JOHANNESBURGO, martes, 1 junio 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Fr. Graham Rose, teólogo, de la diócesis de Johannesburgo, pronunciada en la videconferencia mundial sobre «El martirio y los nuevos mártires» organizada por la Congregación vaticana para el Clero (www.clerus.org) el pasado 28 de mayo.
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El Martirio: un testimonio creíble para la Iglesia en África
Profesor Graham Rose – Johannesburgo
En la década de los años sesenta, con ocasión de la canonización de los mártires de Uganda, el Papa Pablo VI recordaba las «maravillosas historias de la antigua África» que formaban parte todas ellas de aquella «lista de valerosos hombres y mujeres que dieron sus vidas por la fe». De hecho, estas historias africanas no se deben olvidar. Sin embargo, para tratar el tema del «Martirio: un testimonio creíble para la Iglesia en África», sugiero que pasemos de lo antiguo a lo contemporáneo y nos preguntemos: ¿qué tipo de martirio será creíble hoy?
Dicho de manera sencilla, la credibilidad del mártir, en todo tiempo y lugar, se ha basado en que practica lo que predica –incluso hasta la muerte–. Esto se ve de manera muy especial en África –los africanos lo relacionan con un testimonio práctico que vaya más allá de las palabras y las filosofías–.
Sugiero tres formas particulares en las que este testimonio vivido será creíble para el pueblo africano:
I. En Uganda la cuestión fundamental de los mártires era el de la castidad; en toda África han muerto cristianos porque estaban expuestos a la corrupción y la avaricia en su lucha contra la pobreza; muchos otros han muerto de forma más conocida por su lucha contra las tiranías políticas –¡obedecían a Dios y no a los hombres!–. Esta lucha en favor de la Verdad del ser humano ha traído consigo a sus mártires. El testimonio de los mártires será más creíble si se centra en los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia.
II. Nuestra fe católica es fundamento y plenitud de la unidad fundamental de todos los seres humanos. Conocemos que en África hay muchas historias de cristianos –en Sudáfrica y Rwanda, por ejemplo– que en situación de peligro ponen a su raza o tribu por delante de su fe cristiana. Y sin embargo, ¿cuántas historias hay en la región –que aún se ignoran– de personas desconocidas que de hecho han permanecido fieles? El martirio en África dará claro testimonio cuando tenga ese valor concreto que le permita superar las divisiones raciales y tribales que aterrorizan al continente.
III. Cuando canonizó a los mártires de Uganda, el Papa Pablo VI afirmó: «tampoco debemos olvidar a esas otras personas, de comunión anglicana, que murieron por Cristo». Una vez más, el testimonio de los mártires será mucho más creíble cuando dé testimonio también de la unidad de los cristianos. Esto ocurre particularmente en un continente que siempre ha estado un tanto convulsionado por la desunión de los cristianos.
Sólo he nombrado a los mártires ugandeses, pero está claro que hay otros. El Papa Pablo VI recordó las antiguas historias ocurridas en el norte del Mediterráneo. Sabemos que siempre hay más santos y mártires que los canonizados. Esto ocurre especialmente en África, donde la «infraestructura» –por así decirlo– requerida para el proceso de canonización está muy poco desarrollada. Reconocemos a estos anónimos mártires africanos. ¿Cuántas historias seguirán en el anonimato hasta que –como leemos en el Apocalipsis– el Cordero rompa el quinto sello? (Ap 6, 9).
Sus historias surgen de sitios en los que la dignidad humana está amenazada atrozmente, donde la comunidad humana está simplemente ausente o muy frágil. Allí, el testimonio de aquellos que han muerto por proclamar la verdad del Evangelio sobre los seres humanos y su unidad en Cristo ha sido y sigue siendo muy importante y creíble.