BANJA LUKA, 22 junio 2003 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Juan Pablo II en la misa de beatificación de Ivan Merz (1896-1928), junto al convento de la Santísima Trinidad en Banja Luka.
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1. «Vosotros sois la luz del mundo». Esta afirmación, queridos hermanos y hermanas, nos la repite hoy Jesús, en nuestra asamblea litúrgica. No es una simple exhortación moral. Es una constatación, que expresa una exigencia fundamental que se deriva del Bautismo recibido. En virtud de este Sacramento, de hecho, el ser humano forma parte del Cuerpo místico de Cristo (Cf. Romanos 6,3-5). El apóstol Pablo afirma: «todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo» (Gálatas 3, 27). Por este motivo –y con razón– Agustín exclamaba: «Alegrémonos y demos gracias: no sólo nos hemos convertido en cristianos, sino en Cristo… Sorprendeos y alegraos: nos hemos convertido en Cristo» («In Ioann. Evang. tract.», 21, 8: «CCL» 36, 216).
Cristo es la «luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Juan 1, 9). El cristiano, por ello, está llamado a convertirse a su vez en reflejo de esta Luz, siguiendo e imitando a Jesús. Por esto, escuchará y meditará su palabra, participará de mancera consciente y activa en la vida litúrgica y sacramental de la Iglesia, practicará el mandamiento del amor sirviendo a los hermanos, especialmente a los pequeños, los pobres y a los que sufren.
2. Saludo con afecto al obispo de Banja Luka y presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Franjo Komarica, y le doy las gracias por las palabras cordiales que me ha dirigido al inicio de esta celebración eucarística. Mi deferente pensamiento se dirige, a continuación, a los demás obispos de Bosnia-Herzegovina, en particular al señor cardenal Vinko Pulijc, arzobispo de Vrhbosna y originario de esta diócesis, y a los demás cardenales y obispos que nos acompañan. Un saludo en el Señor a todos los peregrinos reunidos de las diferentes partes del país y de las naciones cercanas.
Envío un fraterno saludo a Su Beatitud el patriarca Pavle y a los miembros del Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa serbia. El nuevo vigor que, en tiempos recientes, ha alcanzado nuestro camino hacia la mutua comprensión, el respeto recíproco y la fraterna solidaridad son motivo de alegría y esperanza para esta región.
Mi pensamiento se dirige también a los fieles de las demás comunidades eclesiales de Bosnia y Herzegovina, así como a los fieles de la comunidad judía y de la comunidad islámica.
Saludo a los señores miembros de la presidencia de Bosnia y Herzegovina y a todas las demás autoridades civiles y militares. Aprecio mucho vuestra presencia y os doy las gracias por todo lo que habéis hecho para organizar mi visita a vuestra tierra.
Y a vosotros, queridos hijos de esta Iglesia peregrina en Bosnia y Herzegovina, abro de par en par mis brazos para acogeros y deciros que tenéis un lugar importante en el corazón del Papa. Él pone constantemente en la oración ante el Señor el sufrimiento que todavía hace pesado vuestro caminar y comparte con vosotros la esperanza en la espera de días mejores.
Desde esta ciudad, marcada en el curso de la historia por tanto sufrimiento y sangre, pido al Señor omnipotente que tenga misericordia de las culpas cometidas contra el hombre, su dignidad y su libertad, también por los hijos de la Iglesia católica, e infunda en todos el deseo del perdón recíproco. Sólo en un clima de auténtica reconciliación la memoria de tantas víctimas inocentes y su sacrificio no serán vanos y nos alentarán a construir relaciones nuevas de fraternidad y comprensión.
3. Queridos hermanos y hermanas, el justo, inundado por la luz divina, se convierte a su vez en antorcha que resplandece y da calor. Es lo que nos enseña hoy la figura del nuevo beato Ivan Merz.
Joven brillante, supo multiplicar los ricos talentos naturales de los que estaba dotado y obtener numerosos éxitos humanos: se puede decir que su vida fue un éxito. Pero el motivo por el que hoy es inscrito en el registro de los beatos no es éste. Lo que le introduce en el coro de los beatos es su éxito ante Dios. La gran aspiración de toda su vida, de hecho, fue la de «no olvidarse nunca de Dios, desear unirse siempre a Él». En toda su actividad, buscó «el sublime conocimiento de Jesucristo» y se dejó «conquistar» por Él (Cf. Filipenses 3, 8.12).
4. En la escuela de la liturgia, fuente y culmen de la vida de la Iglesia (Cf. «Sacrosanctum Concilium», 10), Ivan Merz creyó hasta la plenitud de la madurez cristiana y se convirtió en uno de los promotores de la renovación litúrgica en su Patria.
Participando en la misa, alimentándose del Cuerpo de Cristo y de la Palabra de Dios, encontró el empuje para convertirse en apóstol de los jóvenes. No es casualidad que escogiera como lema «Sacrificio – Eucaristía – Apostolado». Consciente de la vocación recibida en el Bautismo, hizo de su existencia una carrera hacia la santidad, «elevada medida» de la vida cristiana (Cf. «Novo millennio ineunte», 31). Por este motivo, como afirma la primera lectura, «no desaparecerá su recuerdo, su nombre vivirá de generación en generación» (Eclesiástico 39, 9).
5. El nombre de Ivan Merz ha supuesto un programa de vida y de acción para toda una generación de jóvenes católicos. ¡También hoy debe seguir siéndolo! Vuestra patria y vuestra Iglesia, queridos jóvenes, han vivido momentos difíciles y ahora es necesario trabajar para que la vida se reanude plenamente a todos los niveles. Me dirijo, por tanto, a cada uno de vosotros para invitaros a que no os echéis atrás, a que no cedáis a la tentación del desaliento, y a que multipliquéis las iniciativas de manera que Bosnia y Herzegovina vuelva a ser tierra de reconciliación, de encuentro y de paz.
¡El futuro de estas comarcas también depende de vosotros! No busquéis en otro lugar una vida más cómoda, no huyáis de vuestras responsabilidades esperando que otros resuelvan los problemas, poned más bien remedio al mal con la fuerza del bien.
Al igual que el beato Ivan, buscad el encuentro personal con Cristo, que ilumina con una nueva luz la vida. ¡Que el Evangelio sea el gran criterio que guía vuestras orientaciones y vuestras decisiones! De este modo, os convertiréis en misioneros con vuestros gestos y palabras y seréis signos del amor de Dios, testigos creíbles de la presencia misericordiosa de Cristo. No olvidéis: «No se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín» (Mateo 5, 15).
6. Queridos hermanos y hermanas que participáis con tanto fervor en esta celebración, ¡Que la paz de Dios Padre, que supera todo sentimiento, custodie vuestro corazón y vuestro espíritu en el conocimiento del amor de Dios y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo!
Es la oración y el auspicio que, por intercesión del beato Ivan Merz, eleva hoy el Papa para vosotros y para todos los pueblos de Bosnia-Herzegovina.
[Traducción del original en croata realizada por Zenit]