CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 16 marzo 2005 (ZENIT.org).- Cristo y su Evangelio explican el irrenunciable compromiso de la Iglesia al servicio del ser humano y de sus derechos fundamentales, explicó el cardenal Cláudio Hummes, O.F.M., en la primera sesión de una conferencia organizada por la Santa Sede sobre «El llamamiento a la justicia. La herencia de la "Gaudium et spes" cuarenta años después».

El encuentro, convocado por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, que se clausurará el viernes, recuerda los cuarenta años de la publicación de aquella constitución pastoral, una de las más importantes del Concilio Vaticano II.

«La Iglesia apoya y favorece todo el esfuerzo actual de buscar el pleno desarrollo de la personalidad de cada ser humano y por promover sus derechos fundamentales, su dignidad y libertad», aseguró el purpurado brasileño de 70 años de edad.

«Pero quiere también ayudar al hombre a encontrar la verdad plena del ser humano y su vocación en este mundo, y por eso apunta para Jesucristo, en quien se encuentra esta plena verdad», añadió en su intervención pronunciada en castellano.

«La Iglesia está al servicio del hombre y de todos los hombres, al servicio de la humanidad y no puede pretender dominar la humanidad», añadió el purpurado ante los miembros del Consejo Pontificio de la Justicia y Paz y expertos en doctrina social de la Iglesia de todo el mundo.

«Una Iglesia servidora debe tener como prioridad la solidaridad con los pobres. El apóstol Pablo escribió que lo que vale "es la fe actuando por la caridad". La fe debe expresarse en la caridad y en la solidaridad, que es la versión civil de la caridad», señaló.

Por lo que se refiere al fenómeno de la globalización, el cardenal constató que ya la «Gaudium et spes» percibía el surgimiento de este fenómeno y recordaba que «la Iglesia debe estar al servicio de esta unidad».

« La Iglesia reconoce, además, cuanto de bueno se halla en el actual dinamismo social: sobre todo la evolución hacia la unidad, el proceso de una sana socialización civil y económica. La promoción de la unidad concuerda con la misión íntima de la Iglesia», recordó citando la constitución pastoral.

«Las energías que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana radican en esa fe y en esa caridad aplicadas a la vida práctica. No radican en el mero dominio exterior ejercido con medios puramente humanos», señaló citando el número 42 de «Gaudium et spes».

Para poder desempeñar esta labor, dijo el purpurado en su conclusión, «la Iglesia debe ejercer constantemente el diálogo. Tal vez sea uno de los métodos más importantes hoy para relacionarse positiva y constructivamente con la sociedad. Un diálogo con coraje, abierto, franco, sensible y humilde».

«Un diálogo con el hombre contemporáneo, con la razón humana, las ciencias, los avances de la biotecnología, con las filosofías
y las culturas, con la política y la economía, con todo lo que se refiere a la justicia social, a los derechos humanos, a la solidaridad con los pobres --señaló--. Un diálogo con toda la sociedad y sus segmentos».

En definitiva, concluyó, se trata de «proponer y no imponer; servir y no dominar. Una Iglesia dialogante con el mundo contemporáneo es lo que la "Gaudium et spes" delinea y promueve. Una Iglesia, que, asumiendo la misión de Jesús, está en el mundo no para juzgar a la humanidad sino para amarla y salvarla».