BOGOTÁ, 25 noviembre 2002 (ZENIT.org).- «Nadie tiene el derecho de privar de su libertad a otra persona, ni de ponerle las manos encima, en ningún lugar, en ninguna circunstancia y por ningún motivo», recordó monseñor Jiménez Carvajal aludiendo a los secuestros.
El propio obispo de Zipaquirá y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), fue víctima de este delito cuando, junto a Desiderio Orjuela –párroco de Pacho—, fue retenido por las FARC el pasado 11 de noviembre en el departamento de Cundimarca (Colombia).
El operativo en el que participaron quinientas personas entre militares y agentes de policía, además de la cooperación de algunos civiles, facilitaron su liberación cuatro días después.
En declaraciones concedidas a la Agencia Fides este miércoles, monseñor Jiménez Carvajal quiso mostrar su cercanía a las numerosísimas personas que le hicieron llegar su solidaridad.
Después de su liberación, «como obispo, debo proseguir con los deberes que le pertenecen a un obispo: anunciar el Evangelio de Jesucristo, anunciar un mensaje de paz, de estímulo y de esperanza a tantas personas que sufren, permanecer al lado de quienes se encuentran en peligro (…), estar siempre cerca de la comunidad», afirmó.
«Los problemas de nuestra patria colombiana son muy grandes, en todos los sentidos. Tenemos problemas sociales muy difíciles, como la pobreza. Pero sin duda alguna, el problema mayor es el de la violencia», fenómeno que ha tenido consecuencias muy graves en el país, subrayó.
«Quisiera referirme, en particular, al tipo de violencia de la que fui víctima cuando me privaron de mi libertad, me secuestraron y me tuvieron retenido cuatro o cinco días. Esta situación es una de las que más ofenden a cualquier ser humano», constató el prelado.
«Se trata de algo que tenemos muy claro todos los colombianos y todos los fieles, discípulos de Jesucristo –recalcó el obispo de Zipaquirá–. Nadie tiene el derecho de privar de su libertad a otra persona, ni de ponerle las manos encima, en ningún lugar, en ninguna circunstancia y por ningún motivo».
«Lo que me ha sucedido a mí –continúa–, ha sucedido también (…) a miles de colombianos (…). El hecho de haber sido puesto en libertad gracias a la profesionalidad de las fuerzas armadas colombianas, ofrece una esperanza a nuestra patria: que llegue pronto la hora en la que nadie más sea secuestrado, por ningún motivo».
«La fe en Jesucristo me da la seguridad de que el bien triunfará sobre el mal y la vida sobre la muerte, visto que esta victoria Jesucristo la ha alcanzado ya. Quisiera proclamar esta fe por todas partes, anunciarla a todos los hombres y mujeres», expresó el prelado.
Además, afirmó que «podemos descansar serenos en las manos de Dios, nuestro Padre», e invitó a todos los habitantes a esforzarse para construir un país donde todos «los colombianos, tengamos parte activa, donde todos podamos encontrar soluciones a los problemas que tenemos».