Mensaje del Papa al Congreso Continental sobre Iglesia e Informática

MONTERREY, 3 abril 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pedido al cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, que haga llegar su saludo a los participantes en el Congreso Iglesia e Informática (Monterrey, 2-5 de abril de 2003) a través de una carta.

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Este es el texto de la misiva pontificia que fue leído este miércoles por el arzobispo Giuseppe Bertello, nuncio apostólico de Su Santidad en México, en una celebración eucarística en la que participaron los congresistas.

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26 de marzo de 2003

Monseñor John Patrick Foley,
Presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales

Señor Arzobispo:

1. Me complace transmitir el cordial saludo de Su Santidad Juan Pablo II a los participantes en el Congreso Continental sobre Iglesia e Informática, que se celebra en Monterrey, organizado por el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales y el CELAM, con la colaboración de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Arzobispado de dicha ciudad. Este saludo se hace extensivo a quienes asisten a la Reunión Continental de la RIIAL (Red Informática de la Iglesia en América Latina) y al Encuentro Continental de Comisiones Episcopales de Comunicación Social, que tienen lugar respectivamente antes y después de dicho Congreso, tres eventos directamente relacionados con el servicio a la Nueva Evangelización.

Estas jornadas están dedicadas a reflexionar sobre las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información, así como sobre sus efectos en el contexto del cambio cultural, entre cuyos principales protagonistas se pueden contar estos medios. La Iglesia ha mantenido constante la preocupación por la transmisión de la fe y hoy apela a la solicitud de todos en un esfuerzo evangelizador que cuente con los nuevos instrumentos de comunicación cuyo soporte es la informática, sin olvidar aquellos medios de siempre gracias a los cuales la evangelización ha llegado hasta los confines de la tierra. La Iglesia está en el corazón de todos los medios, de los más antiguos y de los más modernos, porque son «dones de Dios» según designio de la divina Providencia e instrumentos para contemplar la grandeza del Creador, para llevar su obra a todas las naciones; y para unir fraternalmente a los hombres en orden a colaborar así con su voluntad salvífica (cf. «Communio et progressio», 2).

2. Nuestro tiempo ha sido definido como el tiempo de la comunicación, y ésta se ha convertido en el principal elemento configurador de aquella visión unitaria y orgánica del saber que ha de conformar la nueva cultura del milenio que hemos comenzado. «La cultura es de por sí comunicación no sólo y no tanto del hombre con el ambiente que está llamado a señorear (cf. Gn 2,19-20) cuanto del hombre con los demás hombres. (…) Por tanto, la fe y la cultura están llamadas a encontrarse y a interactuar precisamente en el terreno de la comunicación: la realización concreta del encuentro y de la interacción, y de su intensidad y eficacia, en gran medida dependen de la idoneidad de los instrumentos empleados en la comunicación» (Mensaje de la XVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1984). No se ha de olvidar que esta nueva cultura «nace, aun antes que de los contenidos, del hecho mismo de que existen nuevos modos de comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos psicológicos» («Redemploris missio», 37).

3. La complejidad del sistema de comunicaciones en el que nos movemos –Internet es una muestra más de ello– produce perplejidad ante lo real, ante lo que nos rodea y ante quienes nos rodean. La pregunta que las nuevas tecnologías plantean por el hombre, el cual se ve inmerso en un mundo tecnologizado, sigue siendo la pregunta por el sentido de la vida: «¿quién soy? ¿de dónde vengo y a dónde voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué hay después de la vida?» (ibíd. 1) y en cualquier período, la Iglesia ofrece la única y definitiva respuesta satisfactoria a las preguntas más profundas del corazón humano: el mismo Jesucristo «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación» («Gaudium el spes», 22).

Por tanto, los cristianos nunca deben permanecer callados, recordando que el Señor nos ha confiado la palabra de salvación que anhela todo corazón humano. Este Congreso –y las reuniones especializadas que lo acompañan–, que con acierto y creatividad ha elegido el tema «Hacia una red humana de respuestas y ayudas», asume sin duda estas inquietudes y se espera del mismo unas respuestas válidas que se han de integrar a las de la Iglesia en su papel indeclinable de dar sentido al acontecer cotidiano y a la marcha de la humanidad y de la historia.

4. El tiempo de la Iglesia es también el tiempo de las nuevas formas de comunicación. La transmisión de la fe a los hombres de hoy es un proceso que incluye, ineludiblemente, la comunicación y sus medios como uno de los ejes principales. Una vez más, damos gracias a Dios por tantos esfuerzos, tantas novedades o laudables iniciativas que han nacido en el seno de la humanidad y de la Iglesia, y que llenan con la Buena Nueva del Evangelio los espacios reales e imaginarios de la red. En este contexto es oportuno recordar que la comunicación favorece la comunión y la comunión favorece la comunicación. La Iglesia es experta en humanidad y, por lo tanto, debe serlo en comunicación para servir mejor a la causa de Dios y a la causa del hombre.

Hay que agradecer a la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RlIAL), bajo el acompañamiento siempre alentador del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales y del CELAM, el haber sabido amparar las inquietudes continentales ante las novedades comunicacionales y tecnológicas hasta este foro, que debiera ser ejemplo y modelo de profunda comunión y de fiel cumplimiento del mandato del Señor de anunciar el Evangelio a todas las naciones (cf. Mt 28,19-20). Una Red, dentro de la gran red de la humanidad, que se convierta en permanente agencia de sentido, que ofrezca como contenidos al hombre de hoy respuestas certeras y que siempre esté dispuesta a dar razones de nuestra esperanza (cf. 1 Pe 3,15).

En esta circunstancia, el Santo Padre pide al Señor, por intercesión de la Virgen de Guadalupe, que este Congreso que tiene lugar en la llamada «era de la información», ayude a incrementar la unidad y comunión dentro de la Iglesia, a fin de que los medios de comunicación social estén siempre al servicio de la Nueva Evangelización al inicio del tercer Milenio cristiano. Con esta viva esperanza imparte con afecto a todos los presentes la Bendición Apostólica.

Unido a los sentimientos del Santo Padre, aseguro mi plegaria para el buen éxito de la reuniones y aprovecho esta ocasión para renovarle, Señor Arzobispo, los sentimientos de mi consideración y estima en Cristo.

Cardenal Angelo Sodano
Secretario de Estado de Su Santidad

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ZENIT Staff

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