CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 24 junio 2004 (ZENIT.org).- La «formación de los formadores» es una de las necesidades más apremiantes de las Iglesias católicas orientales a la que tiene que responder la Iglesia universal con su solidaridad, afirma Juan Pablo II.
Esta fue una de las constataciones que hizo el Santo Padre al recibir a los participantes en la Asamblea General de la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO, por sus siglas en italiano).
Fundada en 1968, la ROACO busca ofrecer ayuda financiera a las comunidades de las Iglesias de Rito Oriental, así como a las de algunos países de África del Norte, de Oriente Medio, y Asia –Irán, Irak, o Afganistán–.
La ayuda a estas comunidades cristianas orientales, reconoció el Papa, es particularmente urgente, pues están «sometidas en nuestro tiempo a duras pruebas a causa de los conflictos, del terrorismo y otras dificultades».
En este año, la asamblea se ha concentrado en la ayuda a las comunidades católicas de Irak y a la Iglesia greco-católica de Rumanía.
La ROACO reúne a unas treinta organizaciones de ayuda de Estados Unidos, Alemania, Francia, Suiza, Países Bajos y Austria, coordinadas por la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales.
A la hora de decidir las ayudas a estas comunidades católicas orientales, el Papa pidió dar particular importancia a «la formación de los formadores».
«Vuestra contribución tendrá que tener en cuenta las grandes necesidades que con frecuencia se dan en los seminarios y en las casas de formación, y la manera en que varían las prioridades de una comunidad eclesial a otra».
Por este motivo, concluyó, la Congregación para las Iglesias Orientales, recordó el Papa, «realiza un notable esfuerzo, incluso económico, para preparar sacerdotes, seguir seminaristas, religiosas y religiosos, laicas y laicos de manera que las Iglesias, superados los condicionamientos del pasado, puedan contar ahora con pastores cualificados y laicos responsables y competentes».