CIUDAD DEL VATICANO, 3 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el mensaje que el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, el cardenal Javier Lozano Barragán, difundió el lunes pasado por la celebración de la Jornada Mundial del Sida, instituida desde 1988 por la ONU.
* * *
MENSAJE PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL SIDA
1º Diciembre 2003
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
1. Mientras la comunidad internacional se prepara a celebrar también este año la Jornada Mundial del SIDA, en calidad de Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, deseo unirme a los esfuerzos e iniciativas que se realizan en todo el mundo en el marco tanto de la prevención como de la asistencia a los enfermos, para enviar en nombre de la Iglesia Católica, a las organizaciones e instituciones internacionales, a los gobiernos, a las organizaciones no gubernamentales, así como a las agencias y a las asociaciones católicas que están comprometidas en el territorio con el afán de detener el terrible flagelo, un Mensaje de amor y de esperanza a las familias y a las personas afligidas por el terrible mal.
2. En nombre del Santo Padre Juan Pablo II, os exhorto queridos hermanos y hermanas en Cristo, a fin de que, junto a vosotros hombres y mujeres de buena voluntad, no dejéis pasar en vano este momento propicio; aprovechad esta circunstancia favorable para estudiar y buscar juntos caminos nuevos y medios adecuados que lleven a la gente y en particular a los jóvenes, a adoptar comportamientos y costumbres de vida respetuosos de los auténticos valores de la vida y del amor. Se trata de presentar este camino maestro como prevención eficaz contra el contagio y la difusión del VIH/SIDA, ya que el fenómeno del SIDA es una patología del espíritu que, además del cuerpo, implica toda la persona, las relaciones interpersonales, la vida social y familiar y a menudo está acompañado por una crisis de los valores morales. Al respecto, Juan Pablo II manifiesta que “no estamos lejos de la verdad si afirmamos que, paralelamente a la difusión del SIDA se está manifestando algo así como una inmunodeficiencia en el ámbito de los valores existenciales, que debe ser reconocida como verdadera patología del espíritu.” (Discurso a los participantes en la IV Conferencia Internacional: Vivir: ¿para qué? El SIDA, 13-15 noviembre 1989, en Dolentium Hominum 13 (año V-n.1) 1990, n. 4, pág. 7).
3. Desde el punto de vista estadístico, la pandemia del VIH/SIDA aumenta de modo espantoso:
Según las estadísticas oficiales de UNAIDS, a fines del 2002
• 42 millones de personas viven con el VIH/SIDA, de las cuales 19,2 millones son mujeres y 3,2 millones son niños por debajo de 15 años;
• 5 millones de nuevas infecciones del VIH/SIDA en el 2002, de los cuales 2 millones son mujeres y 800 mil son niños por debajo de 15 años;
• 3,1 millones de personas han muerto de SIDA en el 2002, de las cuales 1,2 millones han sido mujeres y 610 mil niños por debajo de 15 años.
4. Desde la aparición de esta terrible enfermedad, respondiendo a la llamada del Santo Padre Juan Pablo II que estimulaba una mayor movilización de las fuerzas y de los recursos y un compromiso concreto de parte de la Iglesia tanto para prevenir como para asistir de diferentes modos a los enfermos de SIDA, la Santa Sede, las Conferencias Episcopales, las Diócesis, las Congregaciones religiosas, los Hospitales y los Centros socio-sanitarios, las Organizaciones y asociaciones católicas han redoblado sus esfuerzos para poner en marcha actividades e iniciativas incisivas y capilares con el fin de limitar el fenómeno, recordando sobre todo a la comunidad eclesial y a la sociedad en general, la importancia de respetar los valores morales y religiosos de la sexualidad y del matrimonio, como por ejemplo la fidelidad, la castidad y la abstinencia, y ofreciendo concretamente a los enfermos en sus variadas estructuras una digna asistencia humana, social, médico-sanitaria y espiritual.
5. El compromiso y la actividad de la Iglesia en los varios continentes se refieren a la prevención, a la educación y a la asistencia multiforme a los enfermos y a sus familiares.
En África (por ejemplo en Angola, Burundi, Camerún, Costa de Marfil, Ghana, Guinea, Mali, República Centroafricana, Senegal, Uganda, Zambia), la Iglesia lleva adelante programas educativos y pastorales a favor de la formación de los agentes sociales, pastorales y sanitarios, de sensibilización de las poblaciones, de ayudas humanitarias así como de asistencia domiciliaria y hospitalaria a los enfermos.
En América (por ejemplo en Canadá, Estados Unidos de América, México, Argentina, Ecuador, Haití, Honduras, Venezuela, Brasil), la Iglesia es promotora de campañas de sensibilización y de programas formativos con publicaciones ad hoc y asiste a los enfermos y a los huérfanos en los hospitales y en los hospicios.
En Asia (por ejemplo en India, Singapur, Taiwán, Malasia), la Iglesia sensibiliza a la opinión pública sobre el fenómeno del VIH/SIDA, sobre sus causas y riesgos, empleando los medios tradicionales y modernos de la comunicación, organizando incluso cursos ad hoc; asimismo, dispone de un programa específico de asistencia a los huérfanos y de atención a los enfermos a domicilio y de las casas de salud y hospitales.
En Europa (por ejemplo en Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Irlanda, Escocia, Inglaterra, Gales, Italia, Croacia, ex Yugoslavia), la Iglesia emplea periódicos, televisión, radio e internet para difundir los programas lanzados por las comisiones nacionales para prevenir, educar a las poblaciones, así como para asistir social, humana y pastoralmente a los enfermos en los hospitales y en los centros especializados en el tratamiento del SIDA.
En Oceanía (por ejemplo en Australia, Nueva Zelanda, Papua Nueva Guinea), la Iglesia ofrece una formación específica a los agentes sociales, pastorales y sanitarios y asiste a los enfermos en los hospitales y en los centros de atención.
Numerosos son los institutos religiosos y las asociaciones laicales que colaboran en la pastoral a favor de los enfermos de SIDA y en los lugares de sanación. Actividades y proyectos importantes y capilares son realizados por los Camilos en Brasil, Italia, México, India, Kenya, Tailandia, Haití, Polonia, Burkina Faso; por los Hermanos de San Juan de Dios en España, Polonia, Alemania y Austria; por la Asociación de San Vicente, en India, Irlanda y Holanda; por la Comunidad de San Egidio, en Mozambique; por la Fraternidad de Comunión y Liberación, (AVSI) en Uganda, Kenya, Rwanda, Burundi, Nigeria, Rumania; por la Caritas en Filipinas, Bolivia, Austria; por las Religiosas de la Madre Teresa en Kazajstán; por el Hospital Pediátrico Bambin Gesù de Roma en Rumania; por los Farmacéuticos católicos, en varias partes del mundo.
6. Las principales actividades pastorales se concentran en la formación de los agentes de la salud, de los sacerdotes, de las familias y de la juventud; en la prevención mediante la educación sanitaria, la publicación de documentos de la Iglesia, de la organización de congresos y del intercambio teológico y de experiencias; con la ayuda y la asistencia de los capellanes, médicos y enfermos que, gracias a la diagnosis, el counselling, los medicamentos, el sacramento de la penitencia y la caridad hacia los enfermos internados en los centros y en los hospitales, la Iglesia contribuye a mejorar las condiciones físicas, psíquicas y espirituales de los pacientes; la atención y el seguimiento de los enfermos y de las personas seropositivas se logra gracias a programas específicos en torno a la sexualidad, la transfusión sanguínea, la transmisión materno-fetal, la asistencia a los huérfanos, a los presos y en lo concerniente a su reintegración social y eclesial.
Si las causas de l
a enfermedad son el pansexualismo y la toxicomanía, los condicionamientos son la pobreza, la urbanización, la desocupación, la movilidad, las migraciones y los mass-media.
7. El pensamiento de Juan pablo II se articula en torno a la naturaleza del fenómeno (patología del espíritu); a la prevención fundada en la sacralidad de la vida y la sexualidad responsable, en la trascendencia y la educación a la castidad, a la conducta del enfermo, esto es, el amor a Dios, la conducta sexual, la transmisión de madre a hijo, la ofrenda del sufrimiento en su relación con el misterio de la cruz y la esperanza de la resurrección; el pensamiento de Juan Pablo II se dirige en particular a los profesionales de la salud que encuentran en el Buen Samaritano el paradigma del amor misericordioso que supera las barreras humanas; a las autoridades civiles que deben proporcionar a las poblaciones una información correcta y una ayuda a los pobres; a los hombres de ciencia llamados por el Papa a reforzar su solidaridad hacia los enfermos, haciendo todo lo que está a su alcance para que adelante la investigación biomédica sobre el VIH/SIDA con el fin de encontrar medicinas nuevas y eficaces que logren detener el fenómeno.
8. A nivel personal, la Iglesia invita a cada uno a intensificar la prevención según la doctrina de la Iglesia, a vivir la virtud de la castidad en una sociedad pansexualista, a acercarse al sacramento de la reconciliación, a reavivar en los enfermos el sentido cristiano de la vida con la esperanza en la resurrección, a dispensar una formación ad hoc a los agentes de la salud y reservar una asistencia especial a los enfermos terminales.
A nivel comunitario, se recomienda lo siguiente: apoyo a las actividades parroquiales relacionadas con el VIH/SIDA; creación de nuevos centros y residencias para enfermos de SIDA; coordinación a nivel diocesano y nacional de acciones e iniciativas pastorales referentes al fenómeno del SIDA; atención a las políticas de los gobiernos en materia de SIDA, con el objeto de influir positivamente en ellas; empleo correcto de los medios de comunicación; divulgación del manual de pastoral sobre el fenómeno del SIDA que está por ser publicado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud; apoyo económico y financiero a iniciativas y proyectos sobre el SIDA.
Globalmente, los aportes promedio que hoy ofrecen en el plano social los organismos eclesiales alcanza el 12% y por las ONGs católicas, el 13%; se llega a un total del 25% que permite que la Iglesia sea el primer partner del Estado en el campo social. Para las intervenciones sanitarias, el compromiso de la Iglesia es del 19% lo cual representa un tercio de las contribuciones estatales y el doble de las intervenciones de las ONGs no católicas (10%) y de los privados (11%).
9. Invito a la comunidad internacional, a los gobiernos en general y a la Iglesia en particular, a:
– promover campañas de sensibilización y de educación de la población fundadas no en políticas que alimentan modelos de vida y comportamientos inmorales y hedonistas que favorecen la difusión del mal, sino en seguras referencias y auténticos valores humanos y espirituales capaces de fundar una educación y una prevención pertinentes en favor de la vida y del amor responsable; la virtud de la castidad demuestra ser la más importante para prevenir eficazmente contra el VIH/SIDA;
– ocuparse de las necesidades sociales, humanitarias y socio-sanitarias de los niños huérfanos cuyo número aumenta con el propagarse de la pandemia;
– comprometerse a favor de la globalización del bien común internacional de la salud;
– evitar toda forma de exclusión, de discriminación y de estigmatización ante las personas seropositivas o de los enfermos de SIDA, aceptándoles fraternamente en la familia, en la sociedad y en la comunidad eclesial como miembros a pleno título de la Iglesia;
– facilitar a los enfermos el acceso a los fármacos genéricos contra las enfermedades oportunistas y en lo posible a los antirretrovirales con el fin de detener la escandalosa mortalidad que grita venganza a Dios en los países pobres;
– asistir y acompañar espiritual y pastoralmente a los enfermos y a sus familiares, en particular a los que deben descontar una pena en la cárcel, a fin de que no les falte el apoyo espiritual y, en particular, los sacramentos tan necesarios en este momento particular de su vida;
– descubrir en los enfermos el rostro de Cristo, médico de los cuerpos y de las almas.
10. Al renovar a todos vosotros: obispos, sacerdotes, religiosos/as y agentes sociales, pastorales y sanitarios, y voluntarios, la estima y el reconocimiento de la Iglesia por vuestro invalorable servicio en favor de nuestros hermanos y hermanas postrados en el cuerpo y en el espíritu por el flagelo del SIDA, deseo asegurarles también que no dejaré de elevar mis oraciones a la Virgen Santísima, Salus Infirmorum y Consolatrix Afflictorum, por vuestra benemérita obra así como por los sufrimientos de los enfermos y de sus familiares.
Ciudad del Vaticano, 1 de diciembre de 2003
+ Javier Cardenal Lozano Barragán
[Traducción distribuida por el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud a Zenit]