CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 18 junio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha advertido que no es posible hablar de «conquistas sociales» cuando éstas no tienen en cuenta los derechos fundamentales de la persona humana, comenzando por su vida.
Así lo aclaró el pontífice al recibir este viernes las cartas credenciales del nuevo embajador de España ante la Santa Sede, Jorge Dezcallar de Mazarredo, en un discurso en el que tocó algunos de los debates suscitados por el programa del nuevo gobierno español.
En su discurso, el pontífice puso de manifiesto «la incoherencia de ciertas tendencias de nuestro tiempo que, mientras por un lado magnifican el bienestar de las personas, por otro cercenan de raíz su dignidad y sus derechos más fundamentales, como ocurre cuando se limita o instrumentaliza el derecho fundamental a la vida, como es el caso del aborto».
«Proteger la vida humana es un deber de todos, pues la cuestión de la vida y de su promoción no es prerrogativa solamente de los cristianos, sino que pertenece a toda conciencia humana que aspira a la verdad y se preocupa por la suerte de la humanidad», afirmó.
«Los responsables públicos, en cuanto garantes de los derechos de todos, tienen la obligación de defender la vida, en particular la de los más débiles e indefensos», subrayó.
«Las verdaderas «conquistas sociales» son las que promueven y tutelan la vida de cada uno y, al mismo tiempo, el bien común de la sociedad», continuó diciendo el obispo de Roma.
«En este campo se dan algunas mal llamadas «conquistas sociales», que lo son en realidad sólo para algunos a costa del sacrificio de otros, y que los responsables públicos, garantes y no origen de los derechos innatos de todos, deberían considerar más bien con preocupación y alarma», indicó.
El ministro de Justicia del gobierno socialista español, Juan Fernando López Aguilar, anunció hace unas semanas que su departamento impulsará a lo largo de la legislatura reformas para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo y para ampliar los supuestos en los que se considere el aborto como legal.
El pontífice tocó también el tema de la familia para reivindicar que «sus derechos son primarios respecto a cuerpos sociales más amplios».
«Entre tales derechos –aclaró– no se ha de olvidar el de nacer y crecer en un hogar estable, donde las palabras padre y madre puedan decirse con gozo y sin engaño».
«Así se prepara también a los más pequeños a abrirse confiadamente a la vida y a la sociedad, que se beneficiará en su conjunto si no cede a ciertas voces que parecen confundir el matrimonio con otras formas de unión del todo diversas, cuando no contrarias al mismo, o que parecen considerar a los hijos como meros objetos para la propia satisfacción», denunció.
El pontífice defendió por último ante el representante del gobierno español «el derecho y el deber» de las familias a «educar a los hijos, haciéndolo de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas, pues la formación integral no puede eludir la dimensión trascendente y espiritual del ser humano».
«En este contexto se plantea el papel de las instituciones educativas vinculadas a la Iglesia, que contribuyen al bien común, así como tantas otras que en diversos ámbitos prestan también un servicio a los ciudadanos, a menudo a los menos favorecidos», reconoció el Papa.
«Tampoco se debe infravalorar la enseñanza de la religión católica en las instituciones estatales, basada precisamente en el derecho de las familias que lo solicitan, sin discriminaciones ni imposiciones», indicó.
Una de las primeras decisiones del gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), cuyo primer ministro es José Luis Rodríguez Zapatero, fue la de suspender la aplicación de la Ley de Calidad (LOCE) educativa, que entre otras cosas, buscaba ofrecer un reconocimiento académico a la asignatura de la Religión.
Los temas afrontados con el nuevo embajador español por el Papa preparan la audiencia que concederá a Rodríguez Zapatero el próximo 21 de junio en el Vaticano. El Santo Padre también recibirá el 28 de junio a los príncipes de Asturias recién casados, don Felipe de Borbón y su esposa doña Letizia Ortiz Rocasolano.