MADRID, 16 septiembre 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- El cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, inauguró las II Jornadas para Estudios de las Causas de los Santos organizadas por la archidiócesis de Madrid.
En el encuentro, que se celebra del lunes al miércoles, asisten unos 200 especialistas de España y otros países europeos. El tema de las Jornadas, celebradas en el El Escorial es «El milagro en los procesos de canonización».
–La causa de Madre Teresa de Calcuta, ¿ha sido la más rápida de los últimos tiempos?
–Cardenal Saraiva: Sí, por varios motivos. La actual normativa canónica permite dar preferencia a las causas de aquellas regiones en los que no hay ningún santo o beato. Aunque la Madre Teresa no era natural de la India, vivió allí mucho tiempo, y se la puede considerar de ese país. Además, los miembros de las congregaciones fundadas por Madre Teresa han trabajado muy bien en equipo, y han preparado los 80 volúmenes de documentación en muy poco tiempo.
–En cualquier caso, ¿nos encontramos ante una mujer extraordinaria?
–Cardenal Saraiva: Quizás sea la figura más eminente de la hagiografía contemporánea. Produce una fascinación muy grande no sólo en la Iglesia, sino también entre los no creyentes. Universalmente está considerada como santa.
–¿Cuántas causas se encuentran actualmente en la Congregación?
–Cardenal Saraiva: Unas dos mil doscientas, que ya han acabado el proceso diocesano y están en Roma.
–Algunos consideran que se canonizan demasiados santos…
–Cardenal Saraiva: La Iglesia de hoy necesita modelos y ejemplos. Además, nuestro mundo no tiene valores y la sociedad se encuentra falta de ideales de hombre. La santidad es la proclamación de la excelencia humana y cristiana. En el fondo, la santidad no es más que la plenitud del hombre. De Jesucristo decimos que es el hombre perfecto porque es el Santo.
–Pero, ¿qué obtiene la Iglesia con una canonización?
–Cardenal Saraiva: El fruto principal para la Iglesia de toda beatificación o canonización es la gloria que con ella se da a Dios y, además, la gran cantidad de «milagros morales» que la acompañan. Cada canonización o beatificación va acompañada de una oleada de gracia que empuja a la conversión, a la fidelidad, que suscita el deseo de la santidad en otras personas. Producen un fruto espiritual extraordinario.
–En estas jornadas se ha hablado sobre el milagro. ¿Por qué la Iglesia pide ese signo para proclamar un beato o un santo?
–Cardenal Saraiva: Siempre se ha considerado el milagro como un sello con el que Dios garantiza la santidad de una persona. Además es un requisito necesario si se tiene en cuenta la fragilidad de las pruebas humanas. La investigación histórica de la vida de una persona, por muy bien hecha que esté, se queda siempre en la superficie: no puede analizar ni todos los momentos de la vida de un siervo de Dios ni sus convicciones íntimas. El milagro confirma lo que intuimos en la vida de una persona.
–¿La mayoría de los milagros son sanaciones de enfermedades?
–Cardenal Saraiva: Sí, y eso muestra cómo la obra redentora de Cristo alcanza no sólo el alma, sino también el cuerpo de las personas. Por eso en el milagro se anticipa, de alguna manera, el cielo nuevo y la tierra nueva.
–¿Cree que los milagros pueden ser entendidos por nuestro mundo, aparentemente tan escéptico?
–Cardenal Saraiva: El hombre contemporáneo busca lo sobrenatural. Por eso los milagros y la santidad producen una gran fascinación. Incluso las personas más críticas tienen que reconocer el hecho extraordinario.
–¿Es exigente la Iglesia para reconocer un milagro?
–Cardenal Saraiva: En nuestra Congregación vaticana se estudian con gran seriedad. Antes de que el Papa lo apruebe, el milagro habrá pasado por una comisión muy rigurosa de médicos o científicos especialistas, de teólogos y de cardenales y obispos.
–Para reconocer un milagro es necesario un dictamen médico o científico. ¿Quiénes lo realicen han de ser necesariamente católicos?
–Cardenal Saraiva: No. Muchas veces son agnósticos u de otras religiones. En el caso de santa Faustina Kowalska, se encargó a un judío de los Estados Unidos; en otros casos son agnósticos. En ese caso lo único que necesitamos es que nos digan que la curación no tiene una explicación natural.