Cardenal Ratzinger: 1968 y 1989 explican el actual «desprecio» de la ética

Constata la ausencia de voces que presenten el cristianismo como alternativa

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 19 febrero 2004 (ZENIT.org).- Tras la caída de las ideologías marxistas, no se ha dado un redescubrimiento de la ética, sino más bien su desprecio y el refugio en el pragmatismo, constata el cardenal Joseph Ratzinger.

El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe plantea la cuestión en la última edición, recién publicada en Italia, del libro «Introducción al cristianismo» (Editorial Queriniana, pp. 298), en el que se presentan algunas de las clases que ofreció cuando era profesor de Teología en Tubinga (Alemania) en 1967.

El libro, que ha llegado a su duodécima edición, presenta una nueva introducción en la que el purpurado bávaro hace un balance de los últimos treinta años que han marcado la vida de la Iglesia, tras el Concilio Vaticano II.

El cardenal considera que los años 1968 (el año la revolución estudiantil) y 1989 (en el que tuvo lugar la caída del régimen soviético) constituyen una clave de interpretación para comprender lo que sucedió en las últimas décadas del siglo que acaba de concluir.

«El año 1968 está ligado al surgimiento de una nueva generación, que no sólo consideró inadecuada, llena de injusticia, de egoísmo y afán de posesión, la obra de reconstrucción tras la segunda guerra mundial, sino que concibió toda la evolución de la historia, comenzando por la época del triunfo del cristianismo, como un error y un fracaso», recuerda.

«Queriendo mejorar la historia, crear un mundo de libertad, de igualdad y de justicia, estos jóvenes creyeron que habían encontrado el mejor camino en la gran corriente del pensamiento marxista», constata el cardenal.

«El año 1989 asistió al sorprendente derrumbe de los regímenes socialistas en Europa, que dejaron tras de sí una triste huella de tierras y almas destruidas», sigue diciendo.

«La doctrina de salvación marxista –explica Ratzinger–, en definitiva, había nacido en sus numerosas versiones articuladas de diferentes maneras, como una visión única y científica del mundo, acompañada por una motivación ética y capaz de acompañar a la humanidad en el futuro. Así se explica su difícil adiós, incluso después del trauma de 1989».

«Basta pensar en lo discreta que ha sido la discusión sobre los horrores de los «gulags» comunistas, y en lo poco que se ha escuchado la voz de Alexander Solzjenitsin: de todo esto no se habla», afirma.

«El silencio ha sido impuesto por una especie de pudor –denuncia–. Incluso se menciona sólo de vez en cuando al sanguinario régimen de Pol Pot, de pasada. Pero ha quedado el desengaño, junto a una profunda confusión. Ya nadie cree hoy en las grandes promesas morales».

«El marxismo se había concebido en estos términos: una corriente que auspiciaba justicia para todos, la llegada de la paz, la abolición de las injustificadas relaciones de predominio del hombre sobre el hombre, etc.», afirmó.

«Para alcanzar estos nobles objetivos se pensó en que había que renunciar a los principios éticos y que se podía utilizar el terror como instrumento del bien –señala–. En el momento en el que todos pudieron ver, aunque sólo fuera en su superficie, las ruinas provocadas en la humanidad por esta idea, la gente prefirió refugiarse en la vida pragmática y profesar públicamente el desprecio por la ética».

«¿Dónde ha quedado, en todos estos años, la voz de la fe cristiana?», se pregunta el cardenal Ratzinger considerando que la respuesta a la pregunta constituye el desafío cristiano del momento.

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ZENIT Staff

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