CIUDAD DEL VATICANO, 16 octubre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II responde a las críticas que en las últimas cuatro décadas han dirigido algunos sectores católicos a la oración del Rosario en la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae» («El Rosario de la Virgen María») que firmó este miércoles.
Por un lado, constata el pontífice en el número 4 del documento, «hay quien piensa que la centralidad de la Liturgia, acertadamente subrayada por el Concilio Ecuménico Vaticano II, tenga necesariamente como consecuencia una disminución de la importancia del Rosario».
«En realidad –responde–, como puntualizó Pablo VI, esta oración no sólo no se opone a la Liturgia, sino que le da soporte, ya que la introduce y la recuerda, ayudando a vivirla con plena participación interior, recogiendo así sus frutos en la vida cotidiana».
Otros, según el obispo de Roma, temen que la oración «pueda resultar poco ecuménica por su carácter marcadamente mariano».
«En realidad –responde–, se coloca en el más límpido horizonte del culto a la Madre de Dios, tal como el Concilio ha establecido: un culto orientado al centro cristológico de la fe cristiana, de modo que mientras es honrada la Madre, el Hijo sea debidamente conocido, amado, glorificado».
«Comprendido adecuadamente, el Rosario es una ayuda, no un obstáculo para el ecumenismo», asegura el pontífice.
«Pero el motivo más importante para volver a proponer con determinación la práctica del Rosario es por ser un medio sumamente válido para favorecer en los fieles la exigencia de contemplación del misterio cristiano», concluye el pontífice en el número 5 de la carta apostólica
«Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en «auténticas escuelas de oración»», afirma el Papa.
Ahora bien, para ser entendido de este modo, el Papa presentar a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano el documento aclaró que el Rosario debe rezarse «con devoción y no mecánicamente», como una «meditación de los misterios de la vida y de la obra de Cristo».