WASHINGTON, viernes, 12 marzo 2004 (<a href=»http://www.zenit.org/»>ZENIT.org).- El informe sobre los abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero estadounidense es un servicio a la Iglesia, reconoce en esta entrevista concedida a Zenit George Weigel, teólogo laico y profesor en el «Ethics and Public Policy Center» de Washington.
Una comisión independiente («National Review Board for the Protection of Children & Young People» o Comité Nacional de Revisión –encabezado por Robert S. Bennett, ex procurador federal de Justicia–) recibió el encargo de la Conferencia Episcopal de elaborar un informe sobre la crisis en la Iglesia católica en los Estados Unidos. El informe se entregó a los prelados después de veinte meses de trabajo.
El documento –presentado el pasado 27 de febrero en una rueda de prensa en Washington– afirma que «debe haber consecuencias» para aquellos obispos, superiores de órdenes religiosas o de seminarios cuyas conductas «negligentes y criminales» impidieron la remoción de sacerdotes o seminaristas con historial «de abuso por contacto» con niños.
También dice que la cuestión central es si el candidato al sacerdocio es capaz de afrontar la castidad y el celibato, y no su orientación sexual.
«Sin embargo –agrega el informe–, dada la naturaleza del problema de los abusos de clérigos a menores, la realidad de la cultura actual y la atmósfera exclusivamente masculina de los seminarios, hace necesario un mayor esfuerzo de investigación previo para persuadir y apartar del seminario y del ministerio a hombres con tendencia homosexual».
George Weigel, autor de la biografía sobre Juan Pablo II «Testigo de Esperanza», auténtico éxito mundial, publicó hace menos de dos años, en plena crisis por el tema de los abusos, «El coraje de ser católico: Crisis, reforma y futuro de la Iglesia» («The Courage to Be Catholic: Crisis, Reform, and the Future of the Church», Basic Books).
–¿Por qué considera que el informe del Comité Nacional de Revisión es un servicio a la Iglesia?
–George Weigel: Por varias razones. En primer lugar, porque se enmarca en un contexto de genuina sensibilidad católica y eclesial.
El informe aclara que la Iglesia es conducida por los obispos por voluntad de Cristo; que el sacerdote es mucho más que un simple funcionario eclesiástico; que el celibato es un gran don para la Iglesia; que la doctrina católica no es y no ha sido el problema, sino el fracaso al enseñar y vivir las verdades de fe; y que lo que se necesita en la Iglesia es auténticamente una reforma católica –no transformar la Iglesia en algo que no es–.
El informe enmarca también las dos dimensiones del problema –esto es, la mala conducta sexual y el inadecuado gobierno episcopal– y sugiere que ambos aspectos de la crisis son reflejo de una crisis más profunda de fidelidad y de espiritualidad.
En tercer lugar, el informe más que pedir la «repartición de poderes» hace un llamamiento a una guía más enérgica por parte de los obispos, que comprenda más una fraterna confrontación y una corrección dentro del cuerpo de los obispos, reconociendo así que los «supervisores» –significado original de la palabra griega «episkops» u «obispo»– deben ser sus propios «supervisores».
Cuarto: el informe reconoce la predominancia del carácter homosexual en los abusos sexuales del clero contra menores de los últimos 50 años, sin utilizar términos clínicos que puedan ser evasivos –como «efebofilia»– y de una forma sobria que no puede ser razonablemente interpretada como un «chivo expiatorio».
Quinto: el informe describe sinceramente el masivo fracaso de los seminarios de finales de los años sesenta y de los años setenta, subrayando los fracasos en la formación espiritual y ascética, y poniendo por lo tanto las bases para acelerar la reforma de los seminarios que está en marcha desde hace algún tiempo.
Sexto: el informe critica las muchas ocasiones en que categorías psiquiátricas y psicológicas desacreditan categorías teológicas y posibles procesos canónicos en la forma en que se ha manejado a los que han cometido abusos sexuales.
Séptimo: el informe sugiere delicadamente que la «tolerancia cero» es una política demasiado tosca como para ser un instrumento de genuina justicia.
Octavo: el informe alerta contra las usurpaciones de la Primera Enmienda en el ámbito del gobierno interno de la Iglesia que pueden ocurrir cuando fracasa la guía episcopal.
–¿Qué muestra el informe respecto al modo en que los laicos han gestionado las responsabilidades que les habían encomendado los obispos?
–George Weigel: El informe demuestra que los laicos pueden asumir tareas de gran complejidad y delicadeza en el ámbito de la Iglesia y llevarlas delante de forma que, por sus legítimas críticas a la jerarquía, de hecho reafirma la estructura ordenada por origen divino en la Iglesia y llama al episcopado a un ejercicio más enérgico de su legítima autoridad.
–¿Merece el informe atención seria por parte de Roma?
–George Weigel: Hay recomendaciones particulares en el informe con las que es completamente posible estar en desacuerdo, y yo lo estoy.
Pero pienso es muy importante que en Roma se entienda este informe por lo que es: a) una contribución muy útil en sí misma; b) un desafío implícito a aquellos cuya idea de reforma católica es cambiar la Iglesia en otra denominación liberal protestante.
Es mucho más importante en esta etapa concentrarse sobre muchas, muchísimas cosas que el Comité Nacional de Revisión ha acogido de forma correcta, antes que centrarse en esta o aquella recomendación que puede o no resultar imprudente o inoportuna o de hecho inaplicable.
Y no ha sido sólo el informe en sí lo que ha despertado interés; ha sido el modo en que los miembros del observatorio han llevado adelante la rueda de prensa. Anne Burke, la presidenta del Comité, comenzó con un homenaje a los obispos y a los sacerdotes.
A Robert Bennett le dirigió en cambio una pregunta muy cruda un periodista de la CBS, quien preguntó por qué, si el Comité era tan duro sobre la gestión de algunos obispos, no pedía su renuncia. A tal cuestión Bennett respondió diciendo que eso no correspondía ni al observatorio ni a los laicos, sino al juicio de los propios obispos y de la Santa Sede.
–¿Cuál es el próximo paso en este proceso?
–George Weigel: Espero que a todos aquellos a quienes importa una auténtica reforma católica en la Iglesia lean el informe y reflexionen sobre él seriamente. A los obispos de los Estados Unidos se les ha dado un análisis del problema –y un llamamiento al liderazgo—que merecería una consideración muy cuidadosa.