CASTEL GANDOLFO, 21 septiembre 2003 (ZENIT.org).- La contemplación de los nuevos misterios del Rosario, los «misterios de la luz», revela el rostro de Dios, asegura Juan Pablo II en la recta final del año dedicado a esta oración.
El Santo Padre dedicó el encuentro de este domingo con los peregrinos, con motivo de la oración mariana del «Angelus» a preparar espiritualmente su peregrinación al Santuario de Pompeya, cerca de Nápoles, el 7 de octubre.
Los «misterios luminosos» fueron propuestos por el obispo de Roma a la meditación de los fieles en la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», con la que convocó el Año del Rosario, que concluirá el 19 de octubre, en el vigesimoquinto aniversario de pontificado.
Estos «misterios» de la vida de Cristo, que complementan los tradicionales misterios dolorosos, gloriosos, y gozosos, presentan momentos importantes de la vida pública de Jesús: el bautismo, las bodas de Caná, el anuncio del Reino, la Transfiguración en el monte Tabor, y la institución de la Eucaristía.
«Son momentos de revelación, es decir, misterios «luminosos», que dejan brillar el esplendor de la naturaleza divina de Dios en Jesucristo», explicó el Santo Padre.
«Es el tiempo en el que Jesús, con la potencia de la palabra y de las obras, revela plenamente el «rostro» del Padre celestial, inaugurando su Reino de amor, de justicia y de paz», insistió.
Recordando que el Rosario propone contemplar el amor de Cristo con los ojos de la Virgen María, la meditación papal se detuvo en el segundo misterio, el de las bodas de Caná, donde la presencia de María es más evidente.
«Ella hace saber al Hijo que falta vino; y cuando éste le responde que «su hora» no ha llegado todavía, le incita, con apremio materno, diciendo a los siervos: «Haced lo que él os diga»», evocó.
«De este modo, demuestra que intuye como ninguna otra persona las intuiciones profundas de Jesús –añadió–. Lo conoce de «corazón a corazón», pues conserva y medita desde el inicio cada uno de sus gestos y palabras».
«La Virgen es la primera y principal maestra de la oración cristiana: en su escuela se aprende a contemplar el rostro del Señor, a asimilar sus sentimientos, a aceptar sus valores con generosa coherencia», aseguró el pontífice.
La reflexión concluyó con una exhortación: «En estas últimas semanas del Año del Rosario, sintámonos más unidos que nunca en el rezo del santo Rosario, de manera particular por las familias y por la paz en el mundo».