CIUDAD DEL VATICANO, 5 diciembre 2003 (ZENIT.org).- El acto fundamental sobre el que «se apoya la santidad de Madre Teresa» y toda santidad cristiana «es la respuesta a una llamada y la obediencia a una inspiración divina», recordó este viernes el padre Raniero Cantalamessa, ofm cap, ante Juan Pablo II y sus colaboradores en su primera predicación de Adviento.
Las meditaciones del tiempo litúrgico de preparación para la Navidad del predicador de la Casa Pontificia tienen como tema este año «Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Ts 4, 3). Reflexiones sobre la santidad cristiana a la luz de la experiencia de Madre Teresa de Calcuta».
«La beatificación de Madre Teresa de Calcuta, el 19 de octubre pasado, puso ante los ojos de todos que existe una sola y auténtica grandeza en el mundo, y es la santidad», constató el padre Cantalamessa en la capilla «Redemptoris Mater» del Palacio Apostólico Vaticano.
La santidad «es la perspectiva en la debe situarse todo el camino pastoral de la Iglesia», pero ante todo es un «don» que nos ha dado Cristo y que se «traduce a su vez en un “compromiso” que debe gobernar toda la existencia humana», recalcó el religioso citando la carta apostólica de Juan Pablo II «Novo millennio ineunte»,
«El acto fundamental» sobre el que «se apoya la santidad de Madre Teresa» y toda santidad cristiana «es la repuesta a una llamada, y la obediencia a una inspiración divina, discernida y reconocida como tal», advirtió.
De hecho, «nunca es demasiado tarde para empezar a hacerse santos», explicó remitiéndose a la experiencia personal de Madre Teresa, cuando a los 36 años de edad, y siendo religiosa de la Congregación de Loreto, recibió la llamada a ponerse a disposición de Dios para una obra que le indicaría.
Al final, «Madre Teresa, como María, dijo a Dios su pleno “fiat”, su “sí”», y «lo dijo con gozo». De hecho, «todas las grandes empresas de santidad de la Biblia y de la historia de la Iglesia reposan sobre un “sí” dicho a Dios en el momento en que Él revela personalmente a alguien su voluntad», reconoció el predicador del Papa.
«En la vida de cada uno de nosotros –afirmó ante Juan Pablo II y sus colaboradores–, como en la vida de Madre Teresa, ha habido una llamada; de otra forma no estaríamos aquí».
«No debemos tener miedo de reconocer lo que Dios ha sabido construir sobre aquel pequeño “sí”, a pesar de nuestras resistencias e infidelidades», exhortó.
«A la primera y decisiva llamada de Dios le siguen muchas otras invitaciones discretas que llamamos las buenas inspiraciones». Su obediencia, según explicó el padre Cantalamessa, «es esencial para nuestra santificación».
Y es que «lo que Dios quiere en particular de cada uno se descubre» principalmente a través de las «inspiraciones de la gracia», esas «solicitudes interiores del Espíritu en lo profundo del corazón a través de las cuales Dios no sólo da a conocer lo que pide, sino que al mismo tiempo comunica la fuerza necesaria para realizarlo si la persona acepta».
De ahí la importancia de una «renovada decisión a confiarnos en todo y para todo a la guía interior del Espíritu Santo, como en un tipo de “dirección espiritual”».
«Si acoger las inspiraciones es importante para todo cristiano –advirtió el predicador del Papa–, es vital para quien tiene tareas de gobierno en la Iglesia. Sólo así se permite al Espíritu de Cristo que guíe Él mismo su Iglesia a través de sus representantes humanos».
Las próximas meditaciones de Adviento tendrán lugar los viernes 12 y 19 de diciembre próximo.
El Predicador de la Casa Pontificia –o Predicador Apostólico, título que se remonta a Pablo IV (1555-1559)–, pronuncia cada viernes en Adviento y en Cuaresma una meditación en presencia del Papa, de los cardenales, obispos, prelados y superiores generales de órdenes religiosas.
Desde Benedicto XIV (1743), este encargo se reserva exclusivamente a la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. El padre Raniero Cantalamessa lo desempeña desde 1980. El Predicador Apostólico reside en la Curia Generalicia de los Frailes Capuchinos.