VALENCIA, viernes, 4 marzo 2005 (ZENIT.org).-
La Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir ha lanzado un nuevo título sobre prevención de consumo de drogas y otras conductas adictivas en jóvenes dirigido a estudiantes, profesores y tutores de centros escolares.
Esta especialidad pionera, llamada «Especialista universitario en educación y rehabilitación de conductas adictivas», incluye clases prácticas e investigación.
Con este motivo, la Universidad ha creado el Centro de Formación e Investigación sobre Drogas y otras conductas adictivas que tiene como fines analizar los hábitos adictivos, diseñar y aplicar programas de intervención para la prevención del consumo en los centros educativos y desarrollar proyectos de investigación en la materia.
Para comprender mejor esta iniciativa, Zenit ha entrevistado a su director, Gabriel Martínez Rico.
–¿A quién está dirigido el curso?
–Gabriel Martínez Rico: El título pretende ofrecer una formación complementaria a los estudios universitarios. El diseño del currículo permite la posibilidad de que se realice simultáneamente a los estudios universitarios. Son módulos de 5 y 10 horas, hasta completar 125 lectivas los viernes tarde y sábados.
Está dirigido especialmente a alumnos del ámbito socioeducativo (magisterio, educación social, actividad física y del deporte, psicopedagogía) y del ámbito sanitario-asistencial (psicología, terapia ocupacional, enfermería)
El título constituye un primer nivel de formación dirigido a estudiantes universitarios y/o a personas que acrediten una experiencia profesional mínima de dos años en el campo de las conductas adictivas. (por ejemplo, voluntarios de «Proyecto Hombre»).
Ya estamos diseñando un segundo nivel de formación dirigido a titulados universitarios, en el espacio del postgrado. Se tratará de un máster pero lógicamente hay que esperar a validad el titulo de especialista tanto desde el punto de vista pedagógico como de capacitación profesional.
–¿Qué es lo más interesante del título y cuál es su principal aportación?
–Gabriel Martínez Rico: Sin lugar a dudas pueden señalarse dos características novedosas en el desarrollo de este título.
La primera es la integración en el currículo de contenidos, de forma muy significativa, de las modalidades de prácticas (socioeducativa-comunitaria y terapéutica-clínica). Esto permitirá que los conocimientos, habilidades, técnicas y sobre todo las actitudes del educador o del terapeuta se asimilen (adquieran) en su contexto real, en el marco cotidiano y profesional. Muchos títulos de estas características se imparten a distancia, o de forma muy teórica-expositiva en el aula. En este caso se hablará desde la experiencia y en contacto directo con la misma.
Los alumnos podrán conocer e interactuar con terapeutas en su contexto real en «Programas libres de drogas», «Programas de reducción de daños», «Programas de sustitución con agonistas, desintoxicación, deshabituación, reinserción», «Programa encontre», «Programas módulo prisión», «Programas cocaína», «Politoxicomanos», «Unidad residencial (mujeres trastornos conductas alimentaria)», «Centros de día»,
«Centros de atención».
La segunda característica, si se quiere no tan novedosa como la anterior, es la creación de un grupo mixto entre la Universidad Católica de Valencia y el Centre Valencià de Solidaritat Proyecto Hombre.
En este sentido se ha creado el Centro de Formación e Investigación sobre Drogas y otras Conductas Adictivas en esta universidad. Este grupo docente e investigador es de carácter multidisciplinar y reúne diversos perfiles profesionales: psicólogos, médicos, educadores sociales, terapeutas ocupacionales y pedagogos; integrando de este modo una doble vertiente, una educativa-comunitaria y otra asistencial-sanitaria.
–¿Hay diferencias entre escolares y universitarios en el consumo de drogas?
–Gabriel Martínez Rico: Efectivamente. Los datos sobre todo recabados de los informes emitidos por el PND (plan nacional sobre drogas) destacan la necesidad de una intervención en los últimos cursos de secundaria. Tanto los patrones de consumo, como los contextos en los que éstos tienen lugar son bien distintos. La respuesta la podemos encontrar en las propias características evolutivas en el inicio de la adolescencia (consumo experimental, necesidad de autoafirmación, oposición al mundo adulto y lo que este representa, etc. etc.) y el desarrollo de la juventud. Asimismo hay diferencias relevantes desde una perspectiva más sociológica respecto al consumo recreativo, modelo de ocio, fin de semana, código de relaciones, grupos de pertenencia… Ambas variables inciden en uno y otro caso en la percepción sobre el riesgo, las creencias, los valores asociados al consumo y las actitudes de los jóvenes ante las distintas situaciones de consumo. Cabe hablar ya de banalización-normalización-alta aceptación social de determinados consumos (alcohol y cánnabis fundamentalmente), lo que conduce a la activación de mecanismos de justificación del consumo.
–¿Cómo debería ser la prevención e intervención en materia de drogodependencias?
–Gabriel Martínez Rico: La prevención/intervención ha quedado delimitada por distintos motivos a la edad escolar obligatoria (sobre todo secundaria). Sin embargo, desde el centro de conductas adictivas de la Universidad Católica, creemos que es totalmente necesario que continúen desarrollándose las líneas de prevención también en el ámbito universitario. No hay más que analizar los cambios en los patrones de consumo que se producen entre unas edades y otras.
En este sentido, el consumo de drogas en la adolescencia (educación secundaria) y en la juventud (estudiantes universitarios y/o jóvenes implicados de un modo u otro en el ámbito comunitario y asociativo) ha de ser considerado, desde el marco académico, como un objetivo transversal y como un componente básico del currículo que implica en el primer caso, a la totalidad del equipo de profesores de los centros educativos de secundaria, y en el segundo a diversos estamentos de la comunidad universitaria y/o sociocultural.
Se trata pues de fundamentar las bases de una intervención en conductas adictivas en el ámbito universitario que suponga una continuidad de los programas implantados en los últimos años de la educación secundaria obligatoria, extendiendo por tanto la intervención desde la adolescencia a los primeros años de la juventud.
–¿Qué papel desempeña la familia?
–Gabriel Martínez Rico: Toda esta intervención debe NECESARIAMENTE implicar a la familia y no «descansar» exclusivamente sobre el sistema educativo. La razón de que los padres no estén implicados en la prevención no obedece desde luego a la falta de preocupación o interés… sino básicamente al hecho de que no se facilitan los medios y estrategias de dicha prevención.
Cabe señalar por ejemplo, que todo programa de prevención en el aula debería tener su continuidad en la familia, lo que conlleva impulsar las escuelas de padres en el entorno escolar o a diseñar material didáctico para que el alumno lo realice conjuntamente con sus padres. Uno de los proyectos de investigación del centro de conductas adictivas de la universidad católica es diseñar un complemento del programa de prevención en el aula en software interactivo como actividad de refuerzo en el entorno familiar (tutorizado por los padres).