La eutanasia penetra al perderse el sentido del sacrificio

Eloy Bueno, decano de la Facultad de Teología de Burgos, y el sentido del sufrimiento

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BILBAO, martes, 15 marzo 2005 (ZENIT.org).- Eloy Bueno de la Fuente, decano de la Facultad de Teología del Norte de España, participó el pasado 4 de marzo en unas jornadas de la Universidad de Deusto para intervenir sobre «La cruz, el rostro más humano de Dios».

En su intervención, el teólogo destacó la importancia de la Cruz en la fe cristiana, así como la actualidad de su mensaje en la sociedad de hoy. El teólogo profundiza en esta dimensión en esta entrevista concedida a la agencia Veritas.

–¿Por qué el rostro «más humano» de Dios?

–Eloy Bueno de la Fuente: En virtud de la encarnación, la fe cristiana ha tenido la osadía de hablar de un Dios crucificado. A la luz de la razón espontánea y natural cruz y Dios parecen conceptos y realidades contradictorias e incompatibles. Y sin embargo ahí encontramos la aportación más original y novedosa del cristianismo: llegar a padecer o experimentar la cruz no desmerece de la vida de Dios sino que muestra su mayor dignidad, la que le hace digno de ser creído. Precisamente porque ha mostrado la cercanía y filantropía (como decían los Santos Padres) de un Dios que sale al encuentro de su frágil criatura para hacerse protagonista también de nuestra historia de dolor.

Por eso la teología no puede dejar de preguntarse: ¿qué es lo que hace a Dios «tan humano» como para hacer propia la carne débil y vulnerable de los hombres? Esta pregunta contribuye a despejar la puerta para acceder al misterio del Dios Trinidad y del Hijo encarnado, que constituye a la vez el núcleo del misterio cristiano y de la dignidad del ser humano.

–¿Cómo encajar la «filosofía cristiana del sufrimiento» en una sociedad en la que se premia los alegatos a la eutanasia?

–Eloy Bueno de la Fuente: El subtítulo de mi conferencia era precisamente «Una alternativa cultural». Con ello pretendo indicar que es el mensaje cristiano el que lanza una interpelación (y hasta un desafío) a una cultura que elabora estrategias hábiles para ocultar o marginar a los más débiles e indefensos, a los que son considerados un lastre porque no pueden producir o consumir, gozar o comunicar placer.

Evidentemente no se trata -como recuerda la moral- de usar medios extraordinarios para prolongar artificialmente la vida. Pero la fe cristiana debe recordar a nuestra civilización que el rechazo del Crucificado lleva consigo el olvido de los crucificados. Y desde la dignidad de los crucificados se debe exigir a la sociedad que arbitre los medios (económicos y personales) para que ningún enfermo, aún terminal, sea sentido como una carga.

–¿Cómo se puede presentar el mensaje de la cruz de Cristo a las víctimas del terrorismo, a los enfermos terminales, a los sin-papeles, a…?

–Eloy Bueno de la Fuente: Sobre todo en estos casos las palabras pueden resultar retóricas y distantes, cuando se pronuncian desde la distancia. El creyente, no obstante, a la luz de la Pascua debe sentir la responsabilidad de recordarles, anunciarles y testimoniarles su inmensa dignidad como personas humanas.

La figura del Crucificado no es ante todo una invitación a la resignación o el ofrecimiento de un consuelo fácil. Desde esa perspectiva el sufrimiento adquiere otros perfiles y otras profundidades de humanidad. A la luz del Dios crucificado adquiere mayor densidad el recuerdo de las bienaventuranzas y se hace más fácil la unión personal con la experiencia del mismo Jesús con la mirada puesta en la Pascua.

–Estamos próximos a la Semana Santa. Toda la iconografía sangrante y doliente de nuestros pasos, ¿ayudan a entender el mensaje cristiano del dolor o lo distorsionan?

–Eloy Bueno de la Fuente: La mostración y la contemplación del dolor en su crudo realismo aporta contenido de realidad al anuncio del mensaje cristiano. Y asimismo hace ver la crudeza del acontecimiento histórico que recordamos y celebramos. Por eso creo que tales manifestaciones de piedad popular conectan con el sensus fidei del pueblo cristiano.

Dicho esto, sin embargo, se impone una precisión sustancial: siempre que sea visto y vivido desde la Pascua. La unilateralidad del viernes santo resulta inaceptable cuando se aísla del domingo de resurrección. Para enriquecer nuestra Semana Santa hay que continuar el camino ya iniciado con éxito para revalorizar la vigilia pascual y los «pasos pascuales».

–Los últimos años de Juan Pablo II han puesto sobre la mesa la conveniencia o no, no sólo de la dimisión en el ejercicio del ministerio del Santo Padre, sino de la «exposición» sin tapujos de un hombre enfermo, tembloroso, encorvado y que babea como consecuencia de su deterioro físico. ¿Qué opina usted sobre ambas cuestiones?

–Eloy Bueno de la Fuente: No se puede excluir de ningún modo que llegue un momento en el que las condiciones físicas o psíquicas hagan inviable el ejercicio del ministerio papal. Tampoco me atrevería a precisar cuáles deben ser las condiciones y requisitos. En ellos sin duda deben primar los aspectos psíquicos e intelectuales.

Hablando sin embargo del caso concreto y actual, considero que las respuestas anteriores señalan el camino de la respuesta. Ante la opinión pública mundial y eclesial se lanza una interpelación para que reconozca y acepte en su dignidad y capacidad de servicio a los ancianos decrépitos. En este sentido el ejemplo de Juan Pablo II ha venido siendo profético y encomiable.

Además debe ser aprovechado como ocasión para profundizar en el sentido del ministerio del sucesor de Pedro: es ante todo un martirio, es decir, el testimonio de Jesucristo en todas las dimensiones de su ministerio salvador: también crucificado. Este aspecto martirial del Papado debe equilibrar otros aspectos que se destacan con mayor frecuencia: la proyección mediática, la fuerza de su personalidad, su energía para el liderazgo, la grandeza de su proyecto, la amplia gama de sus capacidades…Precisamente la situación de debilidad permite una lectura más teológica, eclesial y espiritual de su ministerio.

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ZENIT Staff

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