La encíclica más íntima de Juan Pablo II

«Ecclesia de Eucharistia» deja espacio a las confesiones personales del pontífice

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CIUDAD DEL VATICANO, 17 abril 2003 (ZENIT.org).- La encíclica «Ecclesia de Eucharistia», publicada por Juan Pablo II este Jueves Santo, es la encíclica más personal de las catorce que ha publicado en estos casi 25 años de pontificado.

La carta presenta pasajes de fuerte carga poética, armonizados por momentos en los que el pontífice «confiesa» al lector su pasión por la Eucaristía. Se trata de un estilo testimonial que no es común a este tipo de documentos pontificios.

Definida por la presentación ofrecida por la Sala de Prensa de la Santa Sede como «un documento relativamente breve (78 páginas en la versión distribuida por el Vaticano) pero denso en sus aspectos teológicos, disciplinares y pastorales», la encíclica es un texto de seis capítulos, más introducción y conclusión, y 104 notas al pie de página, en su mayoría sacadas del Concilio Vaticano II.

Se nota, más que en otras encíclicas, que el Papa se implica de manera muy personal en lo que escribe. Lo hace ofreciendo notas autobiográficas, citas poéticas, metáforas o temas particularmente personales, o con aportaciones inesperadas, como la decisión de dedicar el último capítulo a María, a la que define mujer «eucarística».

El Papa «confiesa» al lector la importancia de la Eucaristía en su ministerio.

«Desde que inicié mi ministerio de Sucesor de Pedro, he reservado siempre para el Jueves Santo, día de la Eucaristía y del Sacerdocio, un signo de particular atención, dirigiendo una carta a todos los sacerdotes del mundo. Este año, para mí el vigésimo quinto de Pontificado, deseo involucrar más plenamente a toda la Iglesia en esta reflexión eucarística», reconoce el Papa.

Los recuerdos del Papa ligados a la Eucaristía se expresan en el punto número siete, en el que el Papa hace saber que «cuando pienso en la Eucaristía, mirando mi vida de sacerdote, de obispo y de sucesor de Pedro, me resulta espontáneo recordar tantos momentos y lugares en los que he tenido la gracia de celebrarla».

El Papa cita la iglesia de Niegowic, dónde desempeñó su primer encargo pastoral, así como «la colegiata de San Florián en Cracovia, la catedral de Wawel, la basílica de San Pedro y muchas basílicas e iglesias de Roma y del mundo entero».

Esta experiencia, reconoce con tonos tanto íntimos como poéticos, le han permitido descubrir de manera más clara el «carácter cósmico».

«¡Sí, cósmico!», subraya dirigiéndose al lector que pudiera sorprenderse por la expresión «Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo. Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la creación».

La gratitud es otro de los sentimientos que destila la encíclica. El Papa reconoce que con esta carta reanuda el hilo de las primeras consideraciones que hizo entorno al Misterio eucarístico en los primeros años de su ministerio apostólico en la Cátedra de Pedro «con el corazón aún más lleno de emoción y gratitud, como haciendo eco a la palabra del Salmista: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre»».

La ayuda de uno de los hombres más decisivos de este pontificado, el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es fácil de descubrir también en algunos pasajes, especialmente en los capítulos cuarto y quinto, en los que se recuerdan principios teológicos y medidas disciplinares que permitirán redescubrir la importancia del sacramento.

El cardenal alemán en los últimos años ha advertido ante el riesgo de banalizar la celebración del sacramento y en su último libro publicado en Italia, «El Dios cercano» («Il Dio vicino», Edizioni San Paolo), recuerda que sin la Eucaristía la Iglesia se convierte en un simple museo.

Juan Pablo II, que inicio su ministerio con la encíclica «Redemptor Hominis», centrada en Jesucristo, «centro del cosmos y de la historia», recoge ahora en la presencia real de Cristo en la Eucaristía los temas que más le han preocupado en este cuarto de siglo y que considera decisivos para el futuro de la Iglesia.

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ZENIT Staff

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