CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 27 febrero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que la construcción de la Unión Europea no puede ir en detrimento o en oposición a los valores cristianos, por lo que ha alentado la participación de las Iglesias locales en su construcción.
Esta fue una de las consignas centrales que dejó al recibir este viernes en audiencia, al final de su visita «ad limina apostolorum» a los obispos franceses de la provincia eclesiástica de Besançon y de la arquidiócesis de Estrasburgo, donde tiene su sede el Parlamento Europeo.
«Invito hoy a las Iglesias locales a comprometerse cada vez más firmemente a favor de la integración europea», pidió solemnemente el Papa.
«Para lograr este resultado –constató–, es necesario releer la historia y recordar que, a través de los siglos, los valores antropológicos, morales y espirituales cristianos han contribuido decisivamente a conformar las diferentes naciones europeas y a tejer sus lazos profundos».
«Las numerosas y bellas iglesias –recordó–, signos de la fe de nuestros antepasados, que se elevan en el continente, manifiestan y nos recuerdan esos valores que han sido el fundamento y el cimiento de relaciones entre personas y pueblos».
«La unión no se puede hacer en detrimento de esos mismos valores o en oposición a ellos», insistió.
«Las relaciones entre los diferentes países no pueden basarse únicamente en intereses económicos o políticos –los debates en torno a la globalización nos los muestran con claridad– –advirtió en su discurso en francés–, o sobre alianzas de conveniencia, que harían frágil la ampliación que tiene lugar en estos momentos y que podrían llevar a un retorno de ideologías del pasado, que han escarnecido al hombre y a la humanidad».
«Estos lazos deberían tener por objetivo la constitución de una Europa de pueblos, permitiendo la superación definitiva y radical de los conflictos que han ensangrentado el continente durante todo el siglo XX», subrayó.
«A este precio, nacerá una Europa cuya identidad se fundamente en una comunidad de valores, una Europa de la fraternidad y de la solidaridad. Sólo así será capaz de tener en cuenta las diferencias, al tener por perspectiva la promoción del hombre, el respeto de los derechos inalienables y la búsqueda del bien común, para el bien y la prosperidad de todos».
«Dada su presencia de siglos en los diferentes países del continente, dada de su participación en la unidad entre los pueblos, entre las culturas, y en la vida social, en particular en los campos educativo, caritativo, sanitario y social, la Iglesia desea contribuir cada vez más en la unidad del continente», reconoció el obispo de Roma.
En esta labor, aclaró, la Iglesia busca «ante todo» «el servicio del hombre y de los pueblos, en el respeto de las creencias y aspiraciones profundas».
El pontífice puso como ejemplo de promoción de la unidad del continente y de sus valores originarios al arzobispo Michael Courtney, prelado irlandés asesinado a finales de diciembre, en su labor de promoción de la paz en Burundi, país en el que era nuncio apostólico. Antes de desempeñar esa misión, había sido observador permanente de la Santa Sede en el Consejo de Europa.