CIUDAD DEL VATICANO/MOSCÚ, 27 octubre 2002 (ZENIT.org).- Los máximos exponentes de la Iglesia católica tanto en Rusia como en Roma han seguido minuto a minuto la crisis de los rehenes del teatro de Moscú y lanzan ahora un mensaje para que esta terrible experiencia no genere una escalada de venganza.
Joaquín Navarro-Valls, portavoz vaticano, declaró durante los momentos más dramáticos de la acción de los terroristas chechenes que Juan Pablo II se ha mantenido informado sobre la evolución de la situación, informado por monseñor Celestino Migliore, subsecretario para las Relaciones con los Estados.
El sacerdote se encontraba en Moscú para mantener contactos con representantes del Gobierno ruso sobre las relaciones entre la Santa Sede y la Federación Rusa.
El Ministerio de Sanidad de Rusia anunció en la mañana del domingo que 118 rehenes murieron tras la operación de rescate de las fuerzas de seguridad el sábado en un teatro de Moscú secuestrado por rebeldes chechenes tres días antes.
En la operación murieron 50 terroristas –32 hombres y 18 mujeres–. Unos 750 rehenes fueron liberados.
Por su parte, el arzobispo metropolita de Moscú, Tadeusz Kondrusiewicz, presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Rusia, publicó un comunicado al darse la noticia la liberación en el que presenta el «alivio, pésame, oración y esperanza» que experimentan en estos momentos los católicos rusos.
«Hoy en las parroquias católicas rusas se elevan oraciones al Señor misericordioso por el eterno descanso de las almas de los caídos, por el consuelo de sus parientes y amigos, por una rápida curación de los heridos, por el restablecimiento espiritual de aquellos que han vivido una experiencia de tan terrible maldad, así como por la paz y la comprensión recíproca en Rusia», afirma un mensaje distribuido por la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal.
El comunicado hace también «un llamamiento a los ciudadanos para que conserven la serenidad y la moderación, para que no den cauce suelto a las emociones, evitando venganzas suscitadas por el propio dolor contra hermanos y hermanas inocentes de otra nacionalidad o fe».
Por último, monseñor Kondrusiewicz se dirige a todos los ciudadanos, y en especial a los gobernantes «para pedirles que hagan todo lo posible para no permitir una escalada de tensión en la sociedad tanto a nivel político, como religioso o étnico».
«¡Que el único Creador nos dé a todos nosotros la sabiduría y la esperanza, proteja a la Patria de convulsiones semejantes y nos guíe por el camino de la paz y el bienestar!», concluye.