CIUDAD DEL VATICANO, martes, 15 junio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ratificó este martes la importancia de la investigación histórica para que la Iglesia pueda purificar la memoria de los pecados de sus hijos, en particular, de la Inquisición y sus consecuencias.
Así lo explica la carta enviada al cardenal Roger Etchegaray, ex presidente del Comité para el gran jubileo del año 2000, con motivo de la publicación de las «Actas del Simposio Internacional «La Inquisición»», celebrado a finales de octubre de 1998.
«Es justo que la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos recordando todas las circunstancias en las que, a lo largo de la historia, se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio», afirma la misiva pontificia leída este martes por el cardenal francés al presentar el volumen a la prensa en el Vaticano.
«En vez del testimonio de una vida inspirada en los valores de la fe», constata el Santo Padre, los cristianos en ocasiones han ofrecido «el espectáculo de modos de pensar y actuar que eran verdaderas formas de antitestimonio y de escándalo».
Juan Pablo II había pedido a la Comisión histórico-teológica del Comité para el gran jubileo del año 2000 la celebración de un congreso sobre la Inquisición para preparar la Jornada del Perdón del año santo, el 12 de marzo de 2000, en la que el Santo Padre pidió perdón por los errores cometidos en el servicio a la verdad recurriendo a métodos no evangélicos.
«La verdad sólo se impone por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las almas», afirma el pontífice citando una frase emblemática de la declaración del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae (n. 1).
Las actas del simposio fueron presentadas en la Sala de Prensa del Vaticano por los cardenales Etchegaray, Jean Louis Tauran (archivero y bibliotecario de la Santa Iglesia Romana) y Georges Cottier (teólogo de la Casa Pontificia), así como por el historiador Agostino Borromeo, experto en Inquisición y coordinador del volumen.
El libro, de 783 páginas, pública las intervenciones en los diferentes idiomas en que fueron pronunciadas en el congreso en el que participaron historiadores «cuya competencia científica es universalmente reconocida», según había pedido el Papa, sin tener en cuenta su confesión religiosa.
El volumen ha pasado a ser una referencia para historiadores, pues –como constató el cardenal Etchegaray–, ya se han publicado obras de investigación sobre estos tribunales eclesiásticos cuya documentación se basa en esas actas.
Según explicó Borromeo, el Papa Gregorio XI (127-1241) fue el primero en instituir comisarios («inquisitores»), «delegados de la Sede Apostólica con la tarea de combatir la herejía en determinadas regiones».
Con el tiempo, añadió, el papado creó una organización estable hasta que se abolió el último tribunal de estas características, el español, en 1834.
El cardenal Cottier explicó que este estudio histórico sirve para que los teólogos puedan tener elementos de respuesta a preguntas como «¿Qué significa la paradoja: la Iglesia santa comprende en su seno a los pecadores? ¿Cuál es el sentido del testimonio evangélico como dimensión de la existencia cristiana y de los comportamientos antitéticos de antitestimonio y de escándalo?».
«Es obvio que una petición de perdón sólo puede afectar a hechos verdaderos y reconocidos objetivamente –aclaró–. No se pide perdón por algunas imágenes difundidas a la opinión pública, que forman parte más del mito que de la realidad».
El purpurado suizo aclaró por último que las actas se han publicado con un prolongado retraso debido a una serie de problemas de salud de los estudiosos.