MADRID, 3 mayo 2003 (ZENIT.org).- La llamada a la vocación, especialmente al sacerdocio y a la vida consagrada, ha sido el núcleo central de la Vigilia con los jóvenes que presidió Juan Pablo II en la tarde de este sábado.
El esquema lo marcaron los misterios del Rosario. Tras la introducción del arzobispo de Valladolid y presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, monseñor Braulio Rodríguez, la celebración discurrió con momentos muy emotivos, especialmente con los testimonios personales de varios jóvenes.
El Papa quiso recorrer, nada más llegar a Cuatro Vientos, el aeródromo de punta a punta para saludar a los jóvenes, que según fuentes de la policía eran más de 700.000, aunque Televisión Española afirmó que eran más de un millón.
En un ambiente distendido, el Santo Padre se permitió salirse del protocolo en más de una ocasión, especialmente para hacer un paralelismo con la Jornada de la Juventud de Toronto (Canadá) de julio pasado.
Ya desde sus primeras palabras, las ovaciones impidieron al Papa terminar la mayoría de las frases de su discurso.
Fueron especialmente emotivos los testimonios de una joven novicia de 28 años de la Compañía de las Hermanas de la Cruz (cuya fundadora, sor Ángela de la Cruz, será beatificada mañana): «Todo lo he dejado por Cristo. Y tengo que confesar que soy muy feliz, no me cambio por nada ni por nadie».
Un diácono de 27 años, que será ordenado sacerdote dentro de una semana, afirmó: «No sabe qué impresión me causaron sus palabras: no tengáis miedo de ser santos».
Otro de los testimonios fue el de un jovencísimo estudiante de Arquitectura consagrado a María, cuyo hermano murió en el atentado terrorista en Omagh, Irlanda en 1998, cuya vida cambió al ver el ejemplo de su familia, que perdonó a los asesinos.
A ellos Juan Pablo II quiso añadir el suyo: «Yo fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Desde entonces han pasado 56. Al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos!».
El discurso del Papa tuvo momentos de diálogo con los jóvenes fuera de protocolo que han despertado ovaciones, incluso de populares «olas» entre los miles de asistentes, a las que se han sumado incluso algunos obispos presentes.
«56 y 26 años… entonces, ¿cuántos años tiene el Papa? Pues casi 83, ¡un joven de 83 años!», respondió el Papa creando un diálogo cómplice con su público.
Y en otro momento, ante los gritos de «Quédate», respondió: «Quedan tres horas hasta la medianoche, ¡pero nos vemos mañana!».
Tuvo otro momento de picardía durante los saludos: «saludo a monseñor Estepa… ¿no sabéis quién es? pues es el arzobispo castrense».
En las primeras filas, seguían el acto Sus Altezas Reales el Príncipe de Asturias, y los Duques de Lugo y de Palma, así como el ministro de Defensa, Federico Trillo, y otros miembros del Gobierno, altos cargos militares.
Como siempre sucede en los actos pontificios, muy de cerca se encontraba un nutrido grupo de enfermos, discapacitados y sordomudos. Estos últimos siguieron las palabras del Papa por traducción simultánea.
Los gritos más coreados entre los centenares de miles de jóvenes fueron: «¡Éstos son los jóvenes del Papa!» y «¡Que bote Cuatro Vientos!».
Amenizaron la Vigilia el cantante Diego Torres, con su canción «Color Esperanza», la cantaora flamenca Niña Pastori, y varios coros de toda España, que han cantado composiciones de Ignacio Yepes, hijo del famoso compositor y guitarrista Narciso Yepes.
La Vigilia duró casi dos horas más de lo previsto por la organización.