La libertad religiosa, indicio del respeto a otros derechos humanos

Entrevista con Attilio Tamburrini, director de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Italia

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ROMA, 26 junio 2003 (ZENIT.org).- La libertad religiosa está en una situación crítica en diversos puntos del planeta, como revela el «Informe 2003 sobre Libertad Religiosa en el Mundo» elaborado por «Ayuda a la Iglesia Necesitada» (AIN).

Presentado en la mañana de este jueves en Roma, el estudio –en su quinta edición–, elaborado por la sección italiana de la organización, es uno de los más completos en la valoración de las violaciones del derecho a la libertad religiosa y de conciencia y en la identificación de restricciones o prohibiciones jurídicas en la práctica de la fe en el panorama internacional.

En esta entrevista concedida a Zenit, Attilio Tamburrini –director de la sección italiana de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACS)– revela las razones que motivan la realización de un informe de estas características.

–¿Porqué Ayuda a la Iglesia Necesitada se ocupa de la libertad religiosa?

–Attilio Tamburrini: Nos ocupamos de la libertad religiosa porque creemos que no se trata de un derecho como los demás. En general se consideran antes los derechos democráticos y el resto de los derechos, después la libertad religiosa. Juan Pablo II, en un discurso al cuerpo diplomático, dio un vuelco completo a esta perspectiva sosteniendo que la libertad religiosa es una prueba para verificar si los demás derechos son más o menos respetados.

En otros términos, si se comprueba que la libertad religiosa es respetada, es posible que también los demás derechos lo sean: no ocurre automáticamente, pero es posible. Si no es así, el respeto de los demás derechos es formal, no sustancial. Por lo tanto, la libertad religiosa muestra la situación del respeto de los derechos humanos, en general, en el interior de un país.

–¿Qué criterios definen el derecho a la libertad religiosa?

–Attilio Tamburrini: Una de las declaraciones más amplias que define la libertad religiosa es la de las Naciones Unidas de 1981, en la que se describen todas las condiciones; además, están los acuerdos sucesivos a nivel de la Unión Europea, de la OCSE –Organización para la Cooperación y la Seguridad en Europa– y las declaraciones en las que se establecen una serie de condiciones que hacen posible juzgar si tal derecho está reconocido en un determinado país.

Estos criterios parten del primer principio, el de libertad de elección de religión –por lo tanto, el derecho a cambiarla o a no pertenecer a ninguna–, del derecho de las familias a educar a los hijos según su propia opción, del derecho a practicar públicamente en lugares de oración y, finalmente, del derecho, fundamentalmente reconocido por todos los organismos internacionales, a mantener relaciones incluso a nivel internacional con quienes comparten la misma religión.

Son criterios que nos permiten un examen en varios países, tanto de hecho como de derecho, puesto que puede haber legislaciones o Constituciones que otorguen la máxima libertad teórica pero que de hecho ésta sea impedida.

–¿Qué resultados se desprenden del informe 2003?

–Attilio Tamburrini: Hemos subdividido el mundo en áreas no geográficas, sino identificadas según las dificultades. Por lo que respecta a la libertad religiosa en el 2002, quisiera señalar algunas situaciones críticas.

China es uno de los casos más preocupantes. A una liberación desde el punto de vista económico le acompaña, en cambio, un mayor control desde el punto de vista ideológico y social, probablemente por el temor a que la liberalización económica pueda producir también fenómenos conexos.

En Kenia se empieza a registrar –es el primer caso en África– un fenómeno integrista de religiones tradicionales, puesto que se predica el cambio de religión de los cristianos, el alejamiento del Islam de los musulmanes y el retorno a la religión tradicional africana. Todo esto se impone con la violencia. Las mutilaciones genitales, por ejemplo, se requieren por ley. Se trata de un fenómeno incluso de naturaleza política, habiéndose presentado un partido a las elecciones.

En los países post-soviéticos se está verificando un fenómeno de radicalización antirreligiosa. En Bielorrusia, por ejemplo, está prohibido reunirse en las casas privadas para rezar sin autorización de la autoridad pública, o sea, se lleva al terreno de la concesión por parte del Estado el derecho al ejercicio de la libertad religiosa. En Rusia el problema de la libertad religiosa se está agudizando, dado que no es suficiente con registrarse a nivel nacional, sino que se necesita también el permiso de la autoridad local.

Oficialmente en Cuba no existe prohibición alguna, pero el trato que reciben los creyentes está a la vista de todos.

Por lo que respecta al Islam, persiste el problema de Arabia Saudita, donde no se puede no ser musulmán. Basta con pensar que los cristianos no pueden ni siquiera ser sepultados. Se ha llegado a un punto en que algunas embajadas han solicitado una parcela a la que han concedido la extraterritorialidad con el fin de enterrar a los no musulmanes.

Cierto fundamentalismo procedente de Arabia Saudita está influyendo en el África subsahariana, que históricamente ha tenido sólo imanes moderados.

En Sudán la situación tiende a empeorar con la continua persecución de los cristianos.

En Asia es especialmente grave la situación en Myanmar (antigua Birmania), donde ningún seminarista o sacerdote católico puede venir a estudiar en Roma. El permiso se concede sólo como emigrante con contrato de trabajo a condición de que el 10% del salario percibido en Italia se transfiera a la embajada de Myanmar.

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ZENIT Staff

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