Según explica el prelado, la Iglesia católica «cree que existen milagros de sanación», que son «signos del amor y del poder de Dios sobre nuestras vidas» y cuya autenticidad «sólo puede ser juzgada por la autoridad jerárquica de la Iglesia».
No pueden «ser proclamados por cualquier miembro de la Iglesia ni de cualquier manera». También afirma que «hay que estar prevenido para no caer en la tentación de publicitar la propia fe «sanadora», a través de la exhibición de posibles «milagros». El ejemplo de humildad y discreción de los santos, indica el verdadero camino a seguir en este sentido».
El texto completo del mensaje de monseñor Lona, titulado «Aclaración sobre las sanaciones verdaderamente milagrosas», es el siguiente:
1) La Iglesia Católica Apostólica Romana cree que existen milagros de sanación, que sobrepasan toda explicación y causa natural, y que son signos del amor y del poder de Dios sobre nuestras vidas.
2) Esos auténticos milagros no pueden ser proclamados por cualquier miembro de la Iglesia, ni de cualquier manera. La autenticidad de los milagros de sanación sólo puede ser juzgada por la autoridad jerárquica de la Iglesia.
3) Se descartan como milagros los casos de curaciones espontáneas que la ciencia médica puede explicar por causas naturales. Tampoco se consideran milagros las curaciones que pueden deberse a una situación psico-espiritual favorable.
4) Un verdadero milagro de sanación es un acto extraordinario del poder misericordioso de Dios. No debe confundirse con los efectos de la gracia santificante que Dios ofrece a todos en su Iglesia. Esta distinción es propia de la fe católica y es enteramente aceptada por el Movimiento de Renovación Carismática de la Iglesia Católica.
El milagro es una acción divina excepcional, a través de la cual Dios dispone para la recepción de dones espirituales. Sin embargo, la bondad divina pone al alcance de cada uno de nosotros todo lo que necesitamos para salvarnos, sin que ella ate ninguno de sus dones a obras milagrosas. Estas son excepcionales, responden exclusivamente a sus misteriosos designios y no es lícito a ninguno creer que bajo ciertas condiciones, Dios siempre intervendrá con sus milagros.
5) Por lo tanto, es erróneo afirmar que la fe del enfermo que pide ser sanado, y la fe del ministro que ora por él son causa suficiente para que Dios realice el milagro. Se pretendería así una especie de «obligatoriedad» por parte de Dios a responder con su obra milagrosa, como si el milagro de sanación fuese un acontecimiento «normal» del camino cristiano cuando se lo suplica con fe. Si tal fuera el caso, se trataría de un dominio ejercido por la criatura humana sobre el propio poder de Dios, creencia absurda, inaceptable para la razón y para la fe.
6) También es errónea y puede causar gran daño la afirmación de que si el milagro de sanación no se realiza, se debe a falta de fe de parte del enfermo, o de parte del ministro. El modelo de súplica llena de fe y esperanza nos lo brindó Jesús en el huerto de los olivos. «Padre, todo te es posible: aleja de mi este cáliz… pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». La aceptación total del plan de Dios, haya sanación o no, es nuestro mayor bien.
7) Por otra parte, hay que estar prevenido para no caer en la tentación de publicitar la propia fe «sanadora», a través de la exhibición de posibles «milagros». El ejemplo de humildad y discreción de los santos, indica el verdadero camino a seguir en este sentido.
8) Esta aclaración se hace necesaria hoy para defender la pureza de la fe del pueblo católico.
La Iglesia sigue presentando el Misterio Pascual de Jesucristo en toda su integridad. El Hijo de Dios se hizo hombre, aceptó sufrir hasta la muerte en la Cruz, y, venció el sufrimiento y la muerte con su Resurrección. Así nos acompaña para salvarnos, no sólo cuando nos sana, sino también cuando nos llama a seguirlo con nuestra cruz de cada día, puesta al lado de la suya, hasta la Gloria.
9) Pedimos a todos los sacerdotes de la Diócesis de San Luis que sean fieles intérpretes y expositores de esta «aclaración sobre las sanaciones verdaderamente milagrosas», en sus parroquias y en todo lugar donde se congregue el pueblo fiel.