Anunciar el «Evangelio de la vida», tarea apremiante de todo consagrado

Mensaje del Papa a los misioneros claretianos reunidos en capítulo general

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CIUDAD DEL VATICANO, 9 septiembre 2003 (ZENIT.org).- En un momento en que en la sociedad «se vislumbran no pocos signos de una difundida cultura de la muerte», todo consagrado tiene la urgente tarea de anunciar «el Evangelio de la vida», asegura Juan Pablo II.

Es el parte del mensaje que el pontífice dejó este lunes al encontrarse con los misioneros claretianos que en Roma celebran su XXIII capítulo general.

«Son momentos en que la vida, inmenso don del Padre, ha de ser defendida, cultivada y dignificada –aseguró el Santo Padre en su discurso–, sobre todo entre los más desamparados, a través de una palabra de esperanza y de abnegados gestos de acogida y solidaridad».

«Para que tengan vida» es el lema que desde el pasado 16 de agosto reúne a los 76 misioneros hijos del Corazón Inmaculado de María (claretianos) que el Papa recibió en audiencia en el palacio apostólico de Castel Gandolfo.

«Al reflexionar vosotros sobre el tema del Capítulo, os sentís llamados por el Señor Jesús a proclamar al Dios de la vida», les dijo el obispo de Roma, advirtiendo que el servicio misionero «ha de brotar de la íntima unión con el Señor que os envía y ser vivido en el camino de la entrega hasta la cruz que Él mismo ha recorrido».

«Se trata de una íntima comunión que debéis aprender del Corazón de María, fuente de la mejor respuesta y de la más auténtica adhesión al mensaje del Evangelio», explicó.

Asimismo, el Papa recomendó a los religiosos recorrer el camino misionero con el apoyo de «la escucha cotidiana de la Palabra» y «la participación en la Eucaristía», como hizo el fundador de esta Familia Misionera, San Antonio María Claret.

Por invitación del Santo Padre, los claretianos capitulares podrán también encontrar en las orientaciones contenidas en las Exhortaciones Postsinodales dirigidas a los diversos continentes y en la Carta apostólica «Novo millennio ineunte» una «adecuada comprensión de los signos de los tiempos y de la tarea evangelizadora» y «una espiritualidad apostólica centrada fundamentalmente en la persona de Jesús».

Durante la audiencia, Juan Pablo II felicitó al padre Josep María Abella Batlle por su reciente elección como Superior General y concluyó dando gracias a Dios por los dones con los que bendice esta congregación, como el de las vocaciones –«sobre todo en Asia y África, que el Instituto debe acoger dedicándose seriamente a su formación integral»– y el del martirio, e invocando la asistencia del Espíritu Santo sobre los religiosos capitulares.

La Familia Misionera fundada por San Antonio María Claret en la ciudad española de Vic en 1849 está formada actualmente por 17 obispos, 2.033 sacerdotes, 257 hermanos, 598 estudiantes profesos y novicios y 145 novicios, repartidos en 64 países –15 de África, 25 de América, 9 de Asia, 14 de Europa y 1 de Oceanía–.

Más información en www.claret.org.

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ZENIT Staff

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