El padre Jairo Garavito se encontraba en su parroquia de la aldea Yerbabuena, en zona rural de Chía, donde fue atacado por dos hombres que al parecer querían robarle un coche y un televisor.
El sacerdote murió por asfixia provocada por sus asesinos que utilizaron para ahogarle el cordón de su hábito, según fuentes de la policía local.
«Luego sedaron con una droga alucinógena a una empleada que se encontraba en la casa con el religioso con el fin de evitar que los reconocieran», añadió un portavoz de la Policía Cundinamarca.
Este viernes era evidente la conmoción de los habitantes de Chía, quienes destacaban la labor del presbítero al servicio de los más necesitados. Colombia se ha convertido en uno de los países más peligrosos para sacerdotes, a causa de los asesinatos atribuidos a grupos guerrilleros y a la delincuencia común.