MADRID, 4 diciembre 2003 (ZENIT.org–Veritas).- Los Cartujos han abierto recientemente en el continente americano tres conventos, uno en cada gran región cultural (anglosajona, lusoparlante e hispanoparlante), respondiendo de esta manera al deseo expresado por Juan Pablo II de que las órdenes contemplativas se establezcan en las Iglesias más jóvenes.
Después del cierre en 2002 del convento que los Cartujos tenían en Jerez, el padre Luis María de León –30 años de vida religiosa en Jerez– fue destinado como Prior al Monasterio «Nossa Senhora Medianeira» en Rio Grande do Sul, Brasil, donde lleva cuatro meses.
De paso en Madrid para conseguir su visado, el padre Luis María aclara en esta entrevista exclusiva a la agencia Veritas las razones por las que ha desaparecido el convento de Jerez y explica la nueva misión que le ha sido encomendada en Brasil.
–¿En qué se distinguen los cartujos de otras órdenes contemplativas?
–Luis María de León: Además de los votos que tienen todos los religiosos (castidad, pobreza, obediencia) nosotros tenemos dos votos monásticos que son el de estabilidad (no solamente en la vocación sino en el monasterio), condicionado a la obediencia; normalmente un monje no se mueve del monasterio en el que entra si no es por alguna necesidad de la Iglesia. El otro voto es el de conversión de costumbres, que en la Cartuja se interpreta como un tender siempre a una mayor entrega al Señor.
—¿Ese voto de estabilidad habrá hecho especialmente dura su partida de Jerez?
–Luis María de León: Como dice san Pablo, todos tenemos dentro el hombre viejo y el hombre nuevo. El hombre viejo se apega a ciertas cosas, el hombre nuevo, si de verdad andamos en Cristo triunfa, y una vez comprobada la voluntad de Dios, aunque sea con gran dolor se sigue adelante.
Los cartujos de Jerez habían trabajado durante 53 años para levantar un monasterio que casi estaba en ruinas cuando lo recibieron, y dejar eso atrás, humanamente cuesta (hemos visto al Prior y a otros hermanos derramar lágrimas por esto). Pero en esta vida, tarde o temprano tendremos que abandonar lo que tenemos. Hay que afrontar estas cosas con el escudo de la fe.
Cuando el obispo de la diócesis de Santa María me preguntó en Brasil cómo me encontraba, le respondí que «en casa, porque no he salido de la Iglesia, del Cuerpo Místico de Cristo, y estoy contento en Brasil».
–¿Por qué tuvieron que irse de Jerez?
–Luis María de León: Hubo varias razones, aunque los medios sólo hablaron de falta de vocaciones, esto no es verdad. Cuando en 1996 el Papa escribió a los religiosos la Exhortación postsinodal «Vita Consecrata» nos decía a los monjes que la Iglesia joven estaba poco atendida en cuanto a monasterios; y el Concilio había dicho que una diócesis (un país) no ha llegado a su madurez religiosa si no tiene instaurada la vida contemplativa.
El 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima, de 2001, el Papa dijo a la Orden Cartuja que estaba reunida en Capítulo en Grenoble, en Los Alpes, que no tuviésemos miedo de responder a esa invitación de extendernos en las Iglesias jóvenes.
Occidente como sabemos, está por muchas causas en un consumismo en el que teniendo todo siente hambre, pero no acaba de saber qué necesita y no siente aprecio por lo que tiene, incluida la vida monástica. En las zonas pobres no hay siquiera una quinta parte de la vida monástica que se concentra en Occidente, y el Papa nos decía que no tuviéramos miedo de ir a las Iglesias jóvenes.
¿Cómo responder a ello? Si aquí en España, solamente en un país, tenemos monasterios de cartujos en Burgos, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Benifasar-Castellón (femenina) y Jerez, mientras en un continente entero como Asia, no había ninguno, era necesario actuar como vasos comunicantes.
Esta fue la principal razón por la que tuvimos que cerrar un convento en España, y se cerró el de Jerez, aunque por intercesión del obispo de Jerez, una comunidad nacida a la sombra de la Cartuja, independiente absolutamente, pero que tiene gran aprecio a la Cartuja, las Hermanas de Belén, han tomado nuestro monasterio en Jerez para continuar con su principal razón de ser: la alabanza divina. Mientras, los que éramos sus monjes estamos ahora fundando y potenciando comunidades en las Iglesias jóvenes. En este sentido, el Prior de los Cartujos en Estados Unidos ha pronunciado una frase muy bonita: «la Cartuja de Jerez no se ha cerrado, se ha extendido por el mundo».
Mi voto de estabilidad no me permitía pensar en una opción como la de Brasil, pero cuando se ha tenido que nombrar un Prior para la Cartuja de María Medianeira, en Río Grande do Sul, «perto» (como dicen los portugueses) de Argentina y Uruguay, la comunidad se acordó de este pecador; y ahí estamos desde hace cuatro meses, y he venido a hacer las gestiones para el visado que dan a los misioneros. Porque yo voy como misionero contemplativo, para extender el carisma contemplativo cartujano, que es la misión que la Orden me ha encomendado.
–¿Entonces el convento de Jerez no se cerró por falta de vocaciones?
–Luis María de León: No, no. Eso es una cosa que los medios jalearon mucho, pero no es verdad; en Jerez éramos unos 20 monjes. Hubo muchas razones pero sólo se tomó ésta o la falta de entendimiento con la administración. La razón principal era el compromiso de la Cartuja con la Iglesia de extender la vocación contemplativa a las Iglesias jóvenes.
–¿Cómo es una Cartuja?
–Luis María de León: Generalmente ocupamos superficies muy grandes, el convento de Jerez tenía 43.000 metros cuadrados de superficie, no construidos, sino en total. Una Cartuja es un pueblo, nuestras cartujas son aldeas de monjes, como en el Monte Athos, intentamos seguir la tradición de los eremitas de Oriente, entonces nuestras cartujas son «aldeas de monjes», ésta es una definición de lo que es una Cartuja. Nuestras ermitas están juntas unas a las otras, y un corredor, que llamamos el claustro grande desierto, nos une. No son celditas pequeñas, son grandes, porque no pueden ser de otra manera.
Y mi Cartuja actual, de Medianera, uno la ve y dice «qué enorme es esto», aunque todo es muy pobre, todo de ladrillo, el testimonio que tenemos que dar a las Iglesias jóvenes no es de arte, sino de pobreza evangélica. Tres veces redujimos el plano original con este propósito.
–¿Tiene atractivo el carisma contemplativo en la Iglesia actual?
–Luis María de León: Todos los carismas son necesarios, sin embargo nuestro carisma puro contemplativo, donde ninguna producción se ve al exterior, fue ensalzado por el Señor en la página evangélica en la que afirma que María, frente a su hermana Marta había elegido la mejor parte.
Monseñor Lahiguera solía decir a los sacerdotes que los contemplativos pueden vivir sin la vida activa, pero que no se puede vivir la vida activa sin ser cartujo; él decía «cartujo», pero quería decir sin ser contemplativo. También el Vaticano II recuerda que toda la acción de la Iglesia va encaminada a la contemplación, toda la acción de la esposa que es la Iglesia va encaminada a unirse con su esposo que es Jesucristo.
Los contemplativos somos un grupito muy pequeño en la Iglesia a los que Cristo llama para dar testimonio de ese Cristo místico y prolongar en el tiempo la dimensión de orar al Padre y de contemplación que Cristo vivió en este mundo. Nos quedamos fríos cuando tomamos conciencia de las veces que Cristo, en su vida pública, no en la vida oculta, salía por la noche a orar. Ese contacto con el Padre y el Espíritu Santo, al que Él venía a llamar a la humanidad y a su esposa, la Iglesia, es e
specialmente reflejado por los contemplativos, especialmente por mujeres, que parecen ser más sensibles a esa llamada.
El Papa Pablo VI decía que un religioso que no dé parte de su tiempo a la contemplación, no es un religioso. Este es nuestro trabajo, como dice un cartujo que actualmente trabaja en Corea, en una expresión con mucha gracia: «por esto “nos pagan”».
A vosotros os pagan por la vida activa. A los medios os pagarán por haber llevado a Cristo a los medios de comunicación; a nosotros, los cartujos, por transmitir la herencia de nuestro padre San Bruno, que se adentró en el desierto de Chartreuse, un roquedal donde no había pájaros siquiera, y donde comenzó la primera Cartuja.
La laica Francia también sabe valorar este desierto en la diócesis de Grenoble. Para preservar esa soledad le han dado un status especial por el que se prohíbe el acceso con coches.
–Usted acaba de regresar de Grenoble, ¿qué significado tiene para los Cartujos la casa madre?
–Luis María de León: Además de ser el origen de la Orden, el Padre General nos da ejemplo del voto de estabilidad al no moverse del desierto de Chartreuse; mientras sea General nunca sale de allí. Los cartujos nos reunimos allí cada dos años en Capítulo General, que es el órgano máximo de los Cartujos.
En mi visita he aprovechado para hablar con el Padre General de la nueva Cartuja en Brasil, nueva porque aunque hace 19 años que llegaron, la estamos
terminando todavía.
–¿Qué peculiaridades tiene la Cartuja de Brasil?
–Luis María de León: Allí se ve una inquietud, un cristianismo sin tantos accesorios y consumismo. La pobreza siempre es riqueza, la escogió Jesús. La pobreza deja al pájaro más libre para volar; cuando el hombre se encuentra con muchas riquezas «se desparrama» y no entra en la vida interior, en la oración. El cristiano de Occidente generalmente se acuerda de rezar cuando tiene problemas, pero si no, cuando se tiene la tarjeta Visa, no hace falta mirar para arriba.
Allí sí, allí el nivel de vida es más bajo; lo expresó un cartujo francés al llegar a la Cartuja de Brasil diciendo: «es como si hubiera dado un salto 70 años hacia atrás». Pero el Maestro de Novicios está encantado y me dice que no le da tiempo para contestar todas la peticiones de los vocacionandos; y pensamos en la diferencia con Occidente.
Respondemos a todos los jóvenes que sienten inquietud vocacional, pero no trabajamos para la orden cartuja, sino para la Iglesia; por eso les ayudamos a discernir su vocación, y si finalmente no se quedan con nosotros, el único mensaje es que no olviden la contemplación en la vida activa.
Actualmente en la Cartuja de Brasil hay 14 monjes de 9 nacionalidades, tres brasileños. La Conferencia Episcopal de Brasil ha pedido que la vida pura contemplativa como se ha vivido en Occidente llegue también allí.
La Cartuja trabaja ahora en tres grandes regiones en América: la anglosajona, la lusoparlante y la hispanoparlante. Hay un monasterio de Cartujos en Estados Unidos, el de Brasil y ahora otro en Argentina, que tendré la dicha de visitar en su inauguración y que está situado en la provincia de Córdoba.
Hemos llevado la semilla, y ahora los norteamericanos, los brasileños y los argentinos tienen que desarrollarla.
–¿Cómo debe entenderse la austeridad de la vida de un cartujo?
–Luis María de León: De lo que podemos hablar los cartujos es de la simplicidad y la pobreza del corazón. Dentro de la sociedad consumista también se puede ser pobre, compartiendo no sólo los bienes materiales, sino el Amor que nos une. Y hay que ayudar a las Iglesias más necesitadas para que se puedan construir monasterios. También las comunidades religiosas tienen que estar dispuestas a este desprendimiento para ayudar a las Iglesias más jóvenes.
Es necesario comunicar los bienes, pero nada es posible sin la fuerza de la oración. Y otra cosa: es necesario recordar que no se trata de ayudar a otra Iglesia, a una Iglesia pobre o extranjera; es la misma y única Iglesia de Cristo.