ROMA, domingo, 14 marzo 2004 (ZENIT.org).- En plena conmoción provocada por los atentados terroristas de Madrid, el próximo domingo Juan Pablo II propondrá al mundo el mensaje de amor de una beata española.
Se trata de la Matilde del Sagrado Corazón Téllez Robles (España, 1841-1902), fundadora de la Congregación de las Hijas de María Madre de la Iglesia.
La madre Matilde entrelazó en su vida contemplación y apostolado, entregando su vida a la asistencia de los más necesitados, en particular los enfermos, recuerda en esta entrevista concedida a Zenit el postulador de su causa, el padre Antonio Sáez de Albéniz, o.ss.t.
–¿Quién es Matilde Téllez Robles? ¿Por qué la Iglesia hace universal esta figura proclamándola beata?
–P. Antonio Sáez de Albéniz: Matilde Téllez Robles nació en Robledillo de la Vera, provincia de Cáceres (España), el 30 de mayo de 1841; fue bautizada el día siguiente. Cuando tenía 10 años, su padre, que era notario, fijó su residencia en Béjar (Salamanca). En esa ciudad recibió Matilde una buena instrucción y mostró sus tempranas inquietudes religiosas. Fue presidenta de las Hijas de María, militante muy activa de las Conferencias de San Vicente de Paúl y en las labores pastorales de la parroquia, etc. Matilde fue, sin duda, una más en el ejército de mujeres que a lo largo del siglo XIX, cada una a su manera y con sus propias características, se entregaron en cuerpo y alma a la fe y a la misión de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad. Beatificándola, la Iglesia reconoce en ella su virtud, el poder de intercesión y el magisterio de su ejemplo.
–¿Era la futura beata una mujer más inclinada a la contemplación o a la acción?
–P. Antonio Sáez de Albéniz: La contemplación y la acción no van separadas, sino que son concomitantes. Una contemplación descarnada y alejada de las necesidades de los hombres se alejaría de lo que Cristo fue: el Hijo que vivía en la perpetua intimidad con el Padre, y el Enviado que recorría los caminos, predicaba, enseñaba y curaba a los enfermos y endemoniados porque esa era la voluntad del que lo envió. La acción sin oración se quedaría, quizás, en sólo filantropía. Matilde, desde muy joven, tenía sus delicias en estar a los pies del Sagrario. Muy pronto descubrió el valor de la reparación, y si alguna vez pensó en encerrarse en un convento de clausura, decidió salir a la calle para buscar a los pecadores, a los pobres, a los enfermos y a todos aquellos que eran los predilectos de Jesús: «Yo os traeré, Señor, todos los corazones que pueda para que os amen y adoren», decía. Durante toda su existencia estuvo profundamente arraigada en la oración y empeñada en llevar a los más necesitados el amor de Cristo.
–¿Qué movió a Matilde Téllez Robles a fundar la Congregación de las Hijas de María Madre de la Iglesia?
–P. Antonio Sáez de Albéniz: Siendo presidenta de las Hijas de María, tenía algunas amigas que buscaban ir más lejos en el seguimiento de Jesús. Después de mucho hablar y consultar, decidieron que iban a constituirse en asociación religiosa que llamaron «Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada». Pero el día señalado para empezar la vida en común, todo el grupo, con una sola excepción, se echó atrás. Sólo María Briz acompañó a Matilde. En una humilde y reducida casita comenzaron su vida en común y su apostolado con los enfermos, huérfanas, etc. No tardaron en trasladarse a Don Benito (Cáceres), donde el Instituto comenzó a extenderse y en vida de Matilde llegó a tener ocho casas. Con ocasión de la peste que se declaró en Don Benito, las Hermanas dieron su medida heroica, hasta el punto que la primera compañera de Matilde, María Briz, contagiada del mal en la asistencia a los enfermos, murió dejando un halo de buen recuerdo y de heroicidad. El nombre de «Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada» duró hasta 1962, fecha en que lo cambiaron por el actual de «Hijas de María Madre de la Iglesia».
–¿Cómo funde la vivencia eucarística con la atención a los más necesitados?
–P. Antonio Sáez de Albéniz: Matilde no se hacía problema para unir las dos cosas: el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor es sólo uno, con dos vertientes, si se quiere, pero inseparables. Así lo entendió y lo explicó Jesús en el Evangelio. Cuando Matilde salía a la calle para asistir a los enfermos o a cualquier otro trabajo de apostolado llevaba la sonrisa y el amor que había recibido ante el Sagrario; y al volver a casa iba a la capilla a dar cuenta a Jesús de lo que había hecho y expansionarse en requiebros de amor y de agradecimiento. Su vida estaba verdaderamente «unificada».
–¿Qué rasgos marianos imprimieron la vida de la madre Matilde y la fundación que llevó a cabo?
–P. Antonio Sáez de Albéniz: Desde muy niña aprendió a amar a María. En su familia se rezaba y honraba continuamente a la Madre de Dios. En su juventud ya he mencionado que fue presidenta de las Hijas de María. Pero no sabría yo decir si fue María quien la llevó al Sagrario, o fue el Sagrario el que le hizo comprender el lugar único que María tiene en la historia de la salvación. El hecho es que ella supo unir sus dos devociones de manera admirable. «María me acompaña a todas horas y no cesa de recordarme un sagrario», escribió alguna vez. Y también: «Madre mía, ámale con tu corazón por el mío… Cobija mi inutilidad delante de Jesús Sacramentado».
Para Matilde, María era Madre, Maestra, Guía y Confidente. Amaba ponerse ante la imagen de la Virgen y contarle todas sus cosas, sus preocupaciones, su amor por Jesús…
–¿Buscaba la madre Matilde cambiar estructuras sociales?
–P. Antonio Sáez de Albéniz: Ella era muy consciente de que el cambio de las estructuras no era directamente competencia suya. Lo que intentó siempre fue obrar con amabilidad y justicia, con amor y comprensión. Hizo lo que pudo para que las cosas cambiaran y se acercaran más al Evangelio, y naturalmente, tampoco se calló cuando tuvo ocasión de hablar con quien pudiera contribuir a mejorar las estructuras.
–¿Qué diría hoy la madre Matilde a nuestras sociedades, todas ellas marcadas por enormes carencias, por la soledad y por muchas formas de marginación?
–P. Antonio Sáez de Albéniz: Yo creo que le habría gustado mucho lo que Juan Pablo II gritó desde el primer momento de su pontificado: «¡Abrid las puertas a Cristo!». Matilde lo habría proclamado con todas sus fuerzas, porque estaba convencida de que donde entra Cristo hay Luz, hay Vida y hay Amor, porque Él y sólo Él es el Camino.
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Actualmente la Congregación de las Hijas de María Madre de la Iglesia está presente en España, Portugal, Italia y en varios países de América del Sur. La Curia General está en la capital española (calle Marqués de Viana, 45 – 28039 Madrid). E-mail: hmmicg@planalfa.es .