«Sor Ángela de la Cruz me curó milagrosamente de mi ceguera»

El milagro que recibió Teodoro Molina elevará a los altares a la monja sevillana

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MADRID, 2 marzo 2003 (ZENIT.org).- Cuando Teodoro Molina tenía 13 años, en 1986, despertó una mañana sin visión en el ojo derecho.

«Los oftalmólogos me dijeron que tenía una embolia en la arteria central de la retina, y que no había curación para eso», explica Teodoro. Primero acudió a médicos del lugar donde residía, Alcazar de San Juan (Ciudad Real), y más tarde, cuando le desahuciaron, continuó su peregrinación por hospitales de Ciudad Real, Albacete y Madrid.

En uno de sus viajes en autobús a la capital de España acompañado por su madre, Teodoro recupero súbitamente la vista. «Me tapaba el ojo bueno y podía ver con el malo», rememora. Hacía cinco días que su abuela, Juliana Calcerrada, había pedido a las Hermanas de la Cruz de Sevilla, las sucesoras de Sor Ángela de la Cruz, que rezasen por su nieto.

Juan Pablo II canonizará a Sor Ángela en el viaje que realizará a España del 3 al 4 de mayo.

–Según la medicina, ¿una embolia en la arteria central de la retina es irrecuperable?

–Teodoro Molina: Sí; los médicos me dijeron que no había nada que hacer, que no había tratamiento ni solución médica para mi caso, y que había perdido para siempre la visión de mi ojo derecho. De hecho no me dieron tratamiento ni pastillas ni nada, porque no se puede hacer nada contra una embolia en la retina.

–Y fue entonces cuando su abuela recurrió a las Hermanas de la Cruz…

–Teodoro Molina: Sí. Ella había oído en un programa de radio que para que canonizaran a Sor Ángela sólo hacía falta un milagro. Y viendo que era imposible que los doctores pudieran hacer algo, escribió a las Hermanas en Sevilla pidiendo que rezaran por mí.

–¿Qué hicieron ellas?

–Teodoro Molina: Le respondieron que rezarían por mí, y le enviaron una reliquia y una novena, así que toda la familia nos pusimos a rezar.

–¿Hacía cuánto tiempo que había perdido la visión?

–Teodoro Molina: Hacía unos cuatro o cinco meses

–¿Y cuánto tiempo estuvieron rezando?

–Teodoro Molina: Cuatro o cinco días. A la semana siguiente de recibir la novena, iba en el autobús a Madrid con mi madre. Teníamos cita con el médico en el hospital Ramón y Cajal. Cuando íbamos de viaje, me tapé el ojo bueno y podía ver con el malo. Se lo dije a mi madre, y no se lo creía, pero me dijo que esperáramos a llegar al hospital y que ya el doctor nos diría que había pasado. Al llegar, la doctora Beltrán me hizo una prueba retinográfica, que consiste en que te introducen un líquido por el brazo que reacciona por la sangre, y con él comprueban si circula la sangre. Y la doctora vio que la arteria de mi retina no estaba obstruida.

–Y, ¿qué dijo la doctora Beltrán?

–Teodoro Molina: No se lo explicaba, y no sabía por qué se había curado. Y entonces nos mandó al doctor Guardiola, que me había atendido en el hospital de La Paz, también de Madrid.

–¿Qué determinó?

–Teodoro Molina: Me analizó y vio que estaba bien. Me dijo que no sabía quién me había hecho esto, como diciendo que había sido algo sobrenatural, porque ellos no habían hecho nada porque no había tratamiento para curar eso. Entonces llamamos a Sevilla, a las Hermanas de la Cruz, para decirles que ya veía. Ellas llamaron al postulador de la causa de canonización de Sor Ángela de la Cruz para que se pusiese en contacto conmigo. Entonces tuve que volver a todos los médicos que había visitado para que testificaran que yo había perdido la visión y que la había recuperado sin ninguna explicación racional. Todos estaban sorprendidos, y algunos llegaron a decir que era un milagro, porque no era una cosa normal y que la medicina no podía haberme curado.

–Usted es católico. Pero este milagro, ¿le ayudó a creer más? ¿Fue un cambio radical en su vida?

–Teodoro Molina: No, realmente no. Yo soy católico, y lo he sido desde chiquitín, porque mis padres y mi abuela me han enseñado a serlo y siempre he ido a misa. Cuando me ocurrió el milagro, tampoco tuve más fe ni nada; sólo que doy gracias todos los días por lo que me ocurrió.

El caso de Teodoro fue enviado de inmediato a Roma para ser estudiado por la Consulta Médica de la Congregación para las Causas de los Santos.

El pasado 20 de diciembre se procedió en Roma a la lectura del decreto del milagro que se atribuye a la fundadora de la Compañía de la Cruz, con lo que se cerró este trámite del proceso de canonización. El proceso en sí está previsto que se clausure una vez que se reúna el Consistorio de Cardenales en marzo, y con casi total seguridad, Sor Ángela de la Cruz será elevada a los altares el 4 de mayo en la plaza de Colón de Madrid por Juan Pablo II.

Actualmente Teodoro tiene veintiocho años y es policía local en Villamayor de Santiago (Cuenca). Está casado con María Teresa Rubio y tiene un hijo de dos años.

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ZENIT Staff

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