WASHINGTON, miércoles, 14 enero 2004 (ZENIT.org).- La reforma de la política de inmigración anunciada recientemente por el presidente George Bush, constituye un «importante primer paso» pero tiene que ir más allá, afirma un representante de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos,

Monseñor Thomas Wenski, presidente de la Comisión episcopal para la inmigración y obispo coadjutor de Orlando (Florida), ha pedido en un comunicado una reforma global «que afronte verdaderamente la actual crisis de inmigración».

«Si bien esta propuesta es un importante primer paso hacia una reforma de nuestro sistema de inmigración que ha caducado desde hace tiempo», afirmó el obispo Wenski, «esta propuesta particular no ofrece una solución a los problemas serios que experimentamos a causa de la continua inmigración de indocumentados y de un sistema de inmigración fracturado».

«Lo que se requiere para responder a estos problemas es una auténtica reforma migratoria global que ofrezca oportunidades de legalización a los indocumentados que viven normalmente en Estados Unidos, programas para trabajadores con protección laboral y un camino para la permanencia, así como una reforma de nuestro sistema de inmigración familiar que permita a las familias de los inmigrantes reunirse de manera temporal», dijo el obispo.

El presidente George W. Bush presentó el 7 de enero un plan para reformar las leyes de inmigración que legalizaría la situación de cerca de ocho millones de indocumentados que ya trabajan en Estados Unidos, la mitad de ellos mexicanos.

La propuesta del presidente estadounidense, que requiere la aprobación del Congreso, otorgaría visas de trabajo de tres años, renovables por un periodo indeterminado, a quienes ya posean un trabajo en Estados Unidos o a extranjeros auspiciados por un empleador que no encuentre a un estadounidense para llenar ese empleo.