CIUDAD DEL VATICANO, 10 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Con una exhortación a que la sociedad croata respete el valor sagrado de la vida y la familia Juan Pablo II recibió este sábado a unos siete mil croatas en el Aula Pablo IV en el Vaticano
Antes, el Papa había mantenido un breve encuentro con Ivica Racan, presidente de la República de Croacia. Con su peregrinación a Roma, los católicos croatas agradecieron al Santo Padre el viaje apostólico número 100 que realizó a tierras croatas el pasado mes de junio.
Racan aprovechó la ocasión para obsequiar al Papa un álbum fotográfico con las imágenes de aquel viaje y un libro con la historia de Croacia, país que vive un momento trascendente ante las elecciones legislativas del próximo 23 de noviembre.
Juan Pablo II, ante el recién creado cardenal Josip Bozanic –arzobispo de Zagreb y presidente del episcopado de Croacia– agradeció ante todo «la acogida tan calurosa» que siempre ha recibido en esta «amada patria».
Durante su paso por Dubrovnik –donde beatificó a Sor María de Jesús Crucificado Petkovic–, Osijek y Djakovo, Rieka y Zadar, Juan Pablo II pudo confirmar a los fieles croatas en la fe, «por la cual habéis dado un bello testimonio en medio de numerosas adversidades y sufrimientos», constató ante los presentes.
«Quise así –reconoció– sostener vuestra esperanza, a menudo puesta duramente a prueba, y animar vuestra caridad estimulándoos a perseverar en vuestra adhesión a la Iglesia en el nuevo clima de libertad y democracia restablecido trece años atrás».
Apelando a la capacidad de Croacia «para afrontar adecuadamente los desafíos del momento actual», Juan Pablo II expresó su deseo de que construya «una sociedad fundada en los valores religiosos y humanos que a lo largo de los siglos han inspirado a las generaciones que os han precedido».
Igualmente exhortó a que se construya una sociedad que «respete el carácter sagrado de la vida y el gran proyecto de Dios sobre la familia» y que promueva «el espíritu de comunión y de corresponsabilidad».
«El empeño por el hombre y por su auténtico bien saca fuerza también del Evangelio y, por lo tanto, forma parte de la misión de la Iglesia. Nada de cuanto es genuinamente humano puede resultar ajeno a los discípulos de Cristo», concluyó el Papa.