El presidente de los obispos suizos hace balance de su visita «ad limina»

Entrevista con monseñor Amédée Grab

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 15 febrero 2005 (ZENIT.org).- Al final de la visita quinquenal «ad limina» de los obispos de Suiza a la Santa Sede, monseñor Amédée Grab, obispo de Chur y presidente de la conferencia episcopal, en esta entrevista concedida a Zenit hace un balance de estos días transcurridos en Roma.

–Su visita ha quedado «perturbada» por la gripe y la hospitalización de Juan Pablo II. ¿Cómo ha vivido esta circunstancia especial? ¿Qué valor da a los rumores sobre la dimisión del Papa?

–Monseñor Grab: La noche de nuestra llegada, Juan Pablo II fue llevado al hospital. No hemos podido encontrarnos con él. Al igual que los fieles y el resto del mundo seguimos la evolución de su estado de salud. Los rumores de dimisión del Santo Padre no tienen nada de nuevo.

–Su visita es la primera después del memorable viaje de Juan Pablo II a Suiza en junio del año pasado. ¿Constata usted frutos?

–Monseñor Grab: La visita de Juan Pablo II a los jóvenes y a toda la población católica de Suiza ha sido juzgada muy positivamente, tanto en Roma como en Suiza. Nos lo han confirmado los colaboradores del Papa. Los obispos tratan de reforzar la coordinación nacional de la pastoral de los jóvenes y en ocasiones escuchan la pregunta: «¿cuándo será la próxima?».

–¿Le ha impresionado la visita a alguno de los dicasterios del Vaticano?

–Monseñor Grab: Me han impresionado muchas. Según sus tareas en el seno de la conferencia, cada obispo tiene expectativas o impresiones personales. La visita a la Congregación para la Doctrina de la Fe quedará como un extraordinario recuerdo para todos, en oposición perfecta a la idea todavía extendida de una supervivencia de la Inquisición.

–Ustedes han celebrado su asamblea en Roma. Debe dar un color diferente a sus reuniones haberla celebrado en este marco. ¿Se trata de una decisión importante?

–Monseñor Grab: La asamblea ordinaria estaba prevista para inicios de marzo. Para no multiplicar las reuniones, y según una costumbre que consiste en trabajar juntos en las horas en las que las oficinas de la Curia están cerradas, afrontamos algunos puntos de interés común al margen de la visita «ad límina». De este modo, añadimos cansancio pero también la riqueza de nuestro entendimiento fraterno. Mientras, yo pensaba: Juan Pablo II está más que nunca entre nosotros.

–Usted es también presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE). La ampliación de Europa, el tratado constitucional, el futuro del continente, ¿son temas afrontados en esta visita?

–Monseñor Grab: No de forma directa. Algunos campos, como el de la política de asilo, la circulación de personas, etc., que Suiza está tratando con acuerdos bilaterales con la Unión Europea, han sido evocados con los organismos vaticanos competentes (Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes). Asimismo, los intercambios de puntos de vista sobre el futuro del ecumenismo, el diálogo con los musulmanes o las cuestiones de ética como la eutanasia, han tenido una dimensión europea.

–Usted acaba de celebrar sus 75 años y Juan Pablo II desea que usted continúe su mandato pastoral. ¿Se esperaba esta prolongación? ¿Hay algún proyecto que usted lleve particularmente en su corazón?

–Monseñor Grab: Yo presenté mi renuncia sin ninguna expectativa particular. La respuesta no me ha sorprendido, pues me habían avisado desde hace tiempo. A nivel diocesano hay algunos proyectos que llevo en mi corazón, como la restauración de la catedral y las obras emprendidas en el seminario. Estas obras deberían terminar en el año 2007. Me encantaría estar presente, en el cargo o como emérito, en las celebraciones que marcarán el fin de los trabajos.

Pero me interesa mucho más entregar todas mis fuerzas a reforzar la unidad de una diócesis que encontré bastante dividida. Con el Espíritu de Dios, muchos sacerdotes, religiosas y fieles están trabajando. Me gustaría también coordinar mejor la preparación de la Confirmación y alentar a las familias. Este Año de la Eucaristía es también, en nuestras diócesis, el de las vocaciones sacerdotales. Y la Virgen María, en su gloriosa asunción, es la patrona de la catedral.

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ZENIT Staff

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