Cadenal de Buenos Aires: Se desconfía de los políticos cuando más se los necesita

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 2 junio 2004 (ZENIT.org).- El arzobispo de Buenos Aires y primado de la

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Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, constata una paradoja: «el descrédito de la política y de los políticos en el momento en que más se necesita de ellos».

Aunque «los políticos no son los únicos corruptos», siempre se les ataca constató este martes, mientras que «otras corporaciones y asociaciones tienen la posibilidad de disimular sus carencias».

Aquel pedido de «que se vayan todos» se le hizo solamente a los políticos, cuando los demás «transitamos más o menos la misma línea pecaminosa», recordó haciendo memoria de la difícil crisis política atravesada por Argentina.

Por este motivo, el purpurado llamó a «rehabilitar» la política, y a recobrarla en todo su esplendor, porque «es una actividad noble», según informa la agencia católica argentina Aica.

Hay que revalorizarla, ejerciéndola con «vocación y una dedicación que exige testimonio, martirio, o sea, morir por el bien común».

Al hablar en la inauguración del Ciclo de Formación y Reflexión Política que organiza la pastoral social de la arquidiócesis de Buenos Aires, todos los martes hasta el mes de octubre, el cardenal Bergoglio manifestó que «la unidad política ve disminuida sus capacidades y los gobiernos parecen rehenes de fuerzas que no controlan. El campo de movimiento de un político se disminuye porque la decisión la toman intermediarios internacionales. Los centros de decisión están en otro lado».

La acción política, agregó, no consiste en «cantar el himno» simplemente, sino en «tener una gran habilidad para moverse creando caminos de viabilidad. El político tiene que ser un creativo y pasar del equilibrio pragmático a una creatividad fecunda. Es fundamentalmente un artífice. Lo suyo es, como el poeta, 10% de inspiración y 90% de transpiración».

Predominio de la imagen
En la actualidad se registra un «desplazamiento desde lo intelectual activo a lo estético. No se discuten plataformas, los temas candentes se eluden y se busca la imagen. Se cae en la seducción en vez de usar esa arma tan efectiva que es la persuasión. Hoy seducimos para ganar votos», reconoció, pero advirtió que «una conducción sin persuasión es estéril».

Más adelante aclaró que «hay que diferenciar entre la politización y la cultura política. En esta época, la política no está jerarquizada como valor en el corazón del hombre. Somos politiqueros por decadencia» y lo que hace falta es «una política de construcción», o sea, «adentrarse más allá de las fronteras», porque «el político intuye con su corazón que la realidad se ve mejor desde el último lugar conquistado y no desde el centro».

Luego aludió al «internismo» como «la varicela, el sarampión de las organizaciones políticas». La «interna facciosa» hace que «nos peleemos con el que está al lado mío en la jaula, en lugar de salir a
conquistar».

El purpurado trazó un «camino a recorrer para rejerarquizar la política». La primera senda es el movimiento desde el «nominalismo formal a la objetividad armoniosa de la palabra. El nominalismo estanca», y lo que debe darse es «la máxima movilidad creativa».

El segundo camino es «ir del desarraigo a las raíces constitutivas», superando el «afán de autonomía heredado de la modernidad para superar el desamparo. Estamos en crisis de desarraigo y hay que transitar el camino de la memoria, entre la coerción y la impulsividad. El camino de la memoria es el de la pertenencia, recordar el pasado para ir hacia el futuro».

En tercer lugar, el cardenal Bergoglio planteó la necesidad de «salir de los refugios culturales y llegar a la trascendencia que funda. Se deben dejar de lado los caminos de retorno, que son suicidas en política». «No hay que confundir nostalgia con añoranza», la cual «nos deja pasivos y no nos deja recuperar lo bueno del pasado para llevarlo hacia adelante».

La cuarta propuesta es «caminar desde lo inculto al señorío sobre el poder. La vocación política exige ungirse de señorío, para evitar el caos y el formalismo almidonado. El señorío es un camino ascético hacia la sabiduría».

Por último, llamó a trasladarse «del sincretismo conciliador a la pluriformidad de los valores; de la puridad nihilista a la captación del límite de los procesos». El sincretismo avala la «política del collage, típica de los demagogos», y se da más que nada «en la legislación y en la justicia».

En el final de su reflexión, el arzobispo porteño aseguró que «transitar este sendero permitirá evitar el fraude de los valores, un fraude que hace pasar de la alegría del ser a la tristeza del no ser».

Antes de la disertación del cardenal Bergoglio, el responsable de la pastoral social porteña, presbítero Carlos Accaputo, explicó que el Curso de Formación y Reflexión Política servirá para «crear espacios para pensar sobre la política», de modo que sirva para «el bien de la sociedad de la que somos responsables». El anhelo es «rehabilitar la política, porque la crisis se soluciona con más política, y no con menos».

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ZENIT Staff

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