticos que buscan el bien común, se pongan a pensar los grandes y graves problemas, y encuentren los cuatro o cinco puntos sobre los cuales es necesario que urgentemente la Argentina se ponga de acuerdo para arrancar y que podamos salir de este momento de crisis tan difícil».