WASHINGTON, sábado, 26 junio 2004 (ZENIT.org).- Una fundación, el Center for Global Development, ha publicado un estudio sobre las implicaciones para la seguridad de los estados que no funcionan bien. El documento, «En el borde: estados débiles y seguridad nacional de los Estados Unidos», es el resultado de un proyecto de ocho meses de la Comisión sobre Estados débiles y Seguridad Nacional de los Estados Unidos.

«En estos países florecen las organizaciones terroristas, las redes criminales internacionales, la enfermedad y la violencia», afirmaba el codirector de la comisión, John Eduard Porter, en un comunicado de prensa del 8 de junio. «No sólo sufren los ciudadanos de estas naciones, sino que la comunidad mundial se ve involucrada por esta inestabilidad general y por la oportunidad de un puerto seguro que proporcionan a quienes desean desestabilizar a otras democracias recientes y al mundo industrializado».

Según el informe, los problemas de política exterior tales como el terrorismo, el crimen internacional, la pobreza global y las crisis humanitarias tienen diversas causas. «Sin embargo hay un hilo común que está presente en todos ellos. Se originan, se extienden y afectan desproporcionadamente a países en desarrollo donde los gobiernos carecen de la capacidad, y en algunas ocasiones de la voluntad, de responder».

En los comentarios que acompañaban al lanzamiento del informe, Nancy Birdsall, presidenta del Center for Global Development, afirmaba que hay un verdadero «gigante durmiente» de amenazas en países como Bolivia, Indonesia, Nigeria y Kenya. Éstas son naciones, explicaba Birdsall, que «ahora se encuentran debilitadas hasta el punto de que su inestabilidad amenaza con descarrilar el progreso político y económico y, en algunos casos, se han vuelto atractivas para entidades, algunas conocidas, otras desconocidas, que desearían que se produjeran daños en Estados Unidos y en otras naciones del mundo desarrollado».

Grietas básicas
El informe identificaba algunas grietas clave que indican cuando un estado ha pasado de tener apuros normales a una situación de debilidad crónica.

--La grieta de seguridad: cuando el estado no consigue controlar su territorio y proteger a sus ciudadanos de amenazas internas y externas. Esto permite a los terroristas o a las organizaciones criminales utilizar el territorio para organizar actos violentos o ilícitos.

--La grieta de capacidad: Cuando el estado falla a la hora de afrontar las necesidades básicas (educación, sanidad e infraestructuras) de su pueblo. Esto hace que los países sean vulnerables a epidemias y otras crisis humanitarias.

--La grieta de legitimidad: Cuando el estado falla a la hora de mantener las instituciones que protegen los derechos y libertades básicas de sus ciudadanos. La ausencia de legitimidad proporciona una puerta abierta a la oposición política violenta, además de dar lugar a mayores oportunidades de corrupción.

El informe también observaba que estos fallos afectan no sólo a los países débiles mismos sino también a sus vecinos. «La inseguridad regional se ha puesto de relieve cuando las mayores potencias del mundo en desarrollo, como Nigeria o Indonesia, sufren tensiones». Los efectos pueden incluso ser globales, como en el caso en el que se ven afectados los productores de energía.

Desarrollo de la ayuda a los estados
Superar estos fallos no será fácil, observa el informe. El dinero no será suficiente, porque «únicamente la asistencia financiera, sin un compromiso para resolver los problemas subyacentes políticos y estructurales, es insuficiente y con frecuencia inútil». Además, las élites locales dominantes, a menudo parte del problema, no pueden evitarse o debilitarse fácilmente.

El estudio considera que los problemas de seguridad planteados por los estados débiles requieren un desarrollo con una base amplia que les integre también de modo más pleno en la comunidad internacional. Para alcanzar esto, la política exterior de Estados Unidos necesitará adaptarse. El informe pide que se dé una mayor prioridad a la política de desarrollo de manera que «los desafíos de desarrollo de los estados débiles puedan gestionarse antes de que se produzcan crisis de seguridad». Esto significa que la política de Estados Unidos necesita emprender programas a largo plazo que estén más orientados a reforzar los estados.

El informe reconocía que en el 2002, el presidente George Bush había anunciado aumento significativo en los programas de ayuda estadounidenses. Con el «Millennium Challenge Account», se programaba un aumento de la ayuda exterior del 50%. Sin embargo, el énfasis de este programa está en proporcionar mayor asistencia a países de bajos ingresos que ya tienen ciertas condiciones de justo gobierno, respeto de derechos y libertad económica. Por lo tanto, los estados débiles «están comprensiblemente fuera de la conversación – y en este caso, su ausencia subraya la penuria de ideas estratégicas ante los desafíos que plantean», observaba el informe.

Parte de las medidas sugeridas en el informe están orientadas hacia la prevención de los problemas. En el área económica, recomienda promover el crecimiento y la reducción de la pobreza a través del incremento del acceso a los mercados por parte de los países en desarrollo y desarrollar medios más efectivos de asistencia.

Por ejemplo, el informe recomienda proporcionar accesos libres de impuestos y de cuotas a todas las importaciones de una serie notablemente amplia de países pobres, que estén haciendo progresos hacia el libre mercado y la democracia. Extender la condonación de la deuda es otra medida sugerida, tanto al ampliar el número de países como al ampliar la condonación ofrecida.

Entre las medidas preventivas mencionadas está la creación de mecanismos que ayuden a los países pobres a asegurarse contra los contratiempos económicos exteriores como cambios bruscos en los precios de las materias primas y en el cambio de moneda extranjera.

Para robustecer las instituciones, el informe pide que se mejoren los objetivos de asistencia a la democracia y se ayude a los países a superar el problema de la corrupción. También debería emprenderse una asistencia dirigida a ayudar a la policía y a los militares a mantener la seguridad y proteger los derechos de la población local, urge el informe.

En el caso de estados que necesitan ayuda exterior para mantener la seguridad, el informe recomendaba que Estados Unidos debería dar mayor prioridad al apoyo de los esfuerzos regionales «de despliegue preventivo de fuerzas militares, a la conducción de operaciones de apoyo a la paz, y a la dirección de operaciones de pacificación».

También se necesitan mayores recursos para promover la democracia, observaba el estudio. Se han dado algunos pasos, pero el informe observaba que los programas en Asia y África «sufren de falta de financiación crónica».

El informe también invitaba a Estados Unidos a emprender este esfuerzo en el contexto de una mayor cooperación con otros estados e instituciones. Por ejemplo, las naciones más poderosas que forman el Grupo de los Ochos pueden tratar con desafíos que sólo pueden ser afrontados de forma multilateral, mientras que las organizaciones regionales pueden ser de ayuda para implementar las medidas. Asimismo, el estudio pedía una mejora en la capacidad de las instituciones internacionales, como las Naciones Unidas y el Banco Mundial.

Solidaridad global
Juan Pablo II también ha expresado muchas ideas sobre la necesidad de una mayor ayuda a aquellas naciones que luchan por el desarrollo. «El desafío permanece: para dar vida a una globalización con solidaridad, hay que identificar las causas de los desequilibrios económicos y sociales y explorar las decisiones operacionales que se requieren para asegurar a todos un futuro bajo la bandera de la sol idaridad y la esperanza», afirmaba el Papa el 29 de abril a los participantes en la conferencia tenida en Roma por la Fundación Vaticana Centesimus Annus-Pro Pontífice, para examinar temas relacionados con la globalización y el desarrollo.

Y en su mensaje del 1 de enero con motivo del Día Mundial de la Paz, Juan Pablo II observaba que es necesario que parte de la lucha contra el terrorismo se lleve a cabo en el ámbito de «eliminar las causas que subyacen a las situaciones de injusticia que a menudo llevan a las personas a los actos más desesperados y violentos». También pidió «una educación inspirada por el respeto por la vida humana en cualquier situación».

«La unidad de la raza humana es una realidad más poderosa que cualquier división contingente que separe a los individuos y a los pueblos», afirmaba el Papa. Una unidad que se necesita robustecer a través de medidas concretas que ayuden a las naciones a desarrollarse.