KUWAIT CITY, 9 abril 2003 (ZENIT.org – Avvenire).- Los países de la Península Arábiga tienen un arraigado rechazo hacia el mundo occidental, al que ven como un invasor. La incomprensión mutua podría salvarse desde la educación y eliminando el fundamentalismo de la región, según explicó el nuncio apostólico en Kuwait.
Desde hace tres años, el arzobispo piamontés Giuseppe De Andrea, nuncio apostólico en Kuwait, Bahrein y Yemen, con larga experiencia en la ONU, reside en estos territorios donde los infieles, para sus habitantes, «somos nosotros».
–¿Qué amplitud tiene la comunidad católica en Kuwait?
–Monseñor De Andrea: Al menos cien mil personas, cien mil «expatriates».
–¿Qué quiere decir?
–Monseñor De Andrea: Les llaman así a los católicos: expatriados o inmigrantes. Porque de hecho lo son.
–¿De dónde proceden?
–Monseñor De Andrea: De la India, Filipinas, Pakistán, Sri Lanka, Egipto. En Arabia Saudita hay un millón, en Qatar al menos cuarenta mil.
–¿Ningún kuwaití?
–Monseñor De Andrea: Imposible. Si se convirtiera, perdería gran parte de los derechos civiles. Los «expatriates» no pueden obtener la ciudadanía, ni tener propiedades, ni aunque pasaran aquí toda la vida. Hay alguno que se convierte, pero lo hace en secreto, salva las apariencias.
–¿Cómo se trata a los cristianos? ¿Se les persigue?
–Monseñor De Andrea: No. En Kuwait City hay un vicariado apostólico con un obispo –el maltés Mikallef– y una catedral, la de la Sagrada Familia. Una hermosa iglesia, pero se ha quedado muy pequeña: los fieles no caben; hay problemas en la comunión porque quien está dentro debe salir para permitir el acceso a los que se han quedado fuera.
He pasado la Pascua en Dubai. El Viernes Santo había de ocho a diez mil personas en la iglesia. Lo mismo ocurre aquí. Una vez al mes, se reúnen en una vigilia de oración que empieza a las 9 de la noche y acaba a las 5 de la mañana. La misa del domingo se celebra el viernes, que es día festivo. El domingo aquí se trabaja. La fe existe, como ve; el problema está donde no podemos llegar, como Arabia Saudita.
–¿Son muchas las limitaciones?
–Monseñor De Andrea: Es difícil evangelizar. Es difícil incluso difundir libros litúrgicos o de pensamiento cristiano. Para importarlos hace falta el permiso del gobierno. De vez en cuando los gobiernos dan algún paso. En Qatar nos han concedido terreno, y también a los protestantes y ortodoxos. Construiremos iglesias, centros, locales.
Desde que estoy aquí, he consagrado dos iglesias, una en Dubai y otra en los Emiratos. En Yemen va un poco mejor porque el gobierno ha acogido cuatro centros de las religiosas de la Madre Teresa y un grupo de salesianos.
–¿Qué piensan de los occidentales en la Península Arábiga?
–Monseñor De Andrea: Tienen una memoria de elefante. Para ellos la palabra «cruzada» tiene de verdad un sentido. Occidente es por antonomasia un intruso, un invasor. Ha sucedido incluso en un estado laico como Irak. Me sorprende que Estados Unidos no lo hubiera tenido en cuenta: estaban convencidos de que serían acogidos como los liberadores y en cambio la realidad se está revelando muy diferente.
–¿Existe el peligro del choque de civilizaciones del que habla el historiador Huntington y que la Santa Sede teme que pueda degenerar en un conflicto de religiones?
–Monseñor De Andrea: El peligro existe y ha sido en gran manera infravalorado. Temo, más que un conflicto, una hostilidad sorda. Occidente ha encontrado alianzas en aquel 2-3% de la Península Arábiga que detenta el poder político y financiero, pero esto no quiere decir que estos sean países aliados, son poderes aliados. La gente corriente no piensa así.
–¿Cómo piensa?
–Monseñor De Andrea: Como se le enseña en la mezquita. Aquí hay un gran fundamentalismo, la escuela coránica walhabi es la predominante. Un niño de cinco años aprende desde muy pequeño que el occidental es un enemigo, no tiene los instrumentos para considerarlo de otra manera.
–¿Qué es lo que no toleran de Occidente?
–Monseñor De Andrea: Hay una oposición profunda, diría étnica, a la que se añade el sutil velo islámico, pero el fenómeno está mucho más arraigado de lo que se pueda pensar. La superioridad tecnológica occidental ha sido desde siempre vivida como una amenaza, aunque todos sepan bien que sin la tecnología de Occidente, en pocos años volverían a estar con los camellos en la arena.
Por lo tanto, necesitan de Occidente para conservar su prosperidad, sobre todo en Kuwait, en los Emiratos, en Qatar, pero al mismo tiempo lo temen y lo detestan, sobre todo la gente corriente. En algunas mezquitas –no en las kuwaitíes, porque aquí las predicaciones están reguladas y controladas por el Estado–, los imanes pintan a Occidente como el reino de la pornografía, de la música, de la corrupción, el reino de Satanás que amenaza directamente a su identidad.
–No he visto sin embargo manifestaciones anti-estadounidenses en Kuwait, como las que en cambio hay en Egipto, Jordania o Pakistán.
–Monseñor De Andrea: No las permitirían. Este es un Estado paternalista, con un gobierno familiar que distribuye la riqueza. No hay peligro de revolución en Kuwait porque el Estado proporciona luz, teléfono y gas gratuitamente, paga la escuela, la sanidad y a los 40 años se puede uno jubilar. El gobierno es favorable a la guerra, como muchos estados de la Liga Árabe, a cambio de que la hagan otros. Saddam Hussein es un enemigo, les ha invadido, pero no sé si todos los kuwaitíes están contra él.
–¿Cómo es posible que los estadounidenses no lo hayan entendido?
–Monseñor De Andrea: He pasado 41 años en Estados Unidos. Amo aquel pueblo y sé que es ingenuo. No es arrogante como se piensa, pero quizá se fía excesivamente de su pragmatismo. Desde hace algunas décadas ya nadie se pregunta en Estados Unidos si una cosa es buena o justa, sino si es útil, si funciona. No son así en cambio los ingleses o los franceses, que gozan de antiguas tradiciones, han tenido las colonias, saben comprender, mediar. Y luego está el beneficio, que ha hecho cerrar cien ojos a todos desde tiempos del Imperio Otomano. Gran parte del mundo árabe ha sido diseñado por los occidentales con líneas rectas en los mapas.
–El beneficio lo han hecho también los señores del petróleo, el valiosísimo «Arabian Light» que corre como un océano bajo el Golfo…
–Monseñor De Andrea: Ciertamente también los árabes aprecian el beneficio. Veo una juventud kuwaití llena de automóviles, relojes rolex, privilegios, casas en Suiza. Y sin una sola idea, sin un verdadero futuro. Es una pena, porque es una hermosa juventud.
–¿Cómo superar esta incomprensión entre los dos mundos?
–Monseñor De Andrea: Partiendo desde cero, de la educación. Apagando el fuego del fundamentalismo, donde quiera que esté, aprendiendo a mirar las cosas desde la otra orilla, tratando de comprender las razones del otro, del infiel.
–¿Qué piensa de la guerra en curso?
–Monseñor De Andrea: Que hay una orgía de sangre en la televisión, que habría que verla menos, porque se convierte en una droga, crea dependencia, quita valor a la vida. Estoy muy preocupado por el efecto que una dosis tan fuerte de horror cotidiano puede producir en todos. Por no hablar de la información, que me parece demasiado partidista, tanto la occidental como la árabe.