ROMA, 6 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Más de doscientos periodistas han pedido a Juan Pablo II con cartas firmadas la beatificación de Manuel Lozano Garrido, más conocido como «Lolo», escritor y periodista, fallecido en 1971, quien pasó más de 28 años en una silla de ruedas –y los últimos ciego–.
«Los periodistas necesitamos un intercesor como Lolo para que nos frene ante las tentaciones de la crítica fácil e hiriente», explica Alex Rosal, director del semanario español «Fe y Razón», periodista que entregó al Papa las firmas de sus colegas el 11 de septiembre pasado.
«Los periodistas necesitamos un intercesor que nos proteja ante los abusos de los poderosos –insiste–; que nos ilumine al construir noticias y reportajes que enfoquen el lado positivo del ser humano y nos empuje para destapar la mentira y la corrupción que hay a nuestro alrededor».
Lolo nació en Linares (Jaén) en 1920. Comenzó a desarrollar su trabajo profesional como periodista en medios de comunicación como el diario «Ya», «Telva», «Vida Nueva», la agencia «Prensa Asociada», «Signo»…
En 1942 contrajo una grave enfermedad (espondilitis) que le deformó completamente el cuerpo y le dejó inválido. Los últimos diez años de su vida los pasó completamente ciego. A pesar de este gran inconveniente, dictó nueve libros a su querida hermana Lucy y a sus amigos. Fundó la revista Sinaí para enfermos.
«Lolo fue un hombre de nuestro tiempo, gran periodista y escritor, que logró, a pesar de sus dificultades físicas, alumbrar con su testimonio y santidad un camino para ejercer el “nuevo periodismo” sin caer en el sensacionalismo de color amarillo, rosa o negro. Todo un maestro», explica Alex Rosal.
«Que Lolo nos ayude desde el cielo a imitar su periodismo, y al menos, que nos dé unos pocos gramos de su fe y amor en Cristo y su natural alegría», concluye.
Cuando se presentó en Madrid la biografía de Lolo, el cardenal Antonio M. Javierre Ortas, ex prefecto de Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, dijo: «No es difícil suponer la alegría que le espera a Juan Pablo II viendo a un inválido ascender a la gloria de Bernini».
El padre Rafael Higueras, vicario judicial de la diócesis de Jaén, quien llevó durante nueve años todos los días la Eucaristía a Lolo y estaba a su lado en la hora de la muerte explica a Zenit: «Fue un cristiano que se tomó en serio el Evangelio, o como decía de él José Luis Martín Descalzo, famoso periodista y sacerdote, “Se dedicaba a ser cristiano. Se dedicaba a creer”».
«Mantuvo la perenne alegría en su permanente sonrisa, “varón de dolores” y sin embargo sembrador de alegría en los cientos de jóvenes y adultos que se acercaban a él en busca de consejo, pues tenía un secreto», recuerda el padre Higueras.
Este secreto lo descubrió precisamente en la Acción Católica, donde en los años treinta «aprendió a amar con locura a la Virgen Nuestra Señora y curtió su fervor eucarístico que le marcó para toda la vida», revela el sacerdote.
Lolo, en su adolescencia se convirtió en otro «Tarsicio» llevando clandestinamente la Eucaristía durante la guerra civil española. Su devoción por la Eucaristía se hizo intensa cuando pasó la noche entera del Jueves Santo en prisión adorando al Señor Sacramentado que le habían pasado oculto en un ramo de flores.
«Ya paralítico –desde el balcón de su casa situada justamente enfrente de las puertas de la parroquia– hacía un alto en sus trabajos de escritor paralítico y decía: “Ahora –frente a frente con el Sagrario– voy a echar con Él un parrafillo” (voy a hablar con él un rato)».
La Congregación vaticana para las Causas de los Santos ha publicado ya la «positio» –la investigación sobre su vida y virtudes– y en el año 2000 recibió la documentación de un milagro atribuido a su intercesión.
Algunos católicos han creado una asociación canónica para recordar su testimonio de vida. Más información en amigoslolo@wanadoo.es.