Cardenal Errázuriz: La ley del divorcio en Chile, un inmenso desafío para nuestra Iglesia

Habla el arzobispo de Santiago, presidente del CELAM

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SANTIAGO, viernes, 12 marzo 2004 (ZENIT.org).- Como un enorme desafío para la acción pastoral de la Iglesia católica calificó el cardenal Francisco Javier Errázuriz, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECH), la aprobación en el Parlamento de la Ley de Matrimonio Civil que incluye el divorcio vincular.

El cardenal, que también es presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), también se refirió a los atentados ocurridos hoy en España y a la pronta exhibición en Chile de la película «La pasión de Cristo» de Mel Gibson.

–¿Qué opinión le merece la decisión tomada por el Congreso de aprobar la ley de divorcio?

–Cardenal Errázuriz: Era de esperar que pronto terminara este trabajo que ya lleva tanto tiempo, y también era necesario que se estableciera una nueva ley. Había que renovar la ley anterior, y de hecho muchas otras legislaciones ya habían dado pasos importantes para responder las necesidades de la sociedad. La nuestra estaba atrasada, tenía que establecer con mucha más claridad cuáles son las condiciones para que un matrimonio sea válido, y de qué manera si esas condiciones no se cumplen ese matrimonio tiene que ser declarado invalido. Tenía también que ayudar a que en las situaciones de mucho conflicto que van a la ruptura, que existiera la mediación. Tenía que proteger también al cónyuge más débil, como también a los niños mediante compensaciones económicas.

También tenía que tomar en cuenta que Chile necesita tribunales de la familia. Yo creo que son muchos los puntos en los cuales se ha acercado más a responder a nuestra sociedad. También una cosa importante -que la tienen distintas legislaciones más modernas que la nuestra era- el reconocimiento del matrimonio religioso, vale decir que los novios pudieran contraer el matrimonio conforme a su conciencia, conforme a su libertad de religión, y que ese matrimonio pudiera ser inscrito en el oficial de Registro Civil. Son muchas las legislaciones que lo tienen, la nuestra estaba atrasada, yo creo que dio un paso importante en esa línea.

La ley, por desgracia, no es conocida en primer lugar como la Ley de Matrimonio Civil. Se le conoce mucho como la «ley de divorcio, porque probablemente es el cambio más importante que introduce en nuestra legislación. Todos saben que nosotros, los obispos de la Iglesia Católica, en distintas oportunidades, hemos dicho que el divorcio trae grandes problemas. No hemos cambiado nuestra opinión. Yo recién acabo de estar con obispos de toda América Latina; el obispo de Puerto Rico decía que en su país se casa el mismo número de personas que se divorcia todos los años, y eso ha introducido una inestabilidad muy grande, con mucho sufrimiento para los niños.

Había otras soluciones posibles para los casos de ruptura. Se optó por esta, y nosotros como Iglesia siempre hemos tenido gran respeto por los distintos poderes del Estado.

Constituye naturalmente un inmenso desafío, porque la familia no sufre solamente por una ley, y en nuestro país son muchas las mamás que están solas en el hogar, que no tienen a sus maridos, son muchos los hijos sin padre, muchas las situaciones de inestabilidad , tanta gente convive, no se casa. Yo creo que a esa realidad tenemos que responder.

Tenemos que responder nosotros a la esperanza de tantos novios que quieren contraer un matrimonio estable, tener un hogar que sea santuario de la vida, de confianza, de paz, donde puedan ayudar a los hijos. Tenemos que ayudar en tantos otros campos de la legislación. Por ejemplo, disminuir las horas de la jornada laboral para que los padres puedan estar con sus hijos en los hogares, una preocupación por una mayor justicia social en cuanto a los ingresos, que son muy bajos, y así es tan difícil tener una vida digna.

También yo creo que una gran preocupación es respecto a la educación. Se habla en nuestro país de los objetivos transversales de la educación. Uno de ellos es formar jóvenes que sean capaces de contraer vínculos para toda la vida, que sean capaces de ser leales, de respetar a la mujer, de mantener la palabra empeñada. Es poco lo que se hace en esta línea como un objetivo transversal de la educación.

Y a nosotros, como Iglesia, nos corresponde ayudar a todos los miembros de la comunidad eclesial para que vivan conforme al amor de Cristo, el amor que sabe perdonar, que sabe avanzar en el servicio, que se preocupa por la felicidad del otro, que se da hasta el extremo. Yo creo que ese alimento es el que necesitan muchos esposos y muchos hijos para la estabilidad de sus hogares. Como digo, va a ser un gran desafío. No hay mal que por bien no venga.

–¿Se siente decepcionado de esta ley?

–Cardenal Errázuriz: Es difícil sentirse decepcionado de lo que ya se ve que viene. Se veía venir, no era de ninguna manera lo que nosotros esperábamos para Chile. Queríamos otra cosa, que fortaleciera más la familia, y constituye un enorme desafío para la acción pastoral.

–De alguna manera, ¿falló el «lobby» que se había hecho frente a las autoridades?

–Cardenal Errázuriz: Nosotros hemos tratado de explicar la posición de la Iglesia. Tratamos de no imponer nunca esa posición, pero sí hacerla comprensible, por ejemplo, viendo lo que había pasado en otros países, entregando esa documentación, y al mismo tiempo cuando se vio que venía este matrimonio divorciable como única opción en la legislación, nosotros pedimos que se abriera un espacio amplio también al matrimonio para toda la vida. Eso lo pedimos y fueron los parlamentarios los que optaron por esta solución. Podrían haber optado por otra, por ejemplo estableciendo que los novios pudieran decidir u optar por un tipo de matrimonio, pero ellos optaron diciendo que se reconozca el matrimonio religioso.

No es algo que le interesa a todas las confesiones religiosas. Porque aquí hay una diferencia muy importante: hay algunas confesiones religiosas, por ejemplo evangélicas, que consideran que el matrimonio es aquél que se hace como matrimonio civil, y que los esposos casados van a recibir la bendición del pastor. Por lo tanto, no les interesa el artículo 20. A nosotros nos importa. Muchas veces antes se pensaba que el matrimonio civil no valía nada. Yo creo que ahora el acto frente al oficial de Registro Civil gana valor. O sea, un matrimonio religioso es reconocido en sus efectos civiles por ese acto, y por lo tanto se valoran los efectos civiles del matrimonio

— ¿Cómo quedan las relaciones de los obispos y sacerdotes con los parlamentarios y cuál será la relación de la Iglesia chilena con los que de ahora en adelante serán «divorciados»?

–Cardenal Errázuriz: Siempre han existido problemas. Hay personas que viven en segunda unión. Hay personas también con fe que leen las Escrituras, que tratan de acercarse a Jesucristo, y yo creo que ahí hay que ser muy cuidadosos. Una cosa es una ley, y otra cosa son personas que han sufrido profundamente al ver destruido su matrimonio, al no poder componerlo. Yo creo que ahí hay un deber de que ellos se sientan integrados en la Iglesia, y que al mismo tiempo puedan recibir tantas cosas que la Iglesia les ofrece, en relación a las Escrituras, en relación a la educación de sus hijos, etc. Hay que ser muy misericordiosos con las personas que han sufrido de esa manera.

Y respecto a lo que piense cada obispo respecto de los parlamentarios de su zona, seguirán conversando profundamente respecto de muchas materias. Yo creo que en lo que va a haber una preocupación grande es en poder ofrecer a aquellos jóvenes que quieran ejercer su vida, su profesión, en el servicio público, poder ayudarlos a que conozcan la doctrina social de la Iglesia; que se preocupen mucho de los pobres, de condiciones de vida más dignas, que conozcan por qué razones se estima que el matrimonio indisoluble es lo que Dios quiere
. Pero es más bien un trabajo hacia delante el que hay que propiciar […]

–¿Qué pasó con los plazos que quedaron establecidos para la disolución del vínculo?

–Cardenal Errázuriz: Existe un problema acá, y es que en Chile ha ocurrido muchas veces que uno de los dos cónyuges abandona a la otra parte, y sobre todo que el hombre abandona a la mujer. Ha sido algo muy doloroso, y que la sociedad chilena de ninguna manera ha justificado. Y en este momento pasa a ser ley que si el hombre abandona a la mujer o a los hijos, después de un cierto tiempo de alguna manera fuerza la disolución del vínculo, fuerza el divorcio. Y he sabido que mientras más fácil es el divorcio unilateral, más disoluciones existen. Se crea una cultura que llega tan lejos que en ciertos países, por la cantidad de divorcios que hay, los mismos novios no llegan a casarse pensando que eso sea para toda la vida.

–¿Espera que eso ocurra en Chile?

–Cardenal Errázuriz: Va a ocurrir, probablemente. Ocurre en otros países, y en otros países latinos. Nosotros tenemos como Iglesia que procurar que el matrimonio sea tan feliz, tan pleno, que nadie quiera que ocurra.

–Cardenal, algunos diputados han afirmado que la Iglesia «no se la jugó» por evitar el divorcio. ¿Usted qué piensa al respecto?

–Cardenal Errázuriz: Siempre depende de la postura de cada uno el reproche que uno hace. Yo creo que nosotros teníamos que tener un respeto frente a los parlamentarios, de ninguna manera someterlos bajo presión moral, sino que exponer, proponer, ser claros respecto de las razones que tenemos para presentar determinados puntos de vista, determinadas convicciones. Pero es una cosa de criterio, de prudencia. Si uno con mayor frecuencia propone puede resultar impositivo para unos, o si uno no lo hace con tanta frecuencia como otros quieren, puede resultar débil argumentación para otros. Pero ahí cada uno tiene que responder en conciencia ante Dios si obró conforme a su mandato o no.

–Pasando a otra materia, ¿qué opina en relación a los atentados perpetrados en España y que han causado conmoción mundial?

–Cardenal Errázuriz: Yo creo que lo que hemos visto todos causa un dolor inmenso, por aquellas personas que murieron, que están heridas, por sus parientes. Es un dolor tan injusto, son personas que no tienen nada que ver en cuanto a la lucha política, tampoco en cuanto a posturas fundamentalistas. Son personas que van a su trabajo y que simplemente alguien se considera con el derecho de quitarles la vida, de golpear a una sociedad hiriendo, matando. Es un medio absolutamente ilícito, reprobable. No hay moral alguna que pueda justificar una cosa así.

Yo quisiera desde aquí unirme al dolor inmenso que tienen esas familias, que tiene ese pueblo, y también desearle, tanto a España como a los demás países en que existe terrorismo, y que son muchos en el universo, desearles que encuentren los caminos de la paz, a través del diálogo. Que puedan aquellos que están disconformes expresar qué quieren realmente, que muchas veces no se sabe. A veces parecieran ser fuerzas ciegas que son violentistas pero no se sabe qué quieren. Que los escuchen los demás y que busquen soluciones justas. Muchas veces nacen -en otros países, no lo digo por España-, de injusticias que son muy fuertes, y hay que escuchar esas voces. La injusticia es un terreno apto, fértil para la violencia. No puede dejarse estar un gobierno, una sociedad, cuando existen injusticias muy grandes. No lo digo por España, sino por otros países. España en cuanto a la justicia social es uno de los países con mejor distribución del ingreso, con menos distancia entre los altos y bajos ingresos en el mundo entero. O sea, eso no puede ser la causa. Son otras razones, a veces políticas, muy dolorosas.

Y nosotros mismos estemos atentos a que nunca se instale en nuestro país cualquiera violencia aceptada como método legítimo, tal vez para causas que son legítimas. Pero nunca puede ser un medio.

–¿Ha tenido la oportunidad de ver la película «La pasión de Cristo»?

–Cardenal Errázuriz: No la he visto, porque estaba en Colombia cuando se hizo la primera exhibición, pero los ecos que he recibido son muy positivos. Las personas que estuvieron ahí se sintieron profundamente conmovidas por el realismo. Sabiendo que la pasión de Cristo fue expresión de una crueldad inmensa, pero al mismo tiempo el deseo de la película de expresar el trasfondo, el sentido de las cosas, también los problemas humanos. Los sacerdotes que la vieron se sintieron muy conmovidos y el juicio que tuvieron fue muy positivo.

[Toda la documentación de la Conferencia Episcopal de Chile referida a Matrimonio y Divorcio está disponible en el portal web de la CECH: www.iglesiachile.org].

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ZENIT Staff

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