El Vaticano en la ONU sobre la «Cultura de la paz»

Intervención del arzobispo Migliore ante la Asamblea General

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NUEVA YORK, jueves, 28 octubre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención del arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU pronunciado el 26 de octubre ante la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre «Cultura de la paz».

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Señor presidente:

Desde hace décadas, la necesidad de promover una efectiva cultura de la paz ha sido ampliamente reconocida y, desde 1967, los Papas también han desempeñado su papel, enviando un Mensaje en el primer día de enero de cada año a todas las personas de buena voluntad, proponiendo en cada ocasión un tema de actualidad relativo a la paz y a las maneras para alcanzarla. Estos mensajes han conformado un mosaico de argumentos y experiencias para la realización de una cultura de la paz en el sentido en que aquí se debate.

Queda muy claro que el mundo necesita ahora la paz más que nunca. Mi delegación se complace en aprovechar esta oportunidad para reiterar su confianza en las Naciones Unidas como una de las instituciones claves a disposición de la humanidad para la expansión de una cultura de la paz.

Como mencionó el secretario general en su reciente informe sobre el trabajo de la Organización, para darse cuenta basta considerar el crecimiento de las operaciones de salvaguardia de la paz realizadas por la ONU el pasado año. Asimismo, este año ha sido testigo de la creación de un Directorio Ejecutivo Contra el Terrorismo, en la lucha por sostener y proteger los derechos humanos y el imperio de la ley. Con la necesaria colaboración de todos sus miembros, la ONU puede ser verdaderamente un instrumento efectivo de la voluntad política de las naciones del mundo.

A pesar de los estos éxitos –y de las iniciativas para promover globalmente la Década Internacional para una Cultura de la Paz y la No Violencia para los Niños del Mundo–, la cultura dominante parece a veces desencadenar reacciones contra la verdadera paz y suscitar sospechas contra ella. De igual manera, la globalización parece incapaz de prevenir las amenazas a la paz debido al renacer de una cultura tendente a crear muros de separación entre los pueblos. El cinismo surge de la falta de comprensión entre pueblos como resultado de barreras innecesarias. El concepto de la propia seguridad ha venido a crear una tensión continua entre los intereses de seguridad nacionales, internacionales y globales.

A la hora de afrontar los problemas de la seguridad a cualquier coste, todos los esfuerzos a favor de la auténtica paz deben ser apoyados constantemente, armonizando las amenazas fundadas con la cooperación en los intereses de seguridad. La defensa de la paz, con frecuencia una entidad frágil, debe reforzarse. Esto puede alcanzarse cultivando en las mentes de todas las personas de buena voluntad el imperativo a convertirse, en cierto sentido, en agentes de paz. Son sus arquitectos, sus constructores e incluso sus puentes. Hacer de la paz una realidad es posible a través de la educación de las conciencias promovida por la apertura y el respeto de los demás.

Señor presidente:
La sesión 58 de la Asamblea General consideró resoluciones sobre la Década Internacional para una Cultura de la Paz y de la No Violencia para los Niños del Mundo, sobre la Universidad de Paz y sobre la Comprensión Religiosa y Cultural, la Armonía y la Cooperación. Se trata de tres elementos vitales para la construcción de la paz en el mundo, pero este último argumento adquiere especial atención hoy. En el último año aprobamos la resolución, según la cual, «los actos de violencia, intimidación y coerción motivados por la intolerancia religiosa están aumentando en muchas partes del mundo y amenazan el disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales» (A/RES/58/128).

Sin embargo, tenemos que reconocer que ya hay unos cimientos sobre los que es posible crecer en el ámbito de la cooperación religiosa; por ejemplo, los diferentes encuentros organizados por la UNESCO en Asia Central, en la región del Mediterráneo, en el Norte y el Occidente de África, y en la región asiática del Pacífico. Estas discusiones afrontaron áreas como el terrorismo, la resolución de conflictos, el sida, el papel de los líderes religiosos para diluir las tensiones, contrarrestar la manipulación de los valores religiosos usados para justificar la violencia y su apoyo al desarme y a la no proliferación de armamentos.

Los devastadores efectos de los conflictos generalmente se extienden por generaciones, haciendo que la reconciliación y todo parecido a la vida normal sea sumamente difícil, por no decir imposible. Si bien ha habido un particular interés en las armas de destrucción masiva, no podemos ignorar las otras muchas formas de armas utilizadas en los conflictos alrededor del mundo. Aquí, en esta discusión, la Santa Sede quiere poner sobre el tapete de la discusión este punto para hacer un llamamiento a un compromiso más enérgico para subrayar la profunda conexión entre la promoción de la cultura de la paz y el reforzamiento del proceso de desarme y de no proliferación de armamento.

Señor presidente:
Si es verdad que el nombre de la paz es el auténtico desarrollo de los pueblos, mi delegación también cree que un importante motor de esta paz es la voluntad política. Implementar esta voluntad ayudará en gran manera a esta Asamblea a pasar de ser un mero foro de análisis o una máquina de fabricación de resoluciones, como se le achaca, a convertirse en un lugar real de cultivo de la transparencia y de la edificación de la confianza. Con voluntad política, los recursos morales de las naciones que quedan por explotar pueden emerger para transformar las civilizaciones de manera que, finalmente, puedan aprender a valorar la vida y a promover paz.

Gracias, señor presidente:

[Traducción del original inglés realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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