ROMA, 11 septiembre 2003 (ZENIT.org).- De acuerdo con el cardenal nigeriano Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cuanto pide en este momento África a los países desarrollados es comprensión, colaboración y solidaridad.

«Hay una gran necesidad de comprensión entre Europa y África», declaró el purpurado en una entrevista concedida a la agencia «Sir» con vistas al encuentro organizado el próximo febrero en Lisboa por la COMECE (Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea) en colaboración con el SECAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar.

La cita se celebrará en torno al tema «África y la Unión Europea: socios en la solidaridad». Y es que «comprender ya es mucho, porque entender la dificultad en que se encuentra el otro ya es un buen comienzo», reconoció el cardenal Arinze.

Pero hay que intentar «ayudar sin controlar demasiado, porque todo Estado, aunque sea pequeño, tiene su dignidad», matizó.

Según el purpurado, «Europa debe desanimar a aquellos grupos que promueven divisiones en los países africanos y buscan apoyos para poner en marcha violentas rebeliones».

Además, hay grandes posibilidades de actuación en materia de educación, sanidad y desarrollo agrario; es un espacio de colaboración entre los dos continentes que se puede cubrir no sólo entre agencias gubernativas, sino a través de la Iglesia, asociaciones, organizaciones no gubernamentales, médicos y académicos, sugirió el cardenal Arinze.

Igualmente pide que Europa esté atenta «para no imponer políticas demográficas sobre las familias africanas, por ejemplo, sugiriendo que no tengan más de dos hijos», algo «injusto porque afecta la parte cultural, religiosa, social y la conciencia africana».

«La clave para resolver el problema de la superpoblación es sólo el desarrollo», recordó el purpurado.

Para el continente africano el apoyo de Europa también es necesario en cuanto a los métodos aplicados a la agricultura y a las modalidades comerciales, pero «Europa no debe controlar demasiado los precios de las materias primas producidas en África –cacao, café, aceite de coco— y no debe respaldar a personas corruptas».

Por otro lado, «no se puede negar que el alimento falta –continuó el cardenal Arinze--, pero las armas no faltan jamás. Países paupérrimos tienen siempre a su disposición armas muy modernas. ¿De dónde proceden?».

«Europa --y también Norteamérica-- debería plantearse esta cuestión. No se ayuda a un país vendiendo armas. Los países europeos deberían pararse en consideraciones éticas y no pensar sólo en intereses comerciales», concluyó.