Discurso de Juan Pablo II al recibir la bienvenida de Jacques Chirac

LOURDES, domingo, 15 agosto 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció Juan Pablo II este sábado al aterrizar en el aeropuerto de Tarbes-Lourdes ante el presidente de Francia, Jacques Chirac, exponentes del episcopado, y de las autoridades políticas y civiles.

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Señor presidente,
queridos hermanos en el episcopado,
señoras y señores responsables de la sociedad que estáis aquí:

1. Bendigo al Señor que me permite volver una vez más a esta querida tierra de Francia y dirigiros a todos mis auspicios de gracia y de paz. La razón de mi visita es la celebración del 150 aniversario de la definición del dogma del a Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María.

Con este gesto personal, deseo unirme a los millones de peregrinos que de todas las partes del mundo convergen todos los años en Lourdes para confiar a la Madre del Señor las intenciones que llevan en su corazón y para pedir su ayuda e intercesión.

2. Al llegar a este lugar bendito, deseo desde ahora dirigir a su excelencia, señor presidente, mi cordial saludo, así como a los hijos e hijas de vuestro noble país que celebra en estos días el sexagésimo aniversario del «desembarco de Provence». Deseo que estas celebraciones favorezcan la concordia entre los pueblos y la participación en la renovación de su compromiso común en la búsqueda y la construcción de la paz.

Recuerdo con alegría mis precedentes visitas a Francia y aprovecho esta ocasión con agrado para rendir homenaje al gran patrimonio de cultura y de fe que ha marcado su historia. No puedo olvidarme de los grandes santos de vuestra tierra, de los maestros ilustres del pensamiento cristiano, de las escuelas de espiritualidad, de los numerosos misioneros que dejaron su patria para anunciar al mundo a Cristo Señor. Y me dirijo con confianza a la comunidad cristiana de hoy, que acoge con generosidad la invitación de alentar nuestro tiempo con la sabiduría y la esperanza que proceden del Evangelio.

3. En el respeto de las responsabilidades y de las competencias de cada quien, la Iglesia católica desea ofrecer a la sociedad su contribución específica a favor del a edificación de un mundo en el que los grandes ideales de la libertad, la igualdad, la fraternidad, puedan constituir la base de la vida social, en la búsqueda de la promoción incesante del bien común.

Confío estos auspicios a la intercesión del a joven Bernadette Soubirous, hija humilde de la comarca de Bigorre, e imploro sobre todo el país, por la intercesión maternal de la Virgen María las Bendiciones de Dios, prenda de un presente y de un futuro de prosperidad y de paz.

[Traducción del original francés realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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